Por Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nación

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Seis millones de víctimas y constantes confrontaciones con sus enemigos árabes han enseñado a los israelís que la supervivencia y la libertad no se logran esperando la ayuda de otros.

A principios de esta semana, Joe Biden tuvo la osadía de amenazar a Benjamín Netanyahu con negarle todo tipo de ayuda si se atrevía a atacar a Rafah, una ciudad al sur de Gaza. Algo así como un gatico casero amenazando a un tigre señor de la selva. Si buscamos la causa de este atrevimiento lo encontramos en las elecciones del próximo mes de noviembre. Todo ha sido hecho por motivos políticos. Su impopularidad ha obligado a Biden a estas posiciones entre el alarde barato y el ostensible ridículo. La realidad es que la política y sus privilegios hacen a los hombres perder todo sentido de proporción.

De hecho, la Administración Biden anda tan desorientada como su cabecilla. El miércoles pasado, el Secretario de Defensa, Lloyd Austin, confirmó ante el Senado que el Pentágono ha hecho una “pausa” en el envío de armas a Israel, pero que no ha adoptado una política definitiva. Esto motivó la furia de los miembros republicanos de la Cámara Alta. Este “estira y encoge” es precisamente lo que ha llevado muchas veces a guerras mundiales. Biden es un incapacitado que no puede siguiera subir sin caerse las escalerillas del avión presidencial.

Regresando al senado, la noticia fue recibida con desagrado por los senadores republicanos Lindsey Graham y  Shelly Moore Capito. Hasta la moderada senadora Susan Collins expresó su descontento diciendo: “Estoy muy preocupada de que tratemos de dirigir el derecho de Israel a defenderse contra un terrorista apoyado por los clérigos iraníes.”

En un intento por aclarar la confusa respuesta de Austin, la senadora Shelly Moore Capito le preguntó si los informes sobre la suspensión de la ayuda eran falsos. A la manera “cantinflesca” de su jefe Joe Biden, el Secretario de Defensa le contestó que todavía estaban analizando la situación.

A diferencia de Biden y sus subalternos, la posición del Primer Ministro israelí Benjamín Natanyahu es totalmente diáfana. No hay dudas ni subterfugios y mucho menos miedo. Natanyahu llama “al pan, pan y al vino vino”. En una referencia velada a las declaraciones de Biden, Natanyahu dijo que Israel está preparado para defenderse con las uñas y declaró que lanzará su ofensiva contra Rafah—sur de Gaza—con o sin las armas americanas. Este hombre no conoce el miedo.

“Pero tenemos mucho más que nuestras uñas. Con la fuerza de nuestro espíritu y la bendición de Dios saldremos victoriosos.”, dijo el Primer Ministro. Los hombres de fe nunca han sido derrotados. Por lo que estoy seguro de que Netanyahu saldrá victorioso. Y agregó: “Si tenemos que defendernos solos, nos defenderemos solos. No sería la primera vez que lo hacemos.” En una reunión con familiares de los cautivos, Natanyahu dijo que independientemente de las conversaciones de paz con Hamas, Israel invadirá Rafah.  

Pero Natanyahu no está solo. Lo acompañan, como era de esperar, los miembros de su gabinete. El Ministro de Defensa Israelí, Yoav Gallant. En una de sus declaraciones a la prensa, Gallant dijo: “Le digo a nuestro enemigos y a nuestros amigos por igual que el estado de Israel jamás será sometido. Nosotros estamos parados en firme y lograremos nuestras metas. Atacaremos a Hamas, atacaremos a Hezbollah y consolidaremos nuestra seguridad.”

Concluyó sus palabras diciendo que Israel tiene el deber—en términos de seguridad nacional y de moralidad—de seguir luchando hasta lograr la liberación de sus cautivos y la amenaza de Hamas contra su frontera sur. En cuanto a los Estados Unidos dijo que Washington tiene el deber moral  y estratégico de proporcionar a Israel las herramientas necesarias para completar la misión.

Seis millones de víctimas y constantes confrontaciones con sus enemigos árabes han enseñado a los israelís que la supervivencia y la libertad no se logran esperando la ayuda de otros.

5-14-24