Cuando un país decide cometer suicidio, nadie lo puede parar

... solo un milagro. José González

Se han cumplido más de tres meses de protestas en Chile. Y hoy, junto con el agobiante calor del verano, no hay ningún propósito para poner fin al caos iniciado en octubre del año pasado.

Por el contrario, hay la firme intención de proseguir las demandas en forma indefinida, destruyendo de paso lo que resta de la sociedad y la economía del país andino en los días venideros.

El Gobierno de Sebastián Piñera presentó una serie de reformas de seguridad, que implican aumento de las sanciones para aquellos que saqueen comercios o monten barricadas e impidan el tráfico de vehículos, pero las medidas no han detenido los desórdenes. Los choques entre manifestantes y agentes del orden prosiguen, sin que se vea un factor que pueda detener la caída.

Ni el gobierno ni los militares quieren intervenir contra esa fuerza desenfrenada, aupada por causas foráneas que nada tiene que ver con la idiosincracia de los chilenos. Sin embargo, la fuerza de las protestas avanza sin límites, como metástasis de un cáncer  avanzado  y sin remedio a la vista.

Miles de personas creen estar en lo justo en la inconformidad y en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, pidiendo cambios que el gobierno ha materializado un poco tarde, y que nada han hecho por detener el cauce de los descontentos.

Provecho

Sin embargo, la mayoría quiere sacar provecho a la situación de anarquía que vive la nación sudamericana, como comenta Cristian Crespo F., un cubano exiliado que vive en Santiago de Chile: "Ayer salí a trabajar,  pero sigue la jodedera. Lo que vi anoche fue los más bajo de la sociedad chilena. Verdaderos delincuentes en las barricadas, como si fuera fiesta, todos tomando cerveza de lata de 500cc (desmiéntanme) financiados por los comunistas chilenos".

La Plaza Italia, una de las más bellas y que se levanta  a un costado del Parque Forestal, es hoy "La Plaza de la Dignidad", centro de las manifestaciones más radicales, con símbolos y proclamas que suenan al slogan cubano: “El pueblo unido jamás será vencido”. El estallido social, que comenzó el 18 de octubre tras el aumento de la tarifa del boleto de metro, ha dejado al menos 27 muertos y miles de heridos.

No hay manera de  sofocar el descontento en las calles, pese a las medidas sociales anunciadas por el Gobierno y el plebiscito del próximo mes de abril sobre una nueva Constitución, porque elementos

 de la radical izquierdista chilena están además azuzando e incitando al pueblo a proseguir con los desmanes. Rosa A, una abogada chilena explica el problema: 

"Aquí tenemos contratiempos para rato.  Voté por Piñera pero ahora lo detesto.  No ha tenido c.....s y nos ha llevado a esta debacle.  Es una pena ver a los políticos de derecha hablando como si fueran de izquierda.  Nueva constitución... etc.

Terrorismo urbano

El vandalismo y los saqueos prosiguen, con una constancia que aterra al resto de los chilenos que  quieren trabajar y regresar a los tiempos de antes de la catástrofe del pasado mes de octubre. Hay temor en Chile de la clase trabajadora, por el regreso de la época allendista, en que el caos y la incertidumbre lo envolvían todo.

Las protestas solo han conducido en Chile a la quiebra de miles de pequeños y medianos negocios y al desempleo. Hay un pánico generalizado de la mayoría de los chilenos frente al plebiscito, que podría cambiar la Constitución para hacerla totalmente socialista.

La abogada Rosa A. señala:

 "Personalmente, y creo que la mayoría de los que me rodean, vamos a votar que NO a la nueva constitución.  No necesitamos eso, no necesitamos que la izquierda nos venga a cambiar el modelo económico. Ha habido una fuga de capitales, aumentó el desempleo.  La desigualdad de ingresos podría aumentar a niveles no vistos desde la década de los 1990.  Tu sabes que yo me gano la vida con las quiebra, creo que me va a llegar mucho trabajo, pero no me gusta ganarme la vida viendo que mi país va en picada".

La paralización de los políticos de derecha ha traido un estancamiento de nuevas ideas y solo prima el accionar de la violencia en las calles y el empuje de la izquierda en el plebiscito de 2020, que quiere recuperar lo perdido en la década de los 70, con el golpe militar. El panorama es desolador en la lucha por la democracia en Chile que tanto costó alcanzar, para hoy verla deslizarse rumbo al abismo.