Por Pedro V. Roig

 

CAPÍTULO IX

Al  comienzo de la Guerra de Independencia, el 24 de febrero de 1895, había en Cuba una guarnición de 20,197 soldados españoles que resultaron insuficientes para enfrentar el creciente poder del ejército de liberación cubano. El triunfo de la Invasión llevó la guerra a las ricas provincias occidentales y al inminente peligro de destrucción de la Industria Azucarera. Tema de naturaleza vital. La producción y venta del azúcar de Cuba pagaba los gastos de la guerra, los salarios de altos funcionarios del Estado y alimentaba las  fortunas de poderosas familias en España y en Cuba.

El periodista Fernando Soldevilla escribe: “La legislación arancelaria (Cánovas) de 1891, proporcionará a los fabricantes de textiles catalanes, harineros castellanos y siderúrgicos vascos, amplias ventajas en la exportación colonial”. (1) Pero resulta evidente que la Compañía Trasatlántica encabezó  la lista de los beneficiados por la guerra.(1895-1898).

ENORMES GANANCIAS

En efecto, un análisis sobre este tema nos dice:” La Compañía Trasatlántica, que posee el monopolio del transporte de soldados, obtendrá de este tráfico enormes ganancias…Percibiendo 32 pesos por soldados, más de lo que pagaría un particular viajando en la misma clase.” (2)

Entre marzo de 1895 y diciembre de 1897, Madrid envió a Cuba 12 expediciones para un total de 176,066 soldados. (3) El último contingente de 7,186 hombres desembarcó en febrero de 1898. Esta cifra sumada a la guarnición original nos da un total de 203,449 soldados y oficiales.

Es evidente que  la guerra en Cuba fue un magnífico negocio para La Trasatlántica, haciendo realidad  la delirante consigna: “Hasta el último hombre” (más de 50,000 muertos) y la última peseta”. (la ruina total de España.)

Angel Castro, el padre de Fidel y Raul Castro, vino de Galicia a Cuba, como soldado a las órdenes de Valeriano Weyler y  estuvo peleando en la provincia de  Oriente contra los mambises. En 1898, Ángel Castro fue repatriado a España con el ejército derrotado. Como y porque Ángel regresó a Cuba es otra historia.

UNO DE CADA CUATRO  SOLDADOS ESPAÑOLES MURIÓ EN CUBA

Maximo Gomes solía decir que sus mejores generales eran los meses de junio, julio y agosto.(4) El genial estratega sabía que las enfermedades tropicales, especialmenta la fiebre Amarilla y la Malaria, estaban aniquilando  a miles de  soldados. Es obvio que “ El DESASTRE” es anterior a la “Guerrita” del  98 con los Estados Unidos. Las cifras son alucinantes.

Causa de la muerte        Oficiales      Soldados     Total

En combate 61     1,314 1,375

Por heridas 82      704    786

Fiebre Amarilla    313    13,000        13,313

Otras enfermedades       127    40,000        40,127

Durante el viaje naval              60      60

Total 583    55,078       55,661 (5)

Como punto de comparación veamos. El 25% de los soldados que hicieron el viaje de España a Cuba, murieron en combate o en su mayoría, enfermos en  hospitales de campaña. Estados Unidos perdió 52,000 soldados en la Primera Guerra Mundial, 34,000 en la Guerra de Corea y  58,000, durante los 10 años en Vietnam.  España en tres años superó los 55,000 soldados muertos en Cuba.

Si a estas cifras sumamos la muerte de 300,000 campesinos cubanos que perecieron  por hambre y enfermedades en los Campos de Reconcentración ordenados por Weyler,(6) nos dan la dimensión del verdadero “Desastre”, que es anterior a la humillante derrota del 98 en la “ Espléndida Guerrita “ (duró 11 semanas) con Estados Unidos.

MÁXIMO GÓMEZ PIDE A MACEO REGRESAR A ORIENTE

El primero de noviembre recibió Maceo un paquete de cartas y periódicos. Parte de esta correspondencia incluía una carta de Máximo Gómez en la que le pedía que a la mayor brevedad franquear la trocha de Mariel. Gómez no decía nada más; pero por otra carta suscrita por Eusebio Hernández, comprendió que existían graves diferencias entre Gómez y los miembros del Gobierno Cubano en Armas.

Desde el cuartel general, en el Brujo, el 6 de Noviembre, dictó Maceo las órdenes que estima necesarias para asegurar el paso de la trocha militar de Mariel. Tres días después y en medio de los trajines de su próxima partida hacia Oriente, recibe noticias de que Weyler organiza una poderosa ofensiva sobre los campamentos mambises en las montañas del Rubí. Maceo aplaza su proyecto para dar la batalla.

