Dr. Fernando Domínguez

 

La “Quimera del Oro”, la famosa película de Charles Chaplin, es la exposición explícita del poder del deseo, de las aspiraciones  humanas, por encima de la realidad.

El afán de enriquecerse, es consecuencia de la dura realidad en que se vive. Proviene de la existencia absolutamente ajena a toda posibilidad de una vida mejor, debido a que está condicionada por la  total precariedad material,  imposibilitada de mejorar, y mucho menos, de enriquecerse, debido a la ausencia absoluta de medios y vías para lograrlo

Aspirar a alcanzar algo es solamente un paso inicial y probablemente lo menos difícil. Se requiere adicionalmente  tener el “cómo” llegar hasta ese lugar deseado.  El “cómo” es el verdadero “pollo del arroz con pollo”.  La meta, la aspiración, requiere mantener una ruta, un camino a seguir, que a su vez, necesita los instrumentos, las herramientas, los procedimientos,  necesarios para sostener el rumbo, para avanzar, para superar los obstáculos, para recuperar el camino cuando se pierde, y para conservar la aspiración, saber ajustar la ruta y poder mantener el camino trazado.

Los expertos en las ciencias sociales, particularmente la económica, han dedicado años al descubrimiento de ese conjunto de estudios, al diseño de herramientas, que permitan definir lo más exactamente posible el verdadero estado de cosas en que se desarrolla la aspiración, a cómo definir acertadamente la meta a lograr con las mejores opciones de alcanzarla.

Diferentes modos de producción, diferentes tipos de sociedad, enmarcadas por las formas de producción, por las relaciones de propiedad y las formas de gobernar poseen o carecen de herramientas y fortalezas para ejecutar las mediciones y definiciones requeridas para llevar a cabo exitosamente esas tareas . Cada sociedad posee diferentes medios y métodos de definir sus metas, determinados con mayor o menor eficacia y los resultados son la verdadera prueba de lo acertado de sus métodos.

Está demostrado más allá de toda duda, que la toma de decisiones basadas en poderes y caprichos personales de quien ejerce el poder, carentes de todo fundamento y bases reales, jamás han sido capaces de lograr que esas tareas se logren con éxito y precisión.

La calidad de ese “retrato” inicial, de los problemas y limitaciones y la posibilidad de superarlos, permite pasar al segundo proceso lógico: cuales son las metas realistas alcanzables. Esa definición de objetivos, de metas, de progreso real, en cada etapa, estará obligatoriamente basada en la realidad corriente y es fácilmente comprensible que definir metas que no estén posibilitadas de alcanzarse por la incapacidad de evaluar acertadamente las condiciones iniciales, solamente conducirá a lo inevitable: el fracaso de alcanzar la meta.

La historia humana está repleta de éxitos y fracasos en ese proceso de cambio, de crecimiento y desarrollo.

Esa meta definida, basada en la realidad y sus posibilidades de transformación, conduce al detallado mecanismo de “hoja de ruta” que expresará las metas de cada instancia y espacio, necesarias de alcanzar para llegar exitosamente  al final del camino previsto.

Y la realidad de que algunas sociedades obtienen éxitos notables y objetivamente medibles, mientras otras llegan a resultados completamente contrarios, y concluyen esos procesos peor que cómo los iniciaron. Y ahí radica que podamos utilizar en forma figurada que mientras las exitosas llegan a esa cota más alta para el nivel de vida de sus pueblos, las fracasadas demuestran estar sumidas en “la quimera del oro”, obteniendo finalmente una verdadera “quimera de la miseria”, un monumento histórico contrario a sus aspiraciones “originales” y demostrativo de que el crecimiento social, el desarrollo material, cultural, espiritual, científico, educacional, el triunfo de las aspiraciones para convertirse en realidades, tiene una forma única de lograrse: atenerse a la evaluación y proyección científica y objetiva y erradicar el “mesianismo”, la “genialidad individual auto-creada” de líderes más merecedores de ingreso en una clínica psiquiátrica que en una posición de liderazgo socio-político.

Todos sabemos que hay dos modelos de desarrollo socio-político:

  • el que la vida confirma como exitoso, que logra pacientemente sus metas, y,
  • el fracasado, que nunca alcanza sus objetivos proclamados a los cuatro vientos, y resulta ser más propaganda que cualquier otra cosa;

éste último, lamentablemente adoptado por “líderes” que generalmente se apropiaron de forma violenta de su posición, que se sostienen en el poder ejerciendo un sistema policíaco-represivo, que eliminan  a cualquier persona que ose contradecirles, que eliminan toda posibilidad de libre expresión, erradican la sana competencia de la propiedad basada en los resultados y adoptan ese mesianismo semi-religioso, basado más en el terror implacable que en los resultados, convirtiendo en delito de estado cualquier intento de señalar lo terriblemente erróneo de sus directivas.

