Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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Con Trump en la Casa Blanca, Putin no se atrevió a robarse ni una pulgada de tierra.
El primer cañonazo en cualquier guerra constituye siempre un acontecimiento traumático, aun cuando se haya llegado al mismo en forma progresiva. Sin embargo, por mucho que yo traté de imaginarme la batalla, la realidad resultó ser muy diferente. Eso fue precisamente lo que ocurrió cuando Rusia enfiló sus misiles contra objetivos dentro de Ucrania a las 5:40 de la mañana, hora de Moscú, el pasado 24 de febrero. En las siguientes nueve horas me llené de coraje para concentrarme en la horrible realidad de lo que muy bien podría convertirse en la mayor conflagración europea desde la Segunda Guerra Mundial.
Ahora bien, a diferencia de la Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, ya no vivimos en el mundo bipolar de aquellos tiempos. Ahora vivimos en un mundo donde varias superpotencias controlan la mayoría de la economía, las armas y la influencia cultural. Asimismo, en ese mundo tratan de influir—aunque sin éxito alguno—la debilitada Organización del Tratado del Atlántico del Norte y la desprestigiada Organización de las Naciones Unidas. De ahí que muy bien podríamos decir que—para las naciones pequeñas—éste es un mundo de “sálvese quien tenga recursos para defender sus riquezas y su soberanía”. Ahí está la Ucrania heroica sirviendo de ejemplo a lo que acabo de decir.
Por otra parte, para entender mejor las razones de este conflicto tenemos que analizar las personalidades y los objetivos de Valdimir Putin y de Joe Biden. Putin es un asesino congénito cuyo principal objetivo es restablecer el poderío de la antigua Unión Soviética. Biden es una marioneta de la izquierda demócrata cuyo único objetivo es enriquecer a la mafia de la familia Biden. En la lucha y la miseria de este conflicto se derramará mucha sangre ucraniana y rusa. Cada gota de esa sangre manchará las manos de estos dos forajidos. Porque esta no es solo una guerra de Putin sino una guerra facilitada por la incapacidad de Joe Biden. Y ninguno de ellos tiene el más mínimo interés en servir a los pueblos que desgobiernan.
BIDEN Y PUTIN CONFRONTAN SUS PROPIOS PROBLEMAS
En cuanto a Biden, su deplorable conducta en esta guerra hace más profundo el hoyo en que se encuentran él y su partido de frente a las elecciones parciales del próximo mes de noviembre. Y prueba al canto. El prestigioso Rasmussen Report preguntó a una muestra de 1,000 americanos: “¿Cómo califica usted la forma en que el presidente Biden ha manejado la agresión rusa a Ucrania?” Casi las dos-terceras partes—el 64 de por ciento—calificaron su desempeño como negativo, el 15 por ciento como mediocre y el 49 por ciento como pobre. Esa es la razón por la cual el ex Secretario de Defensa, Robert Gates, dijo una vez que Joe Biden había estado durante cuatro décadas en el lado equivocado de todos los asuntos de política exterior y de seguridad nacional.
Putin, por otra parte, confronta serios problemas dentro de su propio país. Son muchos los rusos cansados de su dictadura y que, como los ucranianos, quieren disfrutar de la libertad que se les ha negado desde los zares hasta la fecha. Millares de rusos salieron a las calles el jueves pasado para protestar contra la invasión de Ucrania. La represión fue brutal y su resultado fue 1745 presos en 54 ciudades, 954 de ellos en el mismo Moscú.
SOBRE EL TITULO DE ESTE ARTICULO
Ahora quiero hacer referencia al título de este artículo. En el mismo he parafraseado el título del libro “Fábula del Tiburón y las Sardinas” del guatemalteco Juan José Arévalo. Explicaré, por lo tanto, los personajes que han dado vida a este artículo de “La Fábula del Oso y el Pájaro Loco”.
EL PÁJARO DESORIENTADO
En 1940, Walter Lantz creó el personaje El Pájaro Loco—un pájaro carpintero llamado en ingles Woody Woodpecker—que apareció por vez primera en una película de animación de ese mismo año. El síndrome de este personaje ha sido formulado por la psicóloga Nadia Persun, de la Universidad de Chicago, y consiste en una persona no se muestra dispuesta a ceder, y que repite constantemente los mismos argumentos demenciales.
EL OSO OPORTUNISTA
En todas las tradiciones y leyendas del mundo hay un lugar para el oso, un animal que representa la sabiduría, la fuerza y la capacidad de reflexión. Una bestia solitaria que recorre tranquila cada rincón de su reino, un reino que se extiende desde el helado Ártico hasta las secas sabanas del Perú, desde las montañas del Tíbet hasta las islas de Alaska. Putin sueña con reconstruir su reino en la forma de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
EL ARTISTA CONVERTIDO EN ESTADISTA
Pero el Oso Putin ha visto frustrado el sueño de reconstruir su imperio. Se le ha atravesado en la garganta el hueso del heroico pueblo ucraniano y de su presidente Volodymyr Zelenskyy. Un improbable líder que ha dado un salto mortal de las pasarelas artísticas a la inmolación personal para salvar a su pueblo. Un hombre que rechazó la oferta del Pajaro Loco Biden de sacarlo del país para salvarle la vida. La respuesta de Zelenskyy fue categórica: “La lucha está aquí. Lo que necesito son armas no un viaje de placer.” Ese es el material del que están hechos los estadistas. Ese es el lenguaje de los valientes que no entienden los cobardes como Joe Biden.
LA FUERZA ES EL ÚNICO LENGUAJE QUE RESPETAN LOS DÉSPOTAS.
