Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
“Este no es el final, no es ni siquiera el principio del final. Puede ser, más bien, el final del principio." Winston Churchill.
Los cubanos hemos anunciado tantas veces el final de la tiranía que, con frecuencia, hemos caído en el ridículo. Yo admito haber sido uno de ellos. Por eso ando con la cautela de quien se aventura a caminar sobre un terreno movedizo. Ahora bien, a pesar de haberme equivocado con anterioridad, esta vez no me cabe duda alguna de que la rebelión del 11 de julio de 2021 en la Cuba de la represión, del hambre y de la mentira fue el “principio del final”.
En aquel momento—en un artículo titulado “La pasta se salió del tubo”—escribí: “Cuba vivió éste inolvidable y heroico 11 de julio la mayor protesta masiva de su historia reciente. Por primera vez en más de 60 años, miles de personas se lanzaron a las calles en cincuenta poblados y ciudades a lo largo y ancho de la isla al grito de "libertad" y "abajo la dictadura". El detonador estuvo ubicado en la ciudad de San Antonio de los Baños, en el suroeste de La Habana y fue liderado por Carlos Manuel Pupo Rodríguez y su batallón de vergüenza del Partido Unión por Cuba Libre”.
Continuando con el análisis, la reciente explosión de los tanques de la termoeléctrica “Antonio Guiteras” en la ciudad de Matanzas apunta a ser el “final del principio”. Una joven cubana resumió en pocas palabras la situación precaria en que se encuentra la tiranía cuando dijo: “Cada vez que se vaya la luz nos iremos a las calles a protestar”.
Un amigo que vive en Cuba y con quien hablé hace unos días me dijo: “Cuando ellos provocan los acontecimientos están en control de las circunstancias, cuando los acontecimientos son espontáneos o son provocados por otros, ellos pierden todo el control”. Eso es precisamente lo que está pasando con esta crisis de energía eléctrica. La tiranía se tambalea y ellos lo saben. Por eso—como el tigre acorralado—son más peligrosos que nunca.
Abundando en detalles, la Central Termoeléctrica “Antonio Guiteras” fue construida en marzo de 1988 y es el bloque que mayor estabilidad aporta al sistema electro energético de Cuba. En condiciones normales, puede generar más de 280 mega watts-hora al Sistema Electro-energético Nacional (CTE). Pero en este momento—según cifras gubernamentales que hay que tomar con una buena dosis de escepticismo—genera solamente 45 mega watts y está sincronizada al Sistema Electro Energético Nacional.
De todas maneras, tenemos que prepararnos para el cambio porque—a pesar de ellos y de nosotros—el cambio viene y la historia no se detiene. Quienes lleguemos con vida al cambio tenemos la obligación patriótica de reconstruir la nación por la que se ha derramado tanta sangre desde el camagüeyano Joaquín de Agüero hasta los mártires del 11 de julio. No debemos esperar que la paz, la libertad y la prosperidad nos lleguen desde el exterior. Porque quien mendiga se obliga y en cuestiones de soberanía—quienes quieran ejercerla sin interferencia extranjera—tienen que decir con el historiador y diplomático Manuel Márquez Sterling: "A la injerencia externa, la virtud doméstica”.
Desde el punto de vista interno, tenemos que asegurarnos de que haya “paz con justicia y justicia sin excepciones”. Porque, como bien dijera en su artículo “En defensa del Castigo” el patriota Carlos Ripoll: “El crimen de lesa patria no puede quedar impune, es colectivo, y a muchos obliga la justicia”. Nadie que se respete puede argumentar que la primera víctima de estos miserables no ha sido nuestra patria cubana.
Por ese sólo delito y los otros muchos que han cometido los tiranos y sus testaferros tienen que ser castigados con severidad. Nada de perdones demagógicos ni de indultos comprados. Y si queremos una definición del criminal se la pedimos a Jose Martí: “Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca, quien lo sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado”. De esos hemos tenido y tenemos muchos.
Por otra parte, la reconstrucción de una nación miserable y el gobierno de un pueblo domesticado por mayorales que lo desprecian será una tarea de titanes. Una situación que muy bien podría conducir al abuso de los derechos y al reclamo de falsos privilegios. Tendremos que cuidarnos del caballo desbocado del libertinaje y de la pandemia de la corrupción. Si no lo hacemos no tendremos democracia ni república constitucional.
Y hablando de democracia, sin elecciones libres, honestas y creíbles no habrá democracia. La trampa aleja de las urnas a los ciudadanos honrados que son los pilares de la democracia y pone en control del proceso a quienes hacen de la política un modo fraudulento de vida. Al diablo con todos los programas vulnerables de computadoras para contar votos. Esos programas han sido adulterados para beneficio de los tramposos. Bien lo dijo el tramposo José Stalin: “Lo que cuenta no son los que votan sino los que cuentan los votos”. No podemos permitir que nos muerda un perro tan fiero que ya ha llegado a morder al gigante que son los Estados Unidos.
La solución es muy simple y está a la vista de quienes no se propongan hacer trampas o no cierren los ojos. Una semana de votación ausente para ancianos, enfermos y discapacitados cuyas boletas serán recopiladas por empleados del sistema electoral. Una boleta impresa en un papel y un lápiz para marcar los candidatos de la preferencia del votante. Un plazo de doce horas para la votación en persona en lugares previamente designados. La presencia de representantes de los partidos participantes en lugares de conteo de los sufragios. Un plazo de veinticuatro horas después de cerrada la votación para publicar los resultados de las elecciones.
Ni las ideas ni las fórmulas contenidas en este artículo son infalibles. La infalibilidad pertenece a otras dimensiones a las que no tenemos acceso los seres humanos. Pero son un paso hacia la meta de una mayor confianza de la ciudadanía en los procesos electorales, sin los cuales la democracia desaparece. En el caso de Cuba esa democracia ha sido regada con la sangre de nuestros jóvenes y las lágrimas de nuestras madres. Dejar de protegerla o tomarla a la ligera sería traicionar la memoria de nuestros mártires.
8-22-22