Por: Ricardo Israel

 

Al final, toda respuesta va a depender de cómo se formule la pregunta, ya que, si no hay claridad, la respuesta va a ser insuficiente. Si la pregunta es si se está preparando EE. UU., la respuesta es afirmativa, siempre y a toda hora, dado el tamaño de sus fuerzas armadas y la magnitud de su presupuesto.

Sin embargo, si la pregunta tuviera relación con los dos escenarios más probables y los dos desafíos más complejos a su estatus de superpotencia, la respuesta es claramente un no. En efecto, aunque no se materialice en el futuro cercano un choque bélico de proporciones, tanto China como Irán hacen ver mal hoy a Washington, lo que, por cierto, es preocupante y tiene todo tipo de consecuencias, en general, poco gratas no solo para EE: UU., sino también para la causa de la libertad a través del mundo. Mas aun, la propia invasión rusa a Ucrania ha mostrado debilidades, muy notarias y divulgadas en el caso de Moscú, pero no en el caso de Estado Unidos, de las que se sabe mucho menos por falta de debate, con el agregado que, para el escenario chino o iraní, es altamente dudoso que Europa la entregue a USA el tipo de apoyo que ha dado vía la OTAN a Kiev.

Aunque EE. UU. sigue siendo mucho más poderoso que China, es innegable que Beijing ha hecho inmensos avances, a partir de haber agregado lo militar como la última de las modernizaciones pendientes de Deng Xiaoping, desde la marina hasta el ciberespacio y el espacio exterior. Ello fue visible para todos, después del mal aconsejado viaje oficial de Nancy Pelosi a Taiwán el 2022, y la razón por la cual tanto la Casa Blanca como el Pentágono y el Departamento de Estado se habían opuesto, ya que los problemas de Washington fueron desnudados, toda vez que, por razones de seguridad, el avión oficial que la trasladó tuvo que desviarse de lugares del Mar de China, donde Beijing ha militarizado simples islotes transformándolos en verdaderas pistas de aterrizaje. Aún peor lo que ocurrió después, ya que la isla fue prácticamente cercada y aislada, todo publicitado en la cumbre del partido comunista que con posterioridad tuvo lugar.

En el fondo, lo que China le disputa a USA es quien será la indisputada superpotencia del mundo, el único número uno en el sitial geopolítico del orbe.

En el caso de Irán, desde su fundación, la República islámica ha avanzado sin pausa en su proyecto de encabezar una Yihad universal en contra de lo que representa EE. UU., es decir, la propia idea de occidente, la herencia de la ilustración y de la civilización judeocristiana. No es lo que hace o deja de hacer, sino que la confrontación es total en contra de lo que Estados Unidos es.

 

Y ello ocurre cuando, aunque se acerca a su meta, Irán todavía no es una potencia nuclear. Es evidente y creíble la afirmación de la Casa Blanca que no quiere un enfrentamiento militar con Teherán, a diferencia de lo que ocurrió en la primera guerra del Golfo con Irak, donde políticamente formó en 1991 una alianza diversa y amplia contra Saddam Hussein, y militarmente, enterró brillantemente aquellos complejos que venían desde su fracaso en Vietnam, aunque hoy, con la perspectiva del tiempo, no hay duda que tuvo razón (no así en desafiar a su comandante en jefe) el general Norman Schwarskopf que se debía derribar al tirano iraquí, ya que se hubiera evitado la segunda guerra del golfo y el mal resultado que se vive hoy, con el control de Teherán sobre Bagdad.

Hay razones militares que también explican la cautela de Washington. De partida, en los países árabes del medio oriente, hay mucha mayor claridad que en Europa y en el propio EE. UU. sobre la inevitabilidad de una confrontación. Además, en comparación a Irak, invadir Irán es mucho más difícil si se hace en forma terrestre, bastando al respecto ver el mapa, incluyendo las dificultades de tener acceso desde países vecinos, más bien críticos de EE. UU. La decisión se dificulta también desde el punto de vista de la inteligencia (sin mencionar el tema nuclear), ya que al igual que en Corea del Norte, en la república islámica es muy difícil tener acceso en tiempo real al proceso de toma de decisiones al más alto nivel, es decir, cerca del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei. Influye también el escudo de fanatismo que Irán ha construido en tantos proxies disponibles para pelear las guerras de Teherán, sean Hezbolá, Hamas, Hutíes, o sus equivalentes en Siria o Irak, por no mencionar el acercamiento a China y Rusia.

