Angelica Mora.
Nueva York
El presidente de Chile Gabriel Boric está desesperado, porque el cargo de mandatario le queda demasiado grande.
Como estudiante, organizando huelgas, cumplía su cometido... pero es otra cosa el tener que dirigir al país. En su ignorancia, Boric trata de buscar una salida a su fracaso. Y hace lo imposible, como romper con sus aliados socialistas.
Recientemente, en Naciones Unidas, el presidente reconoció el caos en que está sumido Chile. Desde el 11 de septiembre, fecha en que se cumplieron 49 años del golpe militar, se han registrado fuertes enfrentamientos de encapuchados y carabineros. El palacio de La Moneda y la Plaza Baquedano (conocida popularmente como Plaza Italia y denominada por algunos sectores izquierdistas como Plaza de la Dignidad) han sido escenario de disturbios y choques con los agentes del orden. Bajo el pretexto que se tratan de "movilizaciones sociales" el vandalismo está rampante.
En su discurso en las Naciones Unidas Boric culpó a "los izquierdistas" que han llevado a cabo "graves episodios de violencia" y advirtió que esos hechos pueden ocurrir "en el resto de los países". Al culpar a la izquierda de la violencia Boric fue más allá del límite permitido a un marxista y además, se desligó de los aliados al condenar a Rusia, Irán y Nicaragua.
Ataca a uno de sus supuestos aliados, Daniel Ortega de Nicaragua y no apoya a Nicolás Maduro de Venezuela. Condena a Rusia por la invasión de Ucrania y a Irán por el maltrato a las mujeres y ataca a Donald Trump por lo que llama sus negocios con China.
Boric es izquierdista, junto con Gustavo Petro de Colombia, Pedro Castillo de Perú, Alberto Fernández de Argentina, Luis Arce de Bolivia, Andrés Manuel López Obrador de México y Xiomara Castro de Honduras. Llegó a la presidencia al derrotar al conservador José Antonio Kast.
Pero, podría calificarse como "justicia divina" lo que acontece hoy en Chile.
El mandatario se destacó como líder estudiantil de la extrema izquierda al organizar huelgas estudiantiles que se transformaron en ataques terroristas.
Posteriormente hubo una ola de disturbios y destrucción con los izquierdistas usando como excusa una minúscula alza en los pasajes de la locomoción colectiva, que causaron enormes daños en el moderno Metro de Santiago y en muchas propiedades de la capital chilena. La ironía es que hoy el Presidente es atacado por insinuar que es necesario aplicar un alza en la misma locomoción colectiva que hace años rechazó. Lo justifica diciendo: "Lo de ayer eran otros tiempos..."