Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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El hecho es que todavía nadie ha podido determinar “por donde le entró el agua demócrata al coco republicano”.

¿Qué pasó con las elecciones del pasado 8 de noviembre en los Estados Unidos? ¿Adónde fue a parar la anunciada “Ola Roja” que muchos vaticinamos, incluyéndome a mí? ¿Cómo es posible que un pueblo donde el 75 por ciento considera que el país va en una dirección equivocada vote por los candidatos de un partido encabezado por un anciano corrupto y desorientado que necesita ayuda hasta para ir al baño? La “Ola Roja”—como decíamos en Cuba—se convirtió en “un viento platanero”. Más adelante aventuraré una respuesta más contundente pero ahora quiero analizar ciertos hechos.

En el momento en que escribo este artículo—martes 15 de noviembre—ya los demócratas han logrado el número mágico de 50 senadores mientras los republicanos sólo han logrado 49. Si los republicanos ganaran el escaño de Hershel Walker en Georgia--cosa que no está asegurada—llegarían a 50 senadores, pero de nada les serviría porque el voto de la Vicepresidenta Kamala Harris inclinaría la balanza a favor de los demócratas.

Abundando en el tema, los “triunfos” por márgenes ínfimos de los senadores demócratas Mark Kelly, en Arizona y de Catherine Cortez Masto, en Nevada me huelen a “queso” y a trampa. Sobre todo, cuando tenemos en cuenta que Arizona es una fracción del estado de la Florida donde el resultado de la votación se supo en 24 horas. Ron DeSantis no sólo ha contado los votos del estado sino realizó la hazaña de ganar el condado de Miami–Dade y transformarlo de demócrata a republicano.

Ningún republicano ha ganado en Miami-Dade en los últimos 20 años. Pero DeSantis lo hizo con una ventaja de 20 puntos. También lo hizo el senador Marco Rubio. Por otra parte, no hay que ser un genio para saber que la prolongación del conteo facilita la trampa. Ya eso lo vimos en las elecciones fraudulentas de 2020 en que le robaron la victoria a Donald Trump.

Al mismo tiempo, ustedes y yo sabemos que la victoria tiene muchos padres y que la derrota es huérfana. Por eso ya han empezado las recriminaciones. Son muchos los que dicen  que Donald Trump fue la causa del pobre desempeño electoral de los republicanos. Pero las cosas son más complicadas. Esa complicación es parte de la incógnita que somos los seres humanos y de la ingratitud que nos caracteriza.

En carta de José Martí a Máximo Gómez, el Apóstol de nuestras libertades le dijo al viejo general: “No puedo ofrecerle otra cosa general que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres.” El 26 de julio de 1945, el Primer Ministro Winston Churchill perdió las elecciones británicas. El hombre que consoló, estimuló y salvó a Inglaterra de la maldad y los bombardeos de Hitler fue rechazado por sus conciudadanos. A Donald Trump le ha pasado lo mismo con los americanos.

No importa que Trump haya protegido a los no nacidos, convertido a los Estados Unidos en exportador de petróleo, logrado las tasas más bajas de desempleo, reducido la pobreza, reducido la criminalidad, aumentado las tasas de rendimiento del mercado de valores y controlado las fronteras entre otros muchos logros. Todo eso es agua pasada y, como se ha dicho tantas veces, el “agua pasada no mueve molino”.

Por otra parte, los demócratas están mejor preparados que los republicanos en sacar provecho a su maquinaria electoral porque saben que, en las elecciones, lo que cuentan son los votos, no las ideas. Tienen además el control casi total de los medios de prensa. Y, como si fuera poco, controlan el 90 por ciento de las dependencias del gobierno federal donde las joyas principales son el Buró Federal de Investigaciones y la Agencia Central de Inteligencia.

El ejemplo más convincente del control de la maquinaria electoral por los demócratas lo tenemos en la elección al Senado Federal de John Fetterman por el estado de Pennsylvania. Este señor sufrió un ataque apoplejía que le ha afectado la capacidad de comunicarse con otras personas. ¿Cómo entonces pudieron elegirlo a un organismo donde es esencial la comunicación con sus colegas? Muy simple. Utilizando lagunas en las leyes electorales de Pennsylvania.

Veamos. Desde el mismo momento en que se abrió el período para la votación por correo y la votación anticipada los demócratas procedieron a emitir votos a favor de Fetterman. Los republicanos no lo hicieron con su candidato Mehmet Öz. Al mismo tiempo, los demócratas lograron que la fecha para un debate entre ambos tuviera lugar solo unos días antes de las elecciones. El resultado fue que en el momento del debate Fetterman tenía en el bolsillo el 70 por ciento de los votos demócratas mientras que Oz tenía solamente el 20 por ciento de los votos republicanos. Aunque Fetterman dijera barbaridades ya tenía ganadas las elecciones. Y lo más interesante es que todo fue hecho de acuerdo con las leyes.

Pasando a otro tema, asegurar el control del Senado a pesar de la galáctica inflación de este año—así como el tradicional patrón histórico que pone en desventaja al partido en la Casa Blanca—tiene que ser considerado como un resultado sorprendente en unas elecciones en que los demócratas obtuvieron victorias que superaron todas las expectativas. Asimismo, si en las elecciones especiales del 6 de diciembre en Georgia el Senador Raphael Warnock le ganara a Herschel Walker los demócratas lograrían una mayoría de 51 a 49 en el Senado. Esto les daría la posibilidad de aprobar numerosas leyes que tienen pendientes por mayoría simple.

Lamentablemente, la debilidad de Donald Trump ha despertado las ambiciones presidenciales de otros republicanos, entre ellos el Gobernador de la Florida, Ron DeSantis. También se menciona al Gobernador de Virginia Glenn Youngkin. Ambos son hombres populares y capacitados que tienen todo el derecho a aspirar al cargo así como cuentan con la posibilidad de salir victoriosos.  A lo que no tienen derecho ni Donald Trump ni ninguno de ellos es a debilitar al partido. Los tres tienen que coserse la boca y ayudar a Hershel Walker en Georgia el próximo 6 de diciembre. Deben tener presente la elocuente admonición de Ronald Reagan sobre el onceno mandamiento del partido de: “No hablar mal de otro republicano”.

Los republicanos, mientras tanto, parecen encaminados a lograr el control de la Cámara de Representantes. Pero el hecho es que todavía no han terminado los conteos y todo puede pasar.  Podrían pasar varios días antes de que se conozcan los resultados finales de todas las campañas y se pueda determinar cuál de los dos partidos controla la  mayoría de los 435 escaños. En este momento los republicanos han ganado 217 y los demócratas 205 donde son necesarios 218 para lograr la mayoría.

Al final—aunque por un margen muy pequeño—el Partido Republicano podría controlar la Cámara de Representantes. El control de la Cámara de Representantes sería una maravilla porque la Cámara controla los fondos destinados al presupuesto y a los proyectos del gobierno federal.

Pero ese no era el plan original. El plan era muy simple. Parecía fácil que un presidente impopular, con una economía en crisis, unas fronteras abiertas y un probable conflicto nuclear sufriera una aplastante derrota. Pero no fue así. El hecho es que todavía nadie ha podido determinar “por donde le entró el agua demócrata al coco republicano”.

11-15-22