Dr. Fernando Dominguez

 

Por siglos se ha entendido por “Democracia” el modelo político donde gobierna “la mayoría”. Literalmente significa “gobierno del pueblo”, de la mayoría. Desde la antigua Grecia, hasta nuestros días, eso ha implicado un “dominio” de la mayoría sobre el resto de sus conciudadanos.

La ferocidad de esa dominación se ha intentado “suavizar” con la introducción de un sistema de leyes que la atenúe, y asegure ciertas libertades y derechos básicos para todos los ciudadanos, a través de la imposición de un sistema judicial en el que los acusados tengan ciertas garantías procesales enmarcadas en un documento rector de esa forma de vivir: una Constitución que “asegure” garantías y derechos, que defina y enmarque los poderes gubernamentales, que establezca como se estructuran esos gobiernos a toda escala: nacional, territorial, municipal y cuál es su forma de interconexión y subordinación, y un relativamente grande mecanismo de aplicación de esas reglas  a la vida social.

Pero resulta innegable que ese gobierno de la mayoría, de los que piensan y actúan de cierta manera ante la propiedad, la distribución del ingreso, la existencia, el mantenimiento y el aseguramiento de la voluntad de la mayoría que elije a sus “líderes” que la “representan”, ejercen el poder, administran la cosa pública y están encargados de asegurar esa “voluntad de la mayoría” con represión, a veces abierta y a veces, velada,  contra quienes no la acaten.

Se generan abusos, corrupción, y otras formas de manifestar ese “dominio” por sus “líderes”, que enmarcan su accionar en una suerte de impunidad, que se deriva de su dominio sobre el poder, sobre las autoridades, sobre los mecanismos sociales, y un gran etcétera de consideraciones.

Casi todos los entusiastas del gobierno de la mayoría desean que lo que la mayoría prefiere (expresado generalmente por sus líderes), se imponga a raja tabla porque, “para eso son la mayoría” y para eso fueron electos, por esa mayoría.

La expresión suprema de esa forma de dominio a un nivel de dictadura abierta y descarada, se encuentra en las llamadas “democracias socialistas”, donde se ejerce esa dictadura en forma extrema, denominándola “dictadura del proletariado”, partiendo del supuesto de que el “proletariado” y su “partido único” son la mayoría efectiva y calificada.

Eso se convierte en el mayor ejercicio de abusos de todo tipo al no existir ningún tipo de restricción al ejercicio de esa dictadura, monda y lironda. Esa forma tan “lógica” de que la mayoría no tiene frenos ni cortapisas para ejercer ese poder que dimana de ser “mayoría absoluta” le ha costado a la humanidad entre 150 y 200 millones de muertes.

No obstante, todavía hay seres humanos ejerciendo esa abominación, en lugares como Cuba, China, Corea del Norte, Venezuela, entre otros y, lo que es peor, muchos otros aspiran a instaurarlo donde no existe, con el inexplicable apoyo de muchos, ignorantes de la realidad, de la historia y las terribles consecuencias de sus deseos.

Nuestros Padres Fundadores, con el genio y la creatividad que les hiciera crear la nación más poderos, próspera, libre y justa de este planeta, concluyeron, acertadamente, que a la obvia monstruosidad que podría resultar de la democracia de la mayoría absoluta y su distorsión absoluta de la felicidad, crearon un concepto de “democracia republicana”.

Una sociedad basada en la mayoría, pero con garantías específicas de libertades para la minoría. Con un sistema económico de libertades,  generador de la prosperidad para todos y con un sistema de administración que le pone límites a la mayoría hasta entonces, tradicional, sin frenos y sin garantías para la minoría o las minorías.

Esa forma Republicana de Democracia, posee los siguientes elementos atenuadores de la potencial dictadura de la mayoría:

1.- Un Colegio Electoral que balancee los intereses de la población de todos y cada uno de los Estados, para evitar la tiranía, que de hecho se crearía, ejercida a perpetuidad  por aquellos Estados donde la población es mucho mayor que en los otros.

El Colegio Electoral asegura que los intereses de todos los Estados (que son la esencia de nuestra nación y que se unieron para constituirla por su propia voluntad y sin menoscabo de su propia existencia), no se pisoteen por estados muy grandes, como California, New York y otros, cuya población es mucho mayor por tener ciudades cosmopolitas muy densamente pobladas y/o un tamaño desproporcionado con muchos otros.

