Dr. Fernando Domínguez

 

La exclamación de “Go Brandon!” es apenas la alborada que deja ver un fenómeno que va más allá de una nación. La tormenta de una rebelión popular, civil y pacífica, pero inexorablemente aplastante del abuso asoma por el horizonte y se manifiesta cada día crecientemente.

Hay muchos que han pretendido “construir una sociedad más justa” durante siglos. Desde la Comuna de París hasta el horror de la actual Habana Vieja, y ha sido sufrida por muchas naciones: rusos, ucranianos, uzbekos, europeos orientales, peronistas de varios colores y sabores, venezolanos; todos con el mismo resultado: constante, absoluto e inequívoco fracaso. Retraso, nivel de vida mucho peor, hambre, miseria, escasez, mediocridad empoderada, pobres convertidos en pordioseros, retraso educacional, científico, social, moral, cultural; más de 100 millones de muertes y una nueva  élite de “dirigentes”; “líderes” erigidos en semi-dioses, dueños únicos de una verdad “oficial”, mentirosa, opresora, lavadora de cerebros y sin escrúpulos para encarcelar, reprimir, matar, ordenar enfrentamientos civiles, siempre rodeados de una corte de facinerosos aduladores, sirvientes y lacayos, que son los que aprietan el gatillo de la barbarie ordenada por ellos, para mantenerse en el poder eternamente.

Pese a esa obvia realidad histórica, en cada generación aparecen nuevos aspirantes a “líderes”. Porque siempre hay muchos que desean tener ese poder absoluto de que disfrutan los “líderes supremos” de esas sociedades. Claro está, siempre disfrazando esos propósitos con bellas frases, discursos sobre la “justicia” social, racial, etc.. Para “motivar” a muchos inocentes a que se sumen a esa “causa” que inequívocamente ama tanto a los pobres que los multiplica hasta convertirlos en mayoría. Mientras más pobres y dependientes de los “líderes supremos” y sus lacayos y matarifes, pues más esclavizados se sentirán, más obligados por las circunstancias a ser obedientes, miedosos de la libertad e independencia, agradecidos de las piltrafas que les conceden y sin aspiración alguna a vivir libres, independientes, llenos de sueños e ilusiones, como viven los seres humanos libres. Lo peor de esas sociedades es la desesperanza generalizada que generan.

La inevitable justificación de los “justicieros” que quieren igualdad y preconizan la distribución “igualitaria” de la riqueza  es presentar los hechos como que los pobres son pobres, por culpa de los ricos. Que es necesario imponer impuestos y gravámenes de todo tipo para que el todo poderoso “gobierno” realice su papel de Robín Hood de quitarles a los ricos para darles a los pobres. Eso les permite empoderarse en la administración para una distribución “conveniente” de esos ingresos que les asegure el “agradecimiento” de los “favorecidos” para eternizarse en poder administrativo, donde disfrutan de prebendas, ingresos paralelos y poder político para jamás perder esas posiciones.

Esa dinámica genera un enorme aparato administrativo que manejan a su conveniencia y enormes fondos que les permite “estimular” a proyectos favorables a sus ideología, a sus protegidos y en el decursar del tiempo, una nueva clase social, privilegiada, todopoderosa, que nadie ha elegido, pero que maneja, administra la cosa pública, la educación, que fortalecerá la ideología que le conviene a las generaciones futuras, al aparato de cumplimiento de la Ley, a una enorme burocracia que siempre tendrá nuevas regulaciones “necesarias” de todo tipo…ese monstruo que llamamos el “deep state”. 

Esa “ideología” genera su propia auto-alimentación para ser cada vez más poderosa. Justificaciones, hay y se generan muchas más diariamente. Desde el cuidado del medio ambiente, hasta cualquier otra cosa imaginable de la actividad humana, requiere un permiso, que un burócrata emite. Una legislación que la regule; un aparato burocrático que la administra. Impuestos y gravámenes que necesitan un ejército de recaudadores y administradores. Para todo eso se genera una ideología intervencionista. La sociedad más exitosa del mundo, la de la libertad individual, empresarial, y socio-económica es manipulada con todo tipo de artilugios intelectuales, filosóficos y sociales. De repente la Ley del Mercado es sustituida por “la necesidad de regular el mercado”. Algo así como la negación de la negación…¿Regular la Oferta y la Demanda? El dinero ya no es una medida del valor, una palanca de consolidación de la sanidad del mercado libre, sino todo lo contrario, una palanca de manipularlo, y de paso de generar más impuestos onerosos, invisibles y espantosos, como la inflación, que es la forma maligna de obligar a contribuir a los más desvalidos.

El inexorable paso del tiempo en esas condiciones, crecientemente y conscientemente alimentadas, pues llevará a un gobierno crecientemente autoritario, enlazado a escala global con sus iguales en todas partes del mundo, bajo la guía de esos paladines de una nueva clase de sociedad, todos sometidos a esa élite global.

Pero todo tiene un límite. Hasta el abuso del poder. Puede apreciarse una gran oleada de repudio a todo ese andamiaje que solamente esconde un poder que descaradamente aspira a manejar esclavizadamente a la humanidad, no importa las fronteras o las naciones. El sueño hitleriano mediante el poder económico. No cañones, sino “regulaciones”. La exclamación de “Go Brandon!” es apenas la alborada que deja ver un fenómeno que va más allá de una nación. La tormenta de una rebelión popular, civil y pacífica, pero inexorablemente aplastante del abuso asoma por el horizonte y se manifiesta cada día crecientemente.