Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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¿Cómo es posible que un cubano que quiera la libertad de nuestra patria pueda simpatizar con Obama o votar por Joe Biden?
Por primera vez desde la presidencia de George Washington, el gobierno de los Estados no está encabezado por un presidente. Ahora tiene dos. Tiene la cabeza visible de Biden y la mano oculta de Obama. Un binomio siniestro del malvado y el decrépito que está convirtiendo a los Estados Unidos en un país del Tercer Mundo. Todo esto repercute en las relaciones entre Washington y La Habana. Mientras la tiranía aprieta la Casa Blanca afloja.
Por otra parte, es un sueño de anormales o de sinvergüenzas pensar que se puede domesticar a un tigre o negociar con un asesino. Así y todo, los cobardes no se cansan de negociar porque les permite aparecer compasivos y evitar la confrontación. En tal sentido, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, hizo un llamado al gobierno cubano la semana pasada para que libere "inmediatamente" a los "presos políticos" y respete los derechos fundamentales de su pueblo. Al mismo tiempo en que Raúl y Miguel ríen en la Habana, Barack y Joe se regocijan de haber dado un paso más hacia la izquierda y de ayudar a sus “camaradas” a seguir esclavizando al pueblo cubano.
Visto desde un ángulo más amplio, es el mismo libreto de todas las negociaciones entre Washington y La Habana. No es por pura casualidad que todas estas invasiones demográficas se hayan producido durante los mandatos de presidentes demócratas: Johnson en 1965, Carter en 1980, Clinton en 1994 y Biden en 2022. La realidad incontrovertible es que desde Kennedy hasta Biden—pasando por Carter y por Obama—todos le han dado oxígeno a la tiranía castrista. Por otro lado, los malhechores de La Habana serán asesinos pero no son estúpidos. Ellos saben a quién provocan. Por eso jamás se habrían atrevido a provocar a Ronald Reagan o a Donald Trump.
Veamos, el primer éxodo masivo con el consentimiento de los dos gobiernos—Washington y La Habana—tuvo lugar por Camarioca en 1965 durante el gobierno de Lyndon Johnson. Por esta vía salieron 2.979 cubanos, y otros 2.104 quedaron en Camarioca hasta que fueron recogidos en barcos alquilados por el gobierno de Estados Unidos. Algo así como pagar por el sofá en que te han de poner los “cuernos”.
Durante la decadente presidencia de Jimmy Carter, 1980, la tiranía cubana desató una invasión demográfica de 120,000 personas por el puerto de El Mariel. Y en el período comprendido entre agosto y septiembre de 1994—durante el mandato de Bill Clinton—un total de 32,362 ciudadanos cubanos fueron interceptados en alta mar y trasladados a Guantánamo por barcos del Servicio de Guardacostas de los EE. UU. Por lo tanto, es altamente probable que las últimas concesiones de Biden sean la respuesta a una amenaza de otra invasión demográfica por la tiranía castrista.
Y hablando de la tiranía, veamos las razones del nuevo código penal. Este código es la reacción al grito de libertad del 11 de julio del año pasado. Se le agotaron las promesas y ya nadie cree en un discurso oficial que está gastado. Les queda únicamente el palo, las balas y la cárcel. Los recursos de un régimen débil y al borde del abismo. ¡Ah y la invasión demográfica solapada a través de la frontera sur de los Estados Unidos!
Mientras tanto, tapan la olla de presión con este mamotreto diabólico de código penal. El mismo prevé sanciones de hasta tres años a quienes insulten a altos funcionarios públicos, prohíbe el financiamiento externo de los medios de difusión y por tanto arremete contra la libertad de expresión. Más arbitrario todavía es el hecho de que la normativa le otorga al régimen las herramientas necesarias para sancionar cualquier actividad que el Gobierno considere como un atentado al Estado Cubano. Y, como para que no queden dudas, establece como sanción máxima la de privación perpetua de libertad y mantiene la posibilidad de aplicar la pena de muerte con carácter excepcional en el caso de 23 tipos penales. ¿Quién iba a decirle a Maximiliano Robespierre que dos siglos después de su muerte tendría hijos putativos en esta Cuba de la ignominia?
La Casa Blanca, por su parte, en vez de condenar a los tiranos se hace cómplice de la opresión del pueblo cubano. Hace un par de semanas anunció una serie de medidas que buscan suavizar la política hacia Cuba y que constituyen una marcha atrás respecto a las decisiones tomadas por el expresidente Donald Trump. El Departamento de Estado informó que se restablecerán los vuelos comerciales a varias ciudades cubanas, que desde agosto de 2020 solo llegaban a La Habana, y se suspenderá el límite de US$1.000 por trimestre a las remesas.
Todas estas medidas no son otra cosa que la continuación de la política que anunció Barack Obama durante su viaje a La Habana en marzo de 2016. Con ello se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar la isla en 88 años. El anterior fue Calvin Coolidge, el 15 de julio de 1928, durante la presidencia de Gerardo Machado. Esta vez, Obama abogó por el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington en 1961, al tiempo que calificó a dicha política de una "carga obsoleta".
Y ahora yo me pregunto: ¿Cómo es posible que un cubano que quiera la libertad de nuestra patria pueda simpatizar con Obama o votar por Joe Biden? ¡Hay que tener “bemoles” para caer en la contradicción de escapar del comunismo en busca de libertad y venir a este país a hacer causa común con quienes quieren privarnos de libertad y mantienen en el poder a nuestros opresores!
Alguien, cuyo nombre no recuerdo en este momento, dijo: “No hay cubano malo, lo malo es no ser cubano”. Yo discrepo de ese alguien y digo que—definitivamente—hay cubanos malos y cubanos buenos y que si no castigamos a los malos estaremos poniendo en peligro la felicidad y la libertad de los buenos. Si alguien discrepa de lo que he dicho que me diga si la banda de rufianes que ha destruido a Cuba, asesinado a centenares, encarcelados a millares y obligado al exilio a millones son buenos o malos cubanos.
Uno de los tres pilares fundamentales de nuestro Partido Nacionalista Democrático estipula: “Paz con justicia, justicia sin excepciones”. Quienes entregaron nuestra soberanía a la Unión Soviética y sustituyeron nuestra democracia con una tiranía no pueden participar en los beneficios de una libertad ganada con la sangre de nuestros mártires y las lágrimas de nuestras madres.
En una Cuba libre y democrática no habrá cabida para comunistas. Admitirlos sería negar la democracia que nos protege a los demás. El artículo 37 de la Constitución de 1940 lo estipula con suma claridad: “Es ilícita la formación y existencia de organizaciones políticas contrarias al régimen de gobierno representativo democrático de la República, o que atenten contra la plenitud de la soberanía nacional". Para esa gente no habrá otra cosa que un castigo ejemplar y una justicia sin excepciones. Si no lo hacemos nos vamos a arrepentir.
5-24-22
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