El propósito específico del Colegio Electoral es impedir que un  Partido sea dominante en esos Estados de mayoría poblacional, mantengan posesión del poder central, obviamente en detrimento de los intereses de la verdadera mayoría.

2.- Una Corte Suprema de Justicia verdaderamente representativa del balance partidista, debido a que la sucesión de administraciones de diferentes partidos impide que sea desproporcionada la cantidad de jueces electos por el partido de turno en el poder, debido a que el término “de por vida” de esos Jueces electos, impide una renovación drástica y mono-partidista en su formación.

3.- Un Sistema Económico creado a partir de la libre competencia, la libre participación, la eliminación de regulaciones burocráticas que priven la formación de precios de mercado, que aseguran el ejercicio de la libertad económica, y que logran que la igualdad ante la Ley se corresponda con la igualdad ante el mercado, para asegurar una prosperidad libre de preferencias y privilegios partidistas.

Estos tres eslabones básicos de la República organizada por los Padres de la Patria han sido, pisoteados por los políticos, en una sucesión de intereses que, en la práctica han destruido la igualdad y asegurado el privilegio.

Los políticos, en sucesivas generaciones, han ido creando un aparato administrativo-gubernamental gigantesco, lleno de regulaciones, permisos, inspecciones, autorizaciones o desautorizaciones administrativas, que pisotean el concepto original, exigiendo una abundante imposición de impuestos, tasas, fees, y todo tipo de recargos.

Como si fuera poco, ese aparato se reproduce en cada uno de los 50 estados, en cada uno de los miles de condados, ciudades, municipios y territorios, transformando los conceptos originales en letra muerta y convirtiendo la República en un estado socializado y generador la corroyente corrupción, derivada de la participación arbitraria de individuos en las decisiones económicas, financieras, empresariales y administrativas, en un fenómeno destructor de la moral pública.

La arbitraria politización de las decisiones y la desconexión entre los principios, las tareas y los recursos, han desbalanceado de forma sistemática los presupuestos, con una emisión monetaria generadora de una galopante inflación, que destruye la moneda, los ingresos de los ciudadanos dependientes de un salario, y consolida la arbitrariedad del partido en el poder para utilizar los recursos, creados por todos.

Desde su creación, ha habido una insistente intención de destruir esa democracia republicana y sustituirla por la tradicional “democracia” de la mayoría absoluta, sin contrapesos.

Agrupados en el Partido Demócrata, vemos la insistencia en conseguir votos para lograr una mayoría absoluta sin contrapesos, utilizando mecanismos de todo tipo, desde el populismo hasta la inmigración; desde la creación de aparatos sustitutos de la participación y el mercado, hasta el sabotaje a la libre competencia y la economía de mercado, basándose en la aspiración a un igualitarismo chato, en una equivalencia de géneros y sexualidades, en una creación de subvencionados clientelares, y otros muchos e incesantes acosos a la libertad económica, a la libre expresión, a la destrucción de valores tradicionales, sustituyéndolos por supuestos derechos que deben financiar los impuestos de los creadores de riqueza y oportunidades.

Esa monstruosidad se ha tornado, con el tiempo y la complicidad de muchos supuestos “conservadores” en el llamado “pantano” de la burocracia federal, estatal, condal y municipal, que no solo medra y vive de los demás, sino les condena a una moneda devaluada por la inflación y los gastos alegres de la burocracia actual.

La democracia de las mayorías absolutas solo genera arbitrariedad, retroceso en vez de progreso, pobreza en vez de prosperidad y pone en entre-dicho la libertad, al generar una clase política con poderes superiores a los de los ciudadanos, una corrupción destructora de la sociedad y una destrucción a mediano y largo plazo, como la generó en todas partes donde se ha aplicado, desde Grecia, Roma, Europa, el mundo comunista y, nos destruirá también por los enormes problemas que conlleva, por lo cual nuestros geniales fundadores crearon la democracia republicana.

Es necesario regresar a la República, a la democracia que diseñaron los fundadores de la nación que apenas en unos pocos años, mostró su inmensa superioridad, convirtiendo a la nación en la más poderosa, próspera y libre del planeta.

Reclutar los votantes para asegurar el regreso a la riqueza, la fortaleza social, el imperio de la Ley, requiere ejercer el voto de forma responsable y elegir a los aspirantes que representan esos conceptos de la República, grande, próspera, fuerte y segura para todos y no para unos pocos, en nombre de la mayoría.

Esa es la tarea de los patriotas y los ciudadanos de sentido común de nuestra época.