Angélica Mora

Nueva York

 

Hasta ahora, la pandemia que azota desde hace dos años a la humanidad, solo ha traido temor y aislamiento. Se pasa del terror a la ilusión de que todo va mejorar rápido, pero los meses transcurren y no llega el ansiado alivio de una noticia positiva en la lucha de los no contagiados. Nos hemos resignado a esperar y a usar vacunas y máscaras en la creencia de que a la larga la pesadilla llegará a su fin.

Mientras tanto surgen nuevas variantes de la plaga. Delta y Ómicron, esta última causando estragos no solo en la salud de la población, sino en la economía mundial. Ómicron, la ultima variante, ha aportado más de 500.000 nuevos casos de contagios y los distintos hogares se encuentran ante un nuevo capítulo de fatiga e incertidumbre sobre el negro futuro.

La OMS estimó que el 50% de la población europea se contagiará con la nueva variante de Ómicron en las próximas seis a ocho semanas. Se registraron más de 7 millones de nuevos casos de COVID-19 en los primeros siete días del año y 26 países informaron que más del 1% de su población se infectará cada semana.

La vacunación evita muertes, pero las hospitalizaciones comprometen los sistemas de salud internacionalmente los sistemas de salud. Los gobiernos no dan muchas directivas y las guías que se ofrecen muchas veces son contradictorias. Una de ellas es la paradoja de estar aislados, versus concurrir a la escuela y al trabajo.

Aparecen nuevas máscaras que prometen protección a quienes la usen, pero estas escasean en el mercado. Muchas autoridades se contradicen sobre las pruebas de contagio y los exámenes rápidos muchas veces son descartados.

La confusión  aumenta dentro de los mismos centros de control y prevención mundiales.

Pero ha surgido un rayo de esperanza ante dos fármacos contra el COVID-19 y sus variantes: El antiviral Paxlovid, de Pfizer y el anticuerpo Sotrovimab, mostraron alta eficacia en pacientes con coronavirus, incluso ante la variante Ómicron. Señalan sitios en la Internet que si bien los inoculantes autorizados no evitan completamente las infecciones, sí son fundamentales para prevenir la mayor parte de las hospitalizaciones y las muertes.

Y la ciencia avanza hacia tratamientos eficaces para quienes se han contagiado y corren riesgo de padecer un cuadro grave. Varios de esos fármacos ya han sido aprobados de emergencia por las agencias de control de países como Estados Unidos y Europa.

A finales del 2021, se informó que la farmacéutica Pfizer había recibido autorización para su píldora antiviral COVID-19, lo que la convirtió en el primer tratamiento casero para el coronavirus que se espera se convierta en una herramienta importante en la lucha contra la rápida propagación de la variante Ómicron. Los datos del ensayo clínico de Pfizer mostraron que su régimen antiviral de dos fármacos fue casi 90% efectivo para prevenir hospitalizaciones y muertes en pacientes con alto riesgo de enfermedad grave. Los datos de laboratorio recientes sugieren que el fármaco conserva su eficacia contra Ómicron.

La agencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó el medicamento oral para el tratamiento de pacientes de menos de 12 años de edad, con COVID-19, fuera del hospital. Las píldoras de Pfizer, tomadas con el antiguo fármaco antiviral ritonavir, se venderán bajo la marca Paxlovid. Las píldoras deben tomarse cada 12 horas durante cinco días, comenzando poco después de la aparición de los síntomas del contagio.

Mientras tanto, -China a la que muchos señalan como culpable de haber generado la pandemia- extrema las medidas sanitarias a menos de un mes de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. El gobierno ha aislado ciudades enteras en su esfuerzo por contener los casos de coronavirus y ya hay más de 20 millones de personas confinadas. Al cierre de dos centros de casi seis millones de habitantes, se suma los que ya estaban en cuarentena.