Aunque la frase tiene sus orígenes en los emperadores romanos fue Ronald Reagan quién la puso de moda en los tiempos modernos. Su “Paz a través de la fuerza” determinó la política de su gobierno y se convirtió en lo que hemos dado en llamar “Doctrina Reagan”. Su principal admirador y, en cierta medida, su imitador ha sido Donald Trump. Durante los últimos veinte años Donald Trump ha sido el único presidente de los estados unidos que “paró en seco” a Vladimir Putin y sus aspiraciones de reconstruir el Imperio Soviético. Con Trump en la Casa Blanca, Putin no se atrevió a robarse ni una pulgada de tierra.
Con otros presidentes como George W. Bush, Barack Obama y Joe Biden—tanto republicanos como demócratas—Putin se apoderó de territorios por la vía de la fuerza. En el 2014, durante el gobierno de Obama, Putin anexó a Rusia la península de Crimea para ganar acceso al Mar Negro. Y bajo Biden ha decidido robarse a toda Ucrania.
Surge entonces la pregunta de ¿Por qué no hizo lo mismo con Donald Trump? La respuesta es muy sencilla: Trump era amable pero firme y, sobre todo, impredecible; mientras que Bush, Obama y Biden, intentaron apaciguar a al loco del Kremlin. Estos tres apaciguadores compartían la teoría de que el verdadero problema era la agresividad americana y que, por lo tanto, Putin tenía la razón.
AQUELLAS LLUVIAS TRAJERON ESTOS LODOS
Vladimir Putin no llevó a cabo la invasión de Ucrania de un día para otro. Una operación de tal naturaleza lleva cierto tiempo de planificación y, en mi opinión, esa planificación comenzó el primer día de la presidencia de Joe Biden. En ese primer día, Biden firmo 17 decretos dejando sin efecto el mismo número de decretos de Donald Trump. El más importante cancelando el oleoducto de Keystone a través del cual se importaba petróleo de Canadá a los Estados Unidos. Gracias a Keystone y a otras medidas con respecto a la explotación de esquistos los Estados Unidos se habían convertido por primera vez en 70 años no solo en autosuficientes sino en exportador de energía.
Esta decisión festinada de Biden en su intento de borrar todo lo que recordara a Trump produjo tres consecuencias negativas: el aumento de las emisiones de CO2 (dióxido de carbono), la pérdida de millares de empleos bien remunerados y una inseguridad regulatoria que paralizó nuevas inversiones. Y para congraciarse con los países europeos Biden anuló las sanciones de Estados Unidos contra Nord Stream 2 que abría la puerta para la venta de gas ruso a Alemania y a otros países de Europa. Estas medidas dejaron a los Estados Unidos dependientes del petróleo árabe y hasta del gas ruso así como a los países europeos dependientes del gas vendido por el carnicero del Kremlin.
EL DETONADOR DE LA INVASIÓN DE UCRANIA
No me cabe la menor duda de que el desastre de la fuga de Afganistán en que se retiró a los soldados americanos dejando desamparados a los civiles fue el detonador de la invasión de Ucrania. Asimismo se dejaron atrás 80,000 millones de dólares en armas sofisticadas, muchas de las cuales han ido a parar a China, Rusia e Iran.
Pero lo más perjudicial fue el abandono en medio de la noche de la Base Aérea de Bagram que actualmente es operada por China Comunista. La misma China Comunista que se prepara en estos momentos para invadir a Taiwan. Ese es el legado que nos dejarán Biden y los titiriteros que lo manipulan por instrucciones de Barack Obama.
SANCIONES DÉBILES Y TARDÍAS
Después de pujar por un tiempo que parecía eterno se produjo al fin el parto de las sanciones contra Rusia a las que le hicieron más publicidad que al consabido “parto de los montes”. El sábado pasado los Estados Unidos y varios países europeos decidieron finalmente imponer castigos financieros contra el Banco Central y otros bancos de Rusia por la invasión de Ucrania. Estas sanciones debieron haber sido impuestas desde el mismo momento en que Putin comenzó a desplegar soldados en la frontera con Ucrania. Quizás en ese momento habrían producido el efecto de detener la invasión. Ahora son un esfuerzo inútil para esconder el bochorno de abandonar a Ucrania.
NO CONFÍEN EN LA PALABRA DE UN ESPÍA.
En el momento en que redacto estas líneas me llegan informaciones sobre unas conversaciones—según el Presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy—sin condiciones previas entre rusos y ucranianos en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, cerca del río Pripyat. En situaciones como esta es importante que los ucranianos anden con mucha cautela porque los déspotas no negocian sino derrotan. Y los espías no tienen palabra sino ponen trampas.
LA ALIANZA RUSO-CHINA Y EL EJE DEL DESPOTISMO.
Vladimir Putin sabe, porque lo ha sufrido en carne propia, que las guerras no se ganan solamente con poderío militar sino que necesitan poderío económico para salir triunfantes. Sabe que así fue como Ronald Reagan le ganó la batalla a Gorbachov y pulverizó a la Unión Soviética. Está consciente de que la economía rusa—del tamaño ínfimo de la de Italia—jamás podrá superar a la economía americana. De ahí su estrecha alianza con una China Comunista que financiará sus aventuras militares a cambio de una participación en el botín.
Pero las cosas están yendo aún más lejos. China y Rusia se han aliado para la exploración y explotación de minerales en el Océano Ártico; así como están en proceso de crear un eje del despotismo con la participación de Moscú, Pekín, Teherán y Pyongyang. El objetivo es despojar a los Estados Unidos de influencia en el Medio y Lejano Oriente. Si este país se dejara engañar por sueños de izquierda podríamos despertar un día “hablando en chino”.
3-2-22
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