ÚLTIMA OFENSIVA DE WEYLER CONTRA MACEO

El día 8 de Noviembre, el capitán general Valeriano Weyler en su parte de guerra a Cánovas, dice :”Esta noche saldré para Mariel en el vapor de guerra Legazpi, con objeto de ponerme al frente de las Tropas que han de operar contra Maceo en Pinar del Río, según las instrucciones que he dado, cuyas operaciones emprenderé mañana sobre el Rubí; en combinación con la división del general González Muñoz, brigada de Echagüe y media brigada del coronel Segura (7). Después de varios y reñidos encuentros, sin vencedores ni vencidos, el ejército español se replegó a sus bases de aprovisionamiento.

MACEO CRUZA LA TROCHA DE MARIEL

Consistía esa línea militar en una ancha calzada de mucha visibilidad. A cada kilómetro de intervalo se levantaba un fortín, entre los fortines había apostados varias parejas de centinelas y pozos para tiradores situados a veinte metros cada uno. Poderosos reflectores eléctricos y espesas cercas de alambres de púa a ambos lados de sus 40 kilómetros de longitud, completaron las obras de defensa. Más de 12,000 soldados y 26 cañones vigilaban el paso por aquella estrecha franja de tierra cubana.

El día 3 de Diciembre, Maceo decidió utilizar el pequeño bote-correo que los insurrectos utilizaban en la bahía del Mariel. Jose Miro Argenter en su obra Crónicas de la Guerra, describe así la embarcación:” El bote estaba en la Caleta de la Caña, fuera de la bahía del Mariel y era muy chiquita; el agua entraba por el fondo y había que achicarla constantemente”. (8)

En la noche del 4 de diciembre,  bajo una intensa lluvia, Maceo embarcó con 20 veteranos que incluyen a los generales Pedro Diaz y Miro Argenter y a los coroneles Alberto Nodarse, Alfredo Justiz  y Manuel Piedra… cuatro viajes fueron necesarios para trasladar a Maceo y sus oficiales. (9)

Maceo y sus compañeros caminaron toda la madrugada por cerca de la costa y luego de un breve descanso, sin probar alimentos, continuaron la marcha hasta media mañana en qué acamparon en el demolido ingenio “La Merced”. Maceo mandó aviso a los Jefes insurrectos de la región; alrededor de las doce de la noche llegaron al improvisado campamento los coroneles Ricardo Sartorio y Baldomero Acosta.

Este último marchó en busca de caballos para Maceo y sus hombres. Una larga y peligrosa demora siguió a esta gestión de Acosta, que regresó en la tarde del 6, con los caballos y varios jinetes del regimiento Goicuría. Esa noche Maceo se reunió con Perfecto Lacoste, uno de los líderes más prominentes de la insurrección en aquella zona. Al día siguiente, 7 de diciembre, temprano en la mañana, Maceo fue recibido en el campamento de San Pedro, cerca de Punta Brava, con enorme entusiasmo y respeto al Lugarteniente General del Ejército de Liberación.

MUERTE DE ANTONIO  MACEO

Mucho se ha escrito sobre la muerte de Maceo. No existe un combate en la historia militar de Cuba que haya despertado más controversia que el de San Pedro. Cuarenta y cinco versiones han sido ofrecidas por aquellos 29 mambises que participaron en aquel trágico encuentro. La razón es que hay casos en los que el mismo autor dio más de una versión.

Como hemos señalado, Maceo llegó temprano en la mañana del 7 de diciembre al campamento de San Pedro. Allí inspeccionó a la caballería de la Brigada Sur, que a las órdenes del general Silverio Figueras se había formado a ambos lados del camino de Coralillo para vitorear al héroe de la invasión.

Después de la revista, Maceo se retiró a su pabellón, que quedó situado muy próximo a la cerca de piedra que corría a lo largo del camino mencionado. Los hombres de la escolta, al mando de Juan Manuel Sánchez Amat se colocaron a unos 200 metros al norte del pabellón de Maceo.

Durante la mañana Maceo conferenció con los jefes y oficiales de los distintos regimientos allí acampados, quienes le informaron sobre la marcha de las operaciones militares en la provincia de La Habana. Maceo pudo comprobar, en estas reuniones, el grado de rivalidad y disensión surgido entre algunos jefes habaneros.

El teniente coronel Juan Delgado quería operar solo, sin obedecer a los coroneles Silverio Sánchez y Ricardo Sartorius; por su parte, Alberto Rodríguez, jefe de probado valor, no quería reconocer a Juan Delgado como superior a él en ningún terreno(10).

Aplazando la solución de este delicado asunto, hasta recibir un informe el General José María Aguirre, Jefe militar de la provincia, Maceo sé concentró en el estudio de un plan para atacar aquella misma noche el pueblo de Marianao, en los suburbios de la capital.

Alrededor del mediodía, el coronel Juan Delgado trajo la noticia de que una columna española se hallaba en el camino de Punta Brava con rumbo a Cangrejera, o sea, en sentido opuesto al campamento Mambí. “Maceo dio muestras de impaciencia y dejó entrever la intención de montar a caballo, pero quedó sentado en la hamaca, ¡cosa extraña en su temperamento! ordenó a Juan Delgado que enviara patrullas de exploración sobre el enemigo hasta dar con él, que lo hostiliza con energía y lo trajera al campo de San Pedro, Pues él quería ver cómo andaba el machete por aquellas alturas. ¡Quiero ver cómo dan ustedes machete para expedir los diplomas!” (11). Todo parece indicar que esta orden no fue cumplida cabalmente.

