Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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"Se acerca la madrugada/ Los gallos están cantando/Compadre, están anunciando/Que ya empieza la jornada, bien".

Desde los años de mi ya lejana niñez la madrugada ha ejercido sobre mí un efecto especialmente cautivador. Hoy, desde este exilio que sin darnos cuenta se ha convertido en vitalicio, recuerdo a mi madrugada cubana con un especial cariño. Recuerdo, por ejemplo, cabalgar junto a mi abuelo, Sandalio Sotolongo, por el camino que conducía al potrero de San Miguel, a las puertas de la Ciénaga de Zapata.

Es tan intensa y omnipresente esta vivencia que siento, con la misma intensidad de aquellos tiempos, el olor de la hierba mojada, el cantío de los gallos, el aroma del café carretero y el mugido de las vacas cuando los ordeñadores les extraían su líquido blanco enriquecedor de la vida. Todo ello amenizado por mi abuelo entonando la canción "Al vaivén de mi carreta", popularizada por Guillermo Portabales: "Se acerca la madrugada/ Los gallos están cantando/Compadre, están anunciando/Que ya empieza la jornada, bien".

Al mismo tiempo, por esas cosas inexplicables de la mente humana, siento estrechamente entrelazadas en mi memoria mi madrugada cubana y nuestro amanecer de libertad. Recuerdo, por ejemplo, diferentes etapas de nuestra lucha por la libertad de Cuba. Aquellos primeros tiempos en que lo mejor de la juventud cubana vio cegada su vida ante los ominosos paredones de fusilamiento.

En que hombres y mujeres de todos los estratos sociales y de todas las razas se fueron a nuestras montañas y a la lucha clandestina sin más armas que su amor a la libertad. Podría mencionar muchos nombres pero no he de mencionar ninguno para no incurrir en el pecado infamante de la ingratitud. Sólo diré que el saldo macabro fue de millares de muertos y decenas de millares de presos. Y digo más, con la energía que dan las verdades irrefutables, que quien acuse a los cubanos de cobardes es un miserable.

Aquellos a quienes nos tocó la misión de vivir y luchar durante los primeros tiempos hubiésemos querido poner un fin drástico e inmediato a la tiranía castrista. Algo similar a los desenlaces dramáticos y ejemplarizantes de tiranos como Muamar Gadafi, Nicolas Ceaucescu y Sadam Husein. Pero los esfuerzos que hicimos entonces no fueron coronados por el éxito y este no es el momento de lamentar un pasado que no puede ser cambiado sino de trabajar en un presente que nos conduzca a un futuro amanecer de libertad.

Con el transcurso del tiempo han cambiado las armas y los procedimientos en esta lucha que no habrá terminado pero a la que le vaticino un final cercano. Un vaticinio sobre el que debo de elaborar para adelantar respuesta a las críticas de los cansados, los incrédulos y, desde luego, los infiltrados. Es cierto que, para sus víctimas, la tiranía parece un fuerte inexpugnable que no puede ser abatido. Pero no sólo las armas han cambiado sino también las condiciones que han facilitado la prolongación de la tiranía por más de 60 años. Me explico.

El árbol carcomido de Miguel Díaz-Canel y su titiritero Raúl no es la ceiba frondosa alimentada por la maldad y el carisma de Fidel Castro. Esta tiranía huérfana ya de promesas y carente del más mínimo carisma jamás resistiría un levantamiento popular como el Maleconazo de 5 de agosto de 1994. Este árbol carcomido caerá más temprano que tarde bajo el peso de sus injusticias. Se mantiene únicamente a base de terror. Y hasta el terror tiene sus límites a la hora de mantener en la esclavitud a un pueblo en busca de su libertad. Pero, regresemos a las condiciones actuales.

