Por Alfredo M. Cepero

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A todos los efectos prácticos Volodymyr Zelenski se ha convertido en una especie de “padre de la nueva ucrania”.

La guerra es algo horrible. Nadie en su sano juicio puede desearla. Únicamente los locos recurren a ella para calmar sus alucinaciones. Es el último recurso en la preservación de la democracia y en la defensa de la libertad. Pero cuando el hambre aprieta, la teoría es relegada a un segundo plano. Cuando el empleo cae y la inflación sube, todos nos volvemos pragmáticos. Por otra parte, nadie puede hacer la guerra sometido a los caprichos de un parlamento. Y eso es lo que sucede con la democracia en la heroica y abandonada Ucrania.

Como Inglaterra frente a Hitler a principios de la Segunda Guerra Mundial Ucrania se enfrenta hoy a un loco con un poderoso aparato militar. Nunca había sufrido una crisis de tales proporciones. Pero es precisamente en las grandes crisis en que surgen los grandes hombres. Inglaterra tuvo entonces a su Winston Churchill y Ucrania tiene hoy a su Volodymyr Zelenski. Un hombre que ha personificado la improbable transformación de cómico a político, de político a guerrero y de guerrero a líder de proporciones mundiales.

El mismo Zelenski que se ha visto obligado a cerrar, al menos en forma temporal, los medios de información ucranianos. El mandatario declaró que esas medidas eran necesarias para combatir la “desinformación rusa’ y decir la verdad sobre la guerra. Al mismo tiempo, Zelenski congeló las actividades de los 11 partidos políticos del país. Acto seguido, las naciones occidentales que hasta ahora le han dado una sólida y firme ayuda se preguntan si Zelenski está siguiendo un camino que conduce a la dictadura.

La realidad es que las medidas de emergencia fueron adoptadas dentro del contexto de la Ley Marcial de Ucrania. El objetivo fue poner en vigor una política de “información unificada”. Y quede bien claro que Ucrania no es la primera nación que ha suspendido las normas democráticas en tiempos de guerra. Recordemos a algunos de esos tiempos.

En tiempos tan remotos como los de la República Romana—uno de los primeros ejemplos de democracia en el mundo—la dictadura era utilizada únicamente en crisis militares o crisis internas. Eso sí, el poder absoluto del dictador estaba limitado a seis meses. Y siguiendo con Roma, la noche del 11 al 12 de enero de 49 a. C.Julio César se detuvo un instante ante el Río Rubicón atormentado por las dudas. Cruzarlo significaba cometer una ilegalidad: convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil. Julio César dio la orden a sus tropas de cruzar el río, pronunciando en latín la frase «alea iacta est» 

Diecisiete siglos más tarde, en los Estados Unidos, George Washington y sus soldados se enfrentaban al despiadado invierno de Valley Forge. Esos hombres estaban enfermos, hambrientos y casi desnudos, pero Washington no se dio por vencido. Después del cruce del Río Delaware en la famosa noche de navidad Washington sorprendió a las tropas hessianas acampadas en Trenton, estado de New Jersey. El triunfo de la batalla de Trenton en 1776 cambió el rumbo de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.

Y durante la Guerra Civil americana el compasivo Abraham Lincoln se vio obligado a tomar medidas drásticas para mantener la integridad de la Unión. El 27 de abril de 1861 Lincoln suspendió el recurso de Habeas Corpus para dar a las autoridades militares el poder necesario con el cual silenciar a los disidentes y simpatizantes del sur que minaban la retaguardia. Y no hay que ser estratega militar para saber que no hay ejército que triunfe con una retaguardia comprometida.

En ese mismo período, hubo dos generales que no esperaron órdenes superiores para imponer sus criterios y lograr victorias militares. La captura del Fuerte Donalson, en Tennessee, por el General Ulises S. Grant fue la victoria de la Unión que abrió el camino hacia la derrota de la Confederación. Ante la solicitud de negociación por los sureños en Donalson, la repuesta de Grant fue lapidaria: “No acepto otra cosa que rendición incondicional.”

William Tecumseh Sherman fue otro general que hizo campañas de tierra calcinada para obligar a los sureños a rendirse y, con ello, poner fin a la terrible masacre. Al final de la campaña, conocida como la Marcha de Sherman hacia el mar, sus tropas capturaron Savannah el 22 de diciembre de 1864. Sherman telegrafió a Lincoln, ofreciéndole la ciudad como regalo de Navidad. Abraham Lincoln—quién confrontaba la posibilidad de perder las elecciones—fue reelecto en 1865.