El primer grupo de sociedades exitosas trae a la mente los llamados “tigres asiáticos”; que incluyen países como Corea del Sur, Malasia, Singapur y otros  similares, que han elevado sus sociedades a un nivel similar a cualquier otro, en un plazo corto y libre de violencias y abusos, basados en la competencia y la libertad empresarial.

El segundo, abarca históricamente abominaciones como la Rusia Soviética, particularmente en la etapa stalinista, los otros países donde se impusieron regímenes de igual corte,  en Europa del Este, Asia, y a consecuencias del cáncer castrista, en Cuba, Venezuela, Nicaragua ... y quizás otros, víctimas de similar contaminación.

El más simplista análisis comparativo del resultado de esa “quimera de un loco” es el caso cubano, país destruido hasta sus cimientos por una tiranía al peor estilo stalinista, que por 65 años ha ido destruyendo todo, absolutamente todo logro anterior a su imposición. Comenzó con una expropiación masiva de todos los medios de producción que tenían al país en la tercera posición continental y la décimo-tercera del mundo:

  • toda la industria azucarera, toda la agricultura y la ganadería (había 8 millones de cabezas de ganado vacuno, con similar cantidad de habitantes) de producción lechera y cárnica,
  • toda la industria básica, ligera y manufacturera,
  • toda la construcción, la minería, la banca, la atención de salud, la educación, las viviendas,
  • todos los pequeños y medianos negocios, incluyendo las máquinas de coser de las costureras, las tijeras de barberos y peluqueras, y un gigantesco etcétera, completado en 1968, con la “ofensiva revolucionaria”, que decretó el comunismo a todo trapo como vía de todo desarrollo, alternativa de felicidad y única aspiración humana.

Curiosamente, era el aniversario décimo de otro salto al vacío similar: “el gran salto adelante” de Mao-Tse-Tung en la China Comunista, también curiosamente ejecutado a un plazo similar al de su llegada al poder. 1949-1958 para Mao y 1959-1968 para Castro. Ambos saltos al vacío con resultados similares: fracaso total, generación de violencia extremista para cualquier disidente, intolerancia extrema a cualquier razonamiento lógico y creación de una gigantesca burocracia represiva, intolerante y creadora del culto a la “genialidad” del líder y sus únicas facultades de ser sabio “en lo que sea”, y la disposición ciega de obedecerle y seguirle “pa lo que sea”.

Hasta aquí un paralelismo absoluto en los métodos y los resultados abominables.

La diferenciación comienza más tarde, cuando en China se sustituye al “Genio Infalible” por un grupo de revisionistas, cuya primera tarea fue aliarse con los capitalistas, especialmente de USA, para convertirse en su fábrica barata y mediante el subterfugio, preparase material, técnica y administrativamente con los “avispados” capitalistas para chuparle su tecnología, preparase para competir mediante precios y corrupción, aprovechar su ceguera y afán de lucro personal, infiltrarles su ideología e intereses y llegar al estado actual de la situación, que presenta una infiltración total de China en USA y no al revés.

Los globalitas fueron suficientemente astutos para hacer avanzar su agenda contra USA en favor de su poder llegando a compartir con los chinos parte de sus herramientas de control, que ha conducido a la situación actual de coadyuvar a destruir el poder norteamericano en favor de su agenda globalita.

Los otros reyes del genio “revolucionario”, los castristas, tuvieron al “líder indiscutido” en el poder absoluto, por mucho más tiempo, lo que les condujo al inevitable desastre, también absoluto, que hoy se aprecia en toda su magnitud. Cuando ese “líder” murió, pues se mantuvo en el poder la misma camarilla de inútiles aduladores, represores fanáticos e incompetentes, entrenados en la ausencia de responsabilidad por los resultados, el aislamiento de los intereses de ese grupo contra los intereses de la nación, llegando a la extrema pobreza de recursos existentes, donde la destrucción de la agricultura, la industria, la educación, la cultura, produjo el colapso, natural e inevitable, de todo el resto de la vida social.

El único remedio posible a la extinción, en camino inevitable, es una renovación total a las concepciones torcidas que sostienen esa entelequia. En ella no hay límite ni reparo alguno en reducir diariamente el nivel absoluto de supervivencia material de toda la población para financiar su represión, su propaganda, sus mecanismos de infiltración en el resto del mundo para asegurar su propia sobrevivencia y el sostén de la viejísima teoría del genio líder, aunque toda la realidad a su alrededor solo demuestra que era un loco paranoico, cuyo peor resultado no ha sido solo la destrucción alcanzada, sino la imposición del método que ha impedido, impide, e impedirá, hasta su propia extinción, cualquier posibilidad de recuperación.

La desaparición es tan ineluctable que ni siquiera se les puede desear que descansen en paz.

Porque la destrucción y el empecinamiento en continuar por la amplia senda de los fracasos cosechados, pronostica un final plagado de cualquier cosa, menos de paz.