Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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En Génesis 1:26-27 leemos: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

Fuimos creados para que tuviéramos libre albedrío y disfrutáramos de todas las riquezas de la tierra. Este estado se encuentra representado políticamente en un nacionalismo cuyos objetivos son la defensa de la libertad, la preservación de la soberanía nacional, el orgullo de patria, la migración positiva y controlada, la protección de los recursos naturales, la defensa de la familia, el fomento de la identidad cultural y el desarrollo de una sana espiritualidad.

No fuimos creados para ser instrumentos de minorías empeñadas en la creación de un mundo materialista que es contrario a nuestra felicidad y a los designios de Dios. Ese estado se encuentra representado políticamente en un globalismo cuyos objetivos son la ideología de género, la erradicación de la familia, las fronteras abiertas, la destrucción de la soberanía nacional, la erosión de la identidad cultural y la eliminación de la espiritualidad.

Esta línea entre nacionalistas, o patriotas, y globalistas, o mundialistas, no se define como izquierda y derecha ciertamente, sino entre los que sienten que la nación, con sus tradiciones, costumbres, homogeneidad de cultura, es la base de toda convivencia natural, y los que quieren hacer desaparecer el concepto de nación y crear una masa de consumidores sin otro valor y tradición que las fuerzas del mercado y la ideología de izquierda.

Qué es el "globalismo", la ideología que —según Trump y otros líderes mundiales—se opone al "amor a la patria". En uno de sus discursos ante la Asamblea General de la ONU, Donald Trump afirmó: "El mundo libre debe proteger su estructura nacional y no tratar de reemplazarla. El futuro no pertenece a los globalistas, el futuro pertenece a los patriotas". La realidad es que los pueblos se han cansado no sólo  del globalismo como doctrina sino del hambre, de la criminalidad, de la falta de libertad y del ateísmo que trae consigo el globalismo. Estos globalistas la han emprendido contra todos los valores que les resten el poder absoluto sobre los pueblos. No creen siquiera en sus madres y nos quieren dejar sin madre, sin padre, sin hijos, sin familia, sin libertad y sin patria.

La buena noticia es que muchos pueblos del mundo ya están de regreso de la demagogia de los globalistas y vuelven a sus valores tradicionales de Dios, patria y familia. En el Continente Americano, el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, ha dicho que el globalismo es una "configuración actual del marxismo", de la cual Brasil y el mundo necesitan liberarse. Por su parte, Pedro Castillo, en Perú, Gabriel Boric, en Chile, y Alberto Fernández, en la Argentina se tambalean; mientras Gustavo Petro, en Colombia, está escondiendo su marxismo. Y, con el inesperado resultado electoral el pasado 2 de octubre el pueblo de Brasil le ha propinado un duro golpe al delincuente Luiz Inácio Lula da Silva, y dado la oportunidad a Jair Bolsonaro de resultar triunfador el próximo 30 de octubre.

Hagamos ahora un breve recorrido por el resto del mundo. Comencemos por Italia. El verano reciente, la conservadora populista Giorgia Meloni empezó a mostrar un firme apoyo en las encuestas de opinión pública. La izquierda europea se preocupó al extremo de que el presidente de la Unión Europea llego a decir en cámara que no votaran por ella. Pero Meloni es uno de esos políticos que no se dejan amedrentar y que dice las cosas sin pelos en la lengua. Como resultado, su partido, “Hermanos de Italia”, logró una contundente victoria en las últimas elecciones. Se hicieron con la mayoría en las dos cámaras del parlamento y Giorgia Meloni será la primera mujer Primer Ministro de Italia. El lema del partido es “Dios, patria y familia“.

En una de sus declaraciones después de resultar electa, la  Meloni le cantó las cuarenta a la Unión Europea. Entonces afirmó: “La Unión Europea nos dijo que teníamos que excluir todas las referencias a las navidades. Que Jesús, María y todos los nombres cristianos tenían que ser eliminados de nuestras declaraciones. ¿Nos rendiremos ante este sacrilegio? De ninguna manera nos rendiremos. Los enfrentaremos con las botas puestas hasta que logremos la victoria”. Y concluyó: “Es el tiempo de la responsabilidad, gobernaremos para todos los italianos”.

La heroica Hungría es otro bastión del conservadorismo europeo. El lunes 16 de mayo de 2022, Viktor Orbán fue elegido primer ministro de Hungría por quinta vez. Tras prestar su juramento de primer ministro, Orbán prometió proteger a su país de las destructivas políticas multiculturales globalistas de la Unión Europea. Y lo cito cuando dijo: “Esto se debe a que creemos en los fundamentos de la civilización cristiana de Europa y creemos en el concepto de Estado-nación, que ya ha sido abandonado en Bruselas. Para nosotros es importante contar con la bendición de Dios”.

Y concluyó sus palabras diciendo: “Seguiremos defendiendo nuestras fronteras y no dejaremos entrar a los inmigrantes indeseables. Protegeremos a nuestras familias y no dejaremos que los activistas de género entren en nuestras escuelas. En Hungría, un padre será un hombre, una madre una mujer, y nuestros hijos honrarán a sus padres.”, aseguró el jefe del gobierno.

En Canadá, el admirador de China Comunista, Justin Trudeau, confronta vientos huracanados. El nuevo líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre, defiende el mercado libre, el recorte de impuestos y apoyó las protestas de los camioneros del año pasado contra Trudeau. Tiene 43 años y quiere hacer de Canadá «el país más libre del mundo». Poilievre ha sido  siete veces diputado, exministro y potencial contrincante del actual primer ministro Justin Trudeau para las elecciones de 2025. Como dato interesante su mujer es venezolana.

En Alemania, el líder conservador Frank-Walter Steinmeier y su Partido Alternativo Alemán  se han convertido en el mayor partido de oposición en la Asamblea Legislativa (Bundestag). Los mismos progresos en captación de votos se han visto en los partidos conservadores y nacionalistas de Austria y de Finlandia. La realidad incontrovertible es que, ante la crisis del internacionalismo, el viejo continente está despertando de su pesadilla.

La vanguardia de este despertar parece encontrarse en Gran Bretaña. Líderes del movimiento por el Brexit como Nigel Farage afirman que hay una crisis política, económica y financiera que amenaza a Europa. Este el tipo de nacionalismo que se extiende por estos tiempos por toda Europa. En Francia, la líder conservadora Marine Le Pen y su partido superaron por medio millón de votos al globalista Emmanuel Macron en las recientes elecciones para la Unión Europea.

Sin darle más vueltas a la noria, esta situación precaria demanda una solución drástica e inmediata. La resurrección del nacionalismo parece ser la única tabla de salvación. Un nacionalismo orientado hacia el desarrollo y el mantenimiento de una identidad nacional basada en características compartidas como la cultura, el idioma, la etnia, la religión, los objetivos políticos o la creencia en un ancestro común.

Un nacionalismo abierto a la inmigración siempre que los inmigrantes compartan valores y acepten los principios de la sociedad a la cual emigran. Si vienen a cambiarla no serán bienvenidos. Que se vayan con sus burkas, su atraso, su terrorismo y su música para otra parte.

Para los cubanos, después de la libertad que ya viene en camino, el antídoto contra cualquier futura resurrección de éste régimen de horror es la prédica del Martí que ignoramos en la república. José Martí, definió a la patria con la ternura que matiza toda su obra poética: “Patria es algo más que derecho de posesión a la fuerza…..Patria es comunidad de intereses, comunidad de ideales, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”.

10-4-22