Sherman fue además un hombre agradecido. Cuando un enemigo de Grant comenzó a atacarlo en su presencia Sherman le ripostó: “El general Grant es un gran general. Lo conozco bien. Él estaba a mi lado cuando yo estaba loco y yo estaba a su lado mientras él estaba borracho, y ahora, señor, estamos uno al lado del otro para siempre."

Al sur del continente, Simón Bolívar—padre de cinco repúblicas americanas—emitió un Decreto de Guerra a Muerte contra los españoles el 15 de junio de 1813 en la ciudad de Trujillo, al oeste de Venezuela. Fue tanta su vocación por la libertad que llegó a enfrentarse a la misma naturaleza. Cuando Caracas fue sacudida por un terremoto el 26 de marzo de 1812, y ante la frustración de los generales de su ejército, Bolívar exclamó a “todo pulmón”: «Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca»

Con la misma intensidad luchó por la libertad de mi Cuba añorada y flagelada el General Antonio Maceo y Grajales. En solo 90 días, Maceo y una abigarrada tropa que se limitaba a 1,400 hombres cuando salió de Baraguá, en el oriente de Cuba, muchos de ellos descalzos y mal armados, recorrieron  2,056 kilómetros en setenta y ocho jornadas, sostuvieron 27 combates, ocuparon 22 pueblos y despojaron al enemigo de 2,000 fusiles y 80,000 cartuchos. El 22 de enero de 1896 Maceo llegó a Mantua, el pueblo más occidental de Cuba, en la Provincia de Pinar del Río. Los 200,000 efectivos con que contaba en la Isla en ese momento el Ejército Español no fueron capaces de detener el coraje y el patriotismo del “Titán de Bronce” y su legión de centauros.

Otro general que no se detuvo en convencionalismos y que fue quizás el más vilipendiado durante la Segunda Guerra Mundial fue George S. Patton. Este hombre creía en la reencarnación y decía comunicarse con el “más allá”. Quizás por eso advirtió sobre el peligro del expansionismo soviético. En 1945, al concluir la Segunda Guerra Mundial, dijo: “Quizás nosotros hemos combatido contra el enemigo equivocado (los alemanes). Ahora que estamos en la frontera soviética deberíamos de atacar a estos bastardos. Porque, tarde o temprano, vamos a tener que pelear contra ellos.” La “Guerra Fría” del Siglo XX demostró que las palabras de Patton fueron proféticas. Su advertencia probablemente le costó la vida en un “accidente” automovilístico que todavía no ha sido totalmente aclarado.

Asimismo, en la isla que creo un imperio, Winston Churchill sembró la esperanza y fortaleció la voluntad de sus conciudadanos para repeler la agresión de Hitler. En un discurso ante la Cámara de los Comunes, el 4 de junio de 1940, Churchill hizo despliegue de su vibrante y contagioso optimismo.

En aquel momento de desesperación y terror dijo: “Nosotros no descansaremos ni fracasaremos. Nosotros iremos hasta el final. Nosotros pelearemos en Francia y en los mares y en los océanos; nosotros pelearemos con creciente confianza en los aires. Nosotros defenderemos nuestra Isla al precio que sea necesario; nosotros pelearemos en las playas, en los desembarcos, en los campos, en las calles y en las colinas. Nosotros jamás nos rendiremos”.

Por su parte, Harry Truman ha sido probablemente el Presidente de menos carisma pero con más pantalones de todos los presidentes americanos. Eso le permitió tomar la agonizante decisión de dejar caer la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Esta decisión, controvertida hasta el día de hoy, causó la muerte inmediata de 70,000 japoneses pero, según estimados confiables, salvó la vida de 2 millones de americanos. Proteger a su pueblo es la primera responsabilidad de cualquier presidente. Harry Truman la cumplió a cabalidad.

Volodymyr Zelenski está haciendo lo mismo y en condiciones mucho más difíciles. Ahora, se encuentra en compañía de todos esos hombres de leyenda que he mencionado en este trabajo. Pero Zelesnki no es un guerrerista por vocación sino por necesidad. Antes de la invasión trato de negociar con Putin y éste lo rechazó. No buscaba el peligro pero tampoco lo temía. El oso genocida lo obligó a pelear y él se paró en firme como los valientes, sin alardes ni bravuconerías como el esperpento que tenemos en la Casa Blanca. A todos los efectos prácticos Volodymyr Zelenski se ha convertido en una especie de “padre de la nueva ucrania”. Que Dios lo bendiga y lo cuide, para bien de su patria y símbolo de la libertad en el mundo.

3-29-22

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