USA tampoco quiere una confrontación directa en el terreno ucraniano con soldados de Rusia, aunque en el caso de Irán influye más el hecho que las dos últimas guerras estadounidenses no terminaron bien, ya fuera Irak o Afganistán, donde al inicio, hubo en ambos una muy fácil victoria sobre esos ejércitos, pero a partir de entonces, un notorio fiasco en la lucha prolongada contra la insurgencia, tanto que terminaron en victorias de sus rivales, ya que es Irán quien hoy controla a Irak, quien fuera su rival bélico por 8 años, mientras que los talibanes volvieron al poder, después de la humillante retirada de Kabul, más bien, huida.

Por lo tanto, igual que en el caso de una posible invasión de China a Taiwán, en el medio oriente tampoco EE. UU. quiere la guerra, por lo que ahora no hay posibilidad que se esté buscando una acción militar directa o que se quiera construir una coalición para la invasión, ninguna, lo que es malo para la confianza en la superpotencia de parte de la mayoría de los gobiernos árabes sunitas.

El alejamiento de los conflictos del medio oriente se inició en el gobierno de Obama, lo que ocurría por primera vez desde 1945. Este cambio profundo fue lo que motivó el acercamiento de Arabia Saudita a Israel, ya que en Tel Aviv veían la voluntad para confrontar a Irán que parecía haber abandonado a Washington, y aunque hoy no lo parezca, si Israel hace alguna concesión a la autonomía palestina en el escenario post Hamas, sin duda se va a firmar el acuerdo entre Jerusalén y Riad, ya que esta decisión ya fue tomada por la monarquía saudí y su príncipe regente MBS, por lo que una derrota de Hamas va a ser acompañada por un medio oriente transformado, sobre todo, si como parece, en ese escenario, EE. UU. también va a participar con lo que Arabia Saudita ha solicitado, que es un acuerdo de seguridad, claramente anti iraní, pero que podría beneficiar al propio Washington al darle un horizonte de disuasión preventiva, del que hoy carece.

Y esa es la palabra clave, ya que es exactamente lo que ha carecido Estados Unidos como potencia. Exacto. Disuasión es lo que le ha faltado en lo militar y en lo diplomático, y lo que ha llevado a la cadena de agresiones y ataques militares que ha sufrido EE. UU. desde Siria, Irak y Yemen, todas ordenadas desde Irán Dado el poder militar de la potencia, tener problemas y serios en disuasión, es evidentemente un problema de manejo de sus autoridades, políticas y militares.

 Es falta de disuasión lo que ha conducido al problema actual de EE. UU. con los hutíes en el mar Rojo, como por lo demás le falló a Israel con Hamas el 7 octubre.

Se le ha perdido el miedo o el respeto o ambos a la superpotencia, sea el incumplimiento de la dictadura venezolana de un acuerdo político, sea Irán, o sea China, otros. Es también, y parcialmente lo que ayuda a explicar el fracaso de las sanciones contra Rusia por la invasión a Ucrania, donde la maquinaria bélica no solo no se ha detenido sino parece estar ganando, y los muchos países que no prestan atención, es porque no temen al castigo norteamericano.

En el camino Rusia se ha convertido en un socio menor de China, en lo que la historia seguramente va a recoger como un error norteamericano, de haberle “regalado” este socio a Beijing, no porque no hubiera sido merecedor de sanciones, sino porque la política de verdadera “cancelación” de Rusia, incluyendo los contactos culturales y deportivos, afianzó a Putin en vez de perjudicarlo dentro de Rusia. También ha coincidido con China y Rusia desplegándose exitosamente en América Latina y África, ante la inactividad de EE. UU.

¿Qué hubiese pasado si en vez de bombardear muchos blancos en varios días, EE. UU. hubiese atacado directamente a Irán, quizás a un pozo petrolero, como por lo demás lo hicieron los huties con Arabia Saudita por encargo de Irán? Quizás ese era el camino más efectivo para que los proxies entendieran que Washington todavía actuaba como potencia. ¿Qué hubiese pasado si hubiesen seguido el ejemplo de Reagan que, enfrentado a ataques terroristas ordenados por Libia, en vez de atacar muchas veces, dio orden de bombardear el palacio de Gadafy?

Es un ejemplo de disuasión, ya que Libia y Gadafy no volverían a patrocinar el terrorismo antioccidental, lo que perduró hasta la muerte del coronel. Es un ejemplo clásico, ya que la importancia de la disuasión es tal, que, si no son disuadidos los rivales, en el medio oriente