Por Alfonso Basallo

 

Es objetivo que Trump tiene difícil repetir en la Casa Blanca. En parte por sus errores, en parte porque la pandemia del Covid-19 ha empañado sus logros y deteriorado su imagen. Pero ni Biden es un rival demasiado sólido, ni es improbable que el republicano vuelva a dar la sorpresa.

Donald Trump es a la política, lo que el cisne negro a la economía. Algo que no estaba previsto que sucediera, que no estaba contemplado en el guión, y que saca de sus casillas a analistas, encuestadores y gurús. Y atípico ha sido el mandato de este personaje imprevisible, que no es un político al uso, ni se rige por las reglas de lo políticamente correcto, sino todo lo contrario.

Por eso mismo es difícil pronosticar qué puede pasar a dos meses de las elecciones. Trump se ha ganado a pulso la antipatía de muchos por sus excentricidades, y un estilo zafio y al borde del autoritarismo. Ha gobernado de forma un tanto caprichosa; ha puesto al mundo al borde de una nueva guerra fría –en su pelea de gallitos con Xi Jinping-; y ha desperdiciado la oportunidad de haber sido -para los liberalconservadores- un nuevo Ronald Reagan.

Pero se ha ganado la simpatía de otros muchos porque ha apelado a la América profunda, trabajadora, blanca y heterosexual; ha levantado la economía tras el erial de Obama; ha defendido la familia y la vida, amenazadas por los lobbies del aborto y LGTB. El establishment no se lo perdona y en su afán por presentarlo como un Hitler con el pelo de color zanahoria y el mal absoluto sin mezcla de bien algunos sus terminales mediáticas retuercen la realidad hasta extremos rocambolescos. 

Un ejemplo, entre mil. Para decir que elementos de extrema izquierda (Black Lives Matter y Antifas) asesinan a un seguidor de Trump, en los disturbios de Portland, dicen lo siguiente:

EL PAÍS

@el_pais

"Un hombre muere de un disparo en el pecho en Portland, ciudad que atravesaba una caravana en las que viajaban simpatizantes de Trump. La víctima mortal llevaba un sombrero con la insignia de un grupo ultraderechista que ha protagonizado altercados."

Por todo esto,  no es descartable que -como sucedió en 2016- Donald vuelva a ganar contra todo pronóstico, sacando de sus casillas al The New York Times, la Sexta o El País. 

Hay tres escenarios decisivos en los que puede producirse la sorpresa. Veamos.

1.- La economía, estúpidos

Hasta marzo, Donald Trump podía presumir de haber llevado a EE.UU. a niveles de desempleo tan bajos como en los años 60, beneficiando a los más pobres y las minorías étnicas (para que luego digan de Obama). Pero el Covid-19, su elevada mortandad en EE.UU. y el tsunami económico subsiguiento empañaron uno de sus grandes activos ante la reelección en noviembre. 

Sin embargo, la economía norteamericana se está recuperando. En mayo se crearon 2,5 millones de empleos y en junio 4,8 millones, casi el doble. Todo ello es fruto de las reducciones en materia fiscal y las políticas de desregulación de Trump. Lo cual representa una ventaja respecto a Biden, que pueden inclinar la balanza a favor del republicano, como apunta The Wall Street Journal.

No hay más que recordar lo que pasó con Charles de Gaulle tras mayo del 68, convocó elecciones y volvió a ganar

2.- Revuelta Antifa y BlackLivesMatter: el tiro por la culata

El río de revueltas que se extiende por varios Estados tras la muerte de George Floyd, las protestas del movimiento BlackLivesMatter y de los llamados Antifas ha deteriorado la imagen de Trump… relativamente. Para el mainstream progre -que incluye el circo mediático de Europa-, el presidente es un Hitler xenófobo y racista; pero está por ver que piense lo mismo el americano medio, que sufre los saqueos y agresiones promovidos por grupos como el BlackLivesMatter, al que le importa un pimiento la suerte de los negros; o los Antifas -movimiento nada espontáneo, de raíz comunista-anarquista-.

El tiro le puede salir por la culata a la izquierda, porque la anarquía y el desorden pensados para estigmatizar a Trump, pueden convertirlo en el paladín que EE.UU. necesita para restaurar la ley y el orden. 

No hay más que recordar lo que ocurrió en Francia tras las revueltas de mayo del 68. El presidente Charles De Gaulle, símbolo de la autoridad que los revolucionarios pretendían abolir, disolvió la Asamblea Nacional, convocó elecciones y las ganó.

3.- La defensa de la vida, factor de peso en la balanza electoral

La falta de complejos a la hora de reivindicar las raíces antropológicas y culturales de EE.UU. le puede granjear a Trump la victoria frente a un rival demócrata, de perfil ideológico líquido, como Joe Biden. En su reciente discurso ante el monte Rushmore -donde están esculpidas las caras de Washington, Jefferson, (Teddy) Roosevelt y Lincoln-, recordó “los principios judeocristianos” de Norteamérica; el valor innegociable de la persona y de la libertad individual; el papel medular de la familia y  la igualdad de oportunidades, sin distinción de razas y religiones. 

Si algo ha distinguido su mandato ha sido la defensa del valor sagrado de la vida, algo congruente con el legado de la civilización occidental y con los principios fundacionales de EE.UU. No hay democracia que valga si está legitimado el asesinato de inocentes, y Trump ha sido el primer presidente que ha luchado contra el aborto desde que la sentencia del caso Roe vs. Wade (1973) lo despenalizó.  Ahí está su ofensiva para cerrar el grifo a Planned Parenthood; o su discurso ante Naciones Unidas, recordando que el aborto no es un derecho humano: “Somos conscientes de que muchos proyectos de Naciones Unidas han intentado afirmar un derecho global al aborto libre con financiación pública, incluso hasta el momento del nacimiento. No es asunto en absoluto de los burócratas mundiales atacar la soberanía de las naciones que desean proteger la vida inocente».

A diferencia de la mortecina Europa, donde la defensa del más básico de los derechos ni siquiera se contempla, en EE.UU. moviliza partidarios a favor y en contra

A diferencia de la mortecina Europa, donde la defensa del más básico de los derechos ni siquiera se contempla, en EE.UU. moviliza partidarios a favor y en contra. Y es un factor de cierto peso en la balanza electoral. Es significativo que los demócratas se hayan hecho con munición anti-vida, con un Joe Biden que se cambió oportunamente de bando y ahora es abortista; y con una candidata a la vicepresidencia –Kamala Harris– que ha llegado a propugnar el infanticidio, como ha denunciado sor Deirdre Byrne, monja y ex cirujana.

Y también es significativo que Planned Parenthood invierta 45 millones de dólares para apoyar a los candidatos presidenciales, que estén a favor del aborto. Y que en su página web califique de “heroína por la salud y los derechos reproductivos” a la candidata a vicepresidenta, en un artículo titulado Nine Reasons to Love Kamala Harris (Nueve razones para amar a Kamala Harris). 

https://www.actuall.com/democracia/joe-biden-no-vendas-la-piel-de-trump-antes-de-haberlo-cazado/?mkt_tok=eyJpIjoiTkRNd09XRTFOVEV6WTJKbSIsInQiOiJhNnRMMm1ROXpIQ0JUcHE4RkNjQXRqWFZsSnlramNnQ0dMRnI0a3l0V2hZdjRuK2lKZVg0NlJWSFZPNGtNN1VzaW9pcmdYTTVzaEM1MVhpMmw1Q3ZqQ2Z2c3NyZTVDbTRuMjYzM1Zuem1YVEZxRE9LTE5mUWVhQjB5ZXN3cGtyYiJ9