Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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Suspendidos los bombardeos, la Brigada no contaba con ninguna protección para desembarcar y estaba condenada al fracaso.

La BRIGADA 2506 no fue derrotada, fue abandonada. Es cierto que perdió la batalla de Bahía de Cochinos pero es más cierto que se anotó una victoria en la historia del amor de los cubanos a la libertad. A 61 años de aquella gesta heroica la brigada se viste de largo para conmemorar el insigne aniversario. La realidad es que la invasión estuvo condenada al fracaso aún antes de que se disparara la primera bala. No hay que buscar otro culpable que John Kennedy, un hombre a quién su padre le compró la presidencia haciendo trampas con el entonces corrupto alcalde de Chicago, Richard Daley. Además de cobarde, Kennedy fue un mentiroso. En 1963, dos años después del fracaso de Bahía de Cochinos, Kennedy declaró a  la UPI que los Estados Unidos nunca se habían comprometido a proporcionar apoyo aéreo a los invasores.

Ahora bien, yo no voy a abundar en detalles sobre la invasión. Eso ya lo han hecho muchos en forma casi exhaustiva. El mejor para mí fue Mario Lazo con su obra de “Dagger in the Heart” (Puñalada al Corazón). Mi propósito en este trabajo es exaltar el patriotismo de aquellos cubanos que se enfrentaron a fuerzas superiores en número y en armamentos sin cuestionar las órdenes de sus superiores. Ellos son la versión moderna de aquella Brigada Ligera que se enfrentó a fuerzas superiores rusas en la batalla Balaklava en1854, durante la guerra de Crimea. La totalidad de los 600 miembros de aquella Brigada Ligera no dudó un instante en inmolarse en el campo de batalla obedeciendo órdenes de sus superiores.

De todas maneras, pongámonos en contexto para seguir adelante. El 17 de abril de 1961 se produce el desembarco de 1.400 cubanos en Bahía de Cochinos, secretamente financiados, reclutados y entrenados por la CIA con el fin de poner fin al régimen de Fidel Castro. El Presidente Kennedy apoya en un principio la invasión, pero cuando le informan que la operación está destinada al fracaso se echa atrás en la importante orden de apoyo aéreo.

Como consecuencia de su cobardía, 100 cubanos invasores morirán en los combates. En memoria de estos héroes yo dije en mi poema Romance Doloroso: “Cuba esperaba a sus hijos/vestida de fiesta y risa/Los niños cayeron todos/como consigna divina/ con estrellas en las sienes/luceros en la camisa”.

POR QUÉ FRACASÓ LA INVASION

Por prejuicios de la CIA con respecto a la capacidad de los cubanos para guardar secretos no se notificó a la clandestinidad dentro de Cuba. El plan de invasión incluía cinco bombardeos por los 16 B-26 durante los dos días antes, más un bombardeo final la madrugada del desembarco con el fin de destruir la aviación castrista en su totalidad.

Inexplicablemente, se ordenó que, en vez de 16, solamente ocho B-26 participaran en el bombardeo inicial de las bases aéreas en Cuba. Fue eliminado también el último bombardeo, que debería haber ocurrido en la madrugada del 17 de abril. Suspendidos los bombardeos, la Brigada no contaba con ninguna protección para desembarcar y estaba condenada al fracaso.

LA TRAICIÓN DE KENNEDY CONSTITUYÓ UNA BUENA LECCIÓN

Aprendimos que los destinos de la patria jamás pueden ponerse en manos extrañas. Hasta hombres honorables como José Miró Cardona y Tony Varona fueron vejados y secuestrados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. No en balde, el estadista inglés Lord Palmerston acuñó una frase que fue repetida más tarde por Charles de Gaulle: “Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”. Nosotros haríamos muy bien en mantener presente esa advertencia.  

Por otra parte, la invasión de la brigada fue un acto heroico y patriótico pero no fue el primero ni tampoco el último de los esfuerzos por liberar a Cuba. Ahí está Alpha 66 con Andrés Nazario Sargen y Diego Medina—entre otros muchos valientes—que llevaron a cabo el  histórico desembarco en Baracoa el 17 de abril de 1970 liderado por el Coronel Vicente Méndez.

Otro grupo de hombres—carentes de recursos pero sobrantes de coraje—fueron los miembros de Partido Unión por Cuba Libre que hicieron temblar la Cordillera de Los Órganos bajo el liderazgo del veterano de la Guerra de Corea Francisco Robaina Dominguez, alias Machete. Entre ellos se encontraban Juan Morejón—padre de Elsa la esposa del Dr. Biscet—y mi amigo Roberto Ascuy.

Ahí están también los centauros de las Montañas del Escambray que durante años serían escenario de una de las más heroicas gestas liberadoras de nuestro pueblo, increíble epopeya librada por los más humildes hijos de la patria, que hicieron derroche de valor y sacrificio frente a la más brutal y masiva represión que recuerda nuestra historia, financiada y dirigida por la Unión Soviética. Entre ellos se destacó el joven estudiante—presidente de la federación de la Universidad Marta Abreu—Porfirio Remberto Ramírez.  El 12 de Octubre de 1960—junto a Porfirio—cayeron también Plinio Prieto, Sinesio Walsh, Angel Rodríguez del Sol y José Palomino Colón, todos también patriotas íntegros y de legendario valor.

Al mismo tiempo, la mano vengativa de la tiranía fue más allá de las fronteras nacionales, incluso contra cubanos que realizaban labores de rescate y ayuda a las víctimas que escapaban del infierno castrista. El 24 de febrero de 1996, aviones militares del régimen derribaron a dos aviones civiles dejando un saldo de cuatro muertos, tres de ellos ciudadanos estadounidenses de origen cubano y un cubano residente en Estados Unidos. Los nombres de estos mártires: Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales.

Regresando a la Brigada 2506, cabe preguntarme: ¿Cómo es posible que hombres con altos niveles de instrucción no hayan percibido los riesgos a los que se exponían? La respuesta que se me ocurre es que aquellos jóvenes idealistas y patriotas fueron inspirados por las creencias religiosas, los principios morales y la tradición cívica de la sociedad en que se forjaron sus personalidades. Una sociedad que no era perfecta pero que era mucho menos imperfecta que la tiranía que oprime al pueblo de Cuba.

Una sociedad donde nuestro Poeta Nacional, Agustín Acosta Bello, escribía: “La sombra de la noche es sombra transitoria/ ¡Nadie sabe la luz que hay detrás de una sombra...!”. Donde el poeta camagüeyano Emilio Cosío insistía desde el exilio en que nunca había salido de Cuba: “Solo pueden volver los que se han ido/ ¡Yo no puedo volver, yo no me he ido!” Y donde un poeta anónimo desplegaba al mismo tiempo su humildad y su inspiración proclamando: Soy de esa extraña estirpe de cubanos/que no tenían tierras, ni dinero…/solo quiero que me devuelvan, por ejemplo /una tumba en Oriente/ la del Martí poeta y habanero/ y una tumba en La Habana/ del soldado oriental que fue Maceo”.

Con los herederos de los hombres que he mencionado en este trabajo no tengo la menor duda de que a Cuba le aguarda un futuro de democracia. Que el dolor nos ha fundido en la roca de la esperanza. Que, a fuerza de equivocarnos, hemos encontrado finalmente el camino que conduce a la libertad. Y que la sangre derramada en las arenas de Girón y en los picos del Escambray y de los Órganos es el agua bautismal que nos ha preparado para edificar la nación “con todos y para el bien de todos” que todavía le debemos al más cubano de todos nosotros.

4-12-22

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