Por: Luis Fleischman

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Uno de los argumentos para apoyar la destrucción de Hamas en Gaza es que la supervivencia del grupo terrorista palestino puede alentar más terrorismo en todo el mundo por parte de otras organizaciones como Al Qaeda, ISIS o los diversos grupos manejados por Irán.

De hecho, la evidencia empírica sugiere que Estados Unidos y Occidente, incluyendo América Latina son más vulnerables de lo que uno podría pensar.

Recientemente, la agencia de espionaje israelí Mosad informó y las autoridades suecas confirmaron que Irán utiliza organizaciones criminales en Europa para atacar embajadas israelíes. Esta estrategia es típica de Irán, un país canalla que fomenta las relaciones con organizaciones criminales para recaudar fondos para su causa y cooperar con ellas en actividades violentas y de sabotaje.

El grupo representante de Irán, Hezbolá, ha tenido presencia en América Latina desde hace varias décadas. Sus conexiones han aumentado en las últimas dos décadas desde que Hugo Chávez tomó las riendas del gobierno en Venezuela. Actualmente, Irán mantiene fuertes relaciones con dictaduras de izquierda como Venezuela, Nicaragua y Cuba y con lo que Carlos Sánchez Berzain llama para dictaduras, o gobiernos que, aunque no son dictaduras formales, apoyan a las dictaduras de izquierda. Tal es el ejemplo de Colombia, Brasil y en menos medida México.

El embajador de Brasil en Teherán dijo recientemente en una declaración que el objetivo de Israel al atacar un edificio cerca de la embajada iraní en Siria el 1 de abril (que eliminó un alto funcionario de las Guardias Revolucionarias Iranies) era forzar la entrada de Irán en la guerra en Gaza. Según el diplomático brasileño, Israel buscaba involucrar a Irán en la guerra para obligar a Estados Unidos a intervenir en su favor. Según el argumento del diplomático brasileño, un escenario así ayudaría a la supervivencia política de Netanyahu a nivel doméstico y aseguraría la solidaridad internacional con Israel.

La declaración del embajador refleja las alianzas que Brasil busca bajo el liderazgo de Lula Da Silva. Da Silva es antiestadounidense, anti-OTAN, pro-Rusia y pro-China. Su conspicua participación en la alianza BRICS revela claramente esta tendencia. Tal política externa incluye el fortalecimiento de relaciones con estados forajidos y antidemocráticos como Irán.

Apenas en noviembre pasado, la policía brasileña, en cooperación con la ayuda de inteligencia del Mosad, arrestó a dos personas bajo cargos de terrorismo como parte de una operación destinada a desmantelar una célula de Hezbolá que planeaba ataques, supuestamente contra objetivos israelíes, judíos, estadounidenses u occidentales en el país. Después de que Israel agradeciera públicamente a la policía brasileña por su trabajo, el ministro de Justicia del país amonestó al gobierno israelí con una hostil declaración que reafirmaba la soberanía de Brasil y así se distanciaba de su “embarazosa” colaboración con Israel.

Tres meses después, Lula emitió otra declaración comparando la guerra de Israel en Gaza para destruir a un grupo asesino como Hamás con el intento nazi de exterminar a toda la nación judía durante la Segunda Guerra Mundial. Tal asociación no se justifica y es incorrecta desde cualquier perspectiva razonable. Sin embargo, tal comunicado reflejó nada menos que el bochornoso lugar que Brasil pretende ocupar en el sistema mundial. Días atrás, Brasil también retiró a su embajador en Tel Aviv en desacuerdo con la guerra de Israel en Gaza.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, también criticó a Israel desde el principio. Al igual que Lula, comparó la guerra de Israel en Gaza con el Holocausto y finalmente rompió relaciones diplomáticas con Israel, sumándose a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba (todos mantienen fuertes relaciones con Irán y en todos ellos el crimen organizado opera impunemente). Hasta el ascenso de Petro al poder, Colombia había mantenido excelentes relaciones con Israel, incluyendo cooperación comercial, tecnológica y militar. Petro, un exlíder guerrillero, demostró claramente su posición en el mapa geopolítico global, que ciertamente no es la del mundo occidental y democrático.

Petro también expresó abierto apoyo a Irán cuando al igual que Lula culpó a Israel por el ataque con misiles de la República Islámica al Estado judío. Colombia será el siguiente país en reforzar una alianza con el régimen de los ayatolás.

Tal posición política de esos países eventualmente afectará a los ciudadanos de América Latina, su seguridad y también la seguridad de Estados Unidos.

Hezbolá tiene vínculos con la mega banda brasileña Primer Comando de la Capital (PCC). Según se informa, los traficantes libaneses vinculados a Hezbolá han ayudado al PCC a comprar armas brindándoles acceso a canales internacionales de contrabando de armas.

El PCC es ya una organización criminal transnacional cuyas actividades ilegales se han expandido a nivel global. Exporta cocaína a Europa y tiene presencia en varios estados de Estados Unidos. Asimismo, es responsable de millones de delitos y estafas digitales. También está muy involucrado en delitos ambientales, particularmente en el negocio de la minería ilegal de oro, donde no sólo ayudan a destruir la selva amazónica, sino que también operan las minas donde se practica la esclavitud y atroces violaciones de derechos humanos. (El Gobierno de Maduro y ex miembros de la guerrilla colombiana también son parte de esta criminal empresa).

En resumen, cuando más países de América Latina refuerzan sus conexiones con Irán, es más probable que Irán y sus representantes se asocien con organizaciones criminales para llevar a cabo ataques terroristas o actividades hostiles, como ha ocurrido recientemente en Europa. Mas aún, esto afectará más al ya elevado nivel de criminalidad que esta causando niveles de astronómica anarquía en América Latina. Cada vez menos países en el continente logran combatir estos cárteles y pandillas y los ciudadanos son los que más pagan el precio.

Irán y el crimen transnacional siguen siendo una amenaza global, y la indulgencia hacia el régimen de los ayatolás o sus representantes podría cobrar un precio muy alto.

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