Los responsables de mantener bien informado al Estado Mayor, pecaron de negligencia y Maceo no volvió a tener noticias de la columna española hasta que se comenzaron a sentir las descargas de fusilería dentro del propio campamento. Lo cierto es que a la hora en que Maceo recibió el informe que situaba a la fuerza enemiga rumbo a Cangrejera, ésta se encontraba almorzando en el poblado de Bauta donde había llegado alrededor de las 11 de la mañana.

La columna mixta infantería y caballería estaba al mando del comandante Francisco Cirujeda, de 40 años, que estaba encargado de patrullar esa zona militar. Terminando el almuerzo, las fuerzas españolas se pusieron en marcha, indicando Cirujeda a los prácticos que el rumbo sería por el Callejón de San Pedro y Corralillo hasta Punta Brava. Ni Weyler ni Cirujeda tenían información de que Antonio Maceo había cruzado la trocha de Mariel y  estaba en la provincia de La Habana.

A vanguardia se colocaron 90 jinetes de la guerrilla cubana del capitán  Peral, seguidos por los 365 soldados del batallón de San Quintín y otras fuerzas menores.(12) Los exploradores de Peral descubrieron el rastro dejado por Maceo y su gente horas antes cuando se dirigían a San Pedro. En el campamento mambí reinaba la más absoluta calma, ajenos a la proximidad de la columna de Cirujeda.

Los centinelas cubanos, situados en las cercanías del cruce de los caminos de Corralillo y El Guatao, fueron arrollados por la caballería de Peral que, en la certeza de haber sorprendido un campamento mambí, cargó a fondo por el sector donde acampaba el regimiento Santiago de las Vegas, sembrando de esta forma la confusión en las filas cubanas.

El general Manuel Piedra, protagonista dé los hechos describe la primera fase del combate: “De pronto se escuchó fuego. Por la proximidad en que sonaban las descargas se pudo suponer que el enemigo se encontraba ya dentro del campamento. Las balas cruzaban por la tienda del general, quien sentado aún en su hamaca, trataba de calzarse las botas… De segundo en segundo se esperaba ver al enemigo llegar hasta el general y capturarlo o matarlo..”.(13)

Un puñado de jefes mambises, encabezados por Juan Delgado, Alfredo Justiz, Alberto Rodriguez, Baldomero Acosta, Isidro Acea y Charles Gordon, con 40 hombres lanzaron un violento contraataque que paró en seco el avance de la guerrilla de Peral. A medida que los mambises, se reponen de la sorpresa, la defensa del campamento fue cobrando intensidad, de tal forma que el capitán Peral se vio obligado a replegarse hasta la cerca de piedra del camino de Guatao, donde se había atrincherado Cirujeda con el grupo de infantería.

Maceo necesitó diez minutos para vestirse del todo, ceñirse el cinturón que sostenía el machete y el revólver, ensillar el caballo, faena que practicaba personalmente, en los casos bélicos para estar seguro sobre los estribos. Al hallarse en situación de combate,” tocando con sus manos los arreos, convencido de que nada le faltaba, montó el caballo y desenvainó el machete. ¡Por aquí! —dijo— en tono imperioso, y espoleó el corcel “.(14).

Con 45 hombres avanzó Maceo hacia el flanco derecho del enemigo y observando que allí se había estabilizado el combate, se dirigió al centro de la línea saliendo al camino del Corralillo. Desde este punto, Maceo señaló la cerca de piedra donde minutos antes se había atrincherado la guerrilla de Peral.  Una valla de alambres los separa de los soldados españoles: “Joven — dijo a Sánchez—, piquen la cerca!” Y mientras éste se desmontaba, con diez o doce hombres más, cayéndole a la cerca de alambres, “un aguacero de proyectiles no dejó terminar la faena.

El general, acababa de decirnos, apoyando la mano en que sostenía la brida, sobre nuestro brazo izquierdo: ¡Esto va bien! Al erguirse, una bala le cogió el rostro. Se mantuvo dos o tres segundos a caballo; lo vimos vacilar;¡Corran, que el general se cae! — gritamos cinco o seis al mismo tiempo—; soltó las bridas, se le desprendió el machete y se desplomó”.     

El balazo mortal penetró el maxilar inferior derecho de Maceo rompiendo la arteria carótida junto al mentón.(16). Con él, murió Panchito Gómez Toro, primogénito del general en jefe Máximo Gómez. En el momento de su muerte Antonio Maceo contaba con más de 600 acciones en combate, incluyendo unas 200 de gran envergadura y con 26 cicatrices en su cuerpo. El Titán de Bronce cayó indomable, con el legendario valor de los héroes inmarcesibles de la Libertad de Cuba.