El turismo internacional y las remesas enviadas por cubanos residentes en los Estados Unidos constituyen las dos fuentes principales de moneda dura para la tiranía comunista. Al cierre del mes de abril de este año 2020, el turismo internacional en Cuba registró un decrecimiento del 49,0 % al arribar al país 983 185 visitantes, que significan 945 376 menos que en igual período del año anterior. La escasez de divisas es un tiro de gracia para un régimen que depende en gran en gran medida de las importaciones. Del total de bienes consumidos por la nación, el 80% viene de fuera.

En cuanto a las remesas, The Havana Consulting Group apunta que Cuba recibió 6.600 millones de dólares en remesas en 2018. Esto quiere decir que el dinero que envían los cubanos del exterior es el sector más productivo de la economía cubana. Ni el turismo, ni los servicios, aportan tanto a la economía nacional. La mala noticia para la tiranía es que Donald Trump ha decidido asfixiarla y ha puesto un límite de 1,000 dólares trimestrales a la cantidad que los cubanos residentes en Estados Unidos pueden enviar a sus familiares dentro de la Isla.

Para complicar aún más las cosas, la crisis económica que persiste en Cuba desde hace 60 años, especialmente desde septiembre anterior luego de anunciada la famosa "coyuntura", se va agudizando con el avance del coronavirus. Todos los viajes hacia otras provincias deben ser previamente autorizados por el Consejo de Defensa Provincial, con vistas a mantener el control de la enfermedad en el país. Las autoridades anunciaron la medida extrema de que serán vigilados los accesos a la capital, con 12 puntos de control epidemiológico en puertas de entrada y salida.

Al mismo tiempo, el pueblo se ha lanzado a las calles para protestar por la falta de agua y de electricidad. El aumento acelerado del consumo de electricidad se ha disparado, sobre todo en La Habana, por las medidas de aislamiento social ligadas al coronavirus y el alza de las temperaturas durante el mes de abril. El hambre de 60 años será ahora acompañado por un largo y caliente verano.

Por otra parte, lo que no lograron los soldados de la libertad podría ser desencadenado por la inercia de los tiranos y sus apandillados. Los cambios sociales drásticos se producen muchas veces por la avería generalizada de unos sistemas que no son capaces de preparar su propia reproducción y su futuro. Con excepción del mascarón de proa que es Miguel Díaz-Canel, las grandes decisiones son tomadas en Cuba por una banda de rufianes decrépitos y dementes. Gente que podría competir con Joe Biden por un puesto en un asilo de ancianos de gobernantes ineptos.

Otro elemento a considerar son los enormes cambios experimentados por los medios de comunicación a nivel mundial. Para los tiranos actuales resulta cada día más difícil mantener a los cubanos aislados del resto del mundo como lo hizo Fidel Castro en su tiempo. Durante sesenta años, Cuba ha funcionado como una olla a presión donde la tensión interna fue creciendo permanentemente sin llegar nunca a un estallido de suficiente potencia. Pero cuando entran en juego los nuevos medios globales, los problemas se desencapsulan, adquieren dimensión internacional, suscitan solidaridades y emulaciones y, lo más importante, se rompen las censuras y barreras establecidas por la tiranía. Ese sería el inicio de nuestro amanecer de libertad.

A los escépticos les digo que los cambios sociales drásticos son algo inesperado por definición. Las explicaciones convincentes llegan después, a pelota pasada, una vez ya han tenido lugar. Nos servirán para entender tanta estabilidad previa, es decir, para explicar la idea conservadora que los hacía impensables. Así ha sucedido siempre, y no van a ser una excepción en el caso de Cuba.

Mientras tanto, yo sigo fiel y al servicio de la Cuba de mis amores  y mis dolores. Empecé este trabajo con la idílica tonada de Guillermo Portabales y lo termino con el conmovedor lamento de Luís Aguilé: "Cuando salí de Cuba/dejé mi vida, dejé mi amor/Cuando salí de Cuba/dejé enterrado mi corazón". Si Dios me concede esa gracia, cuando nos llegue la libertad, iré a buscar el corazón que dejé enterrado en la Ciénaga de Zapata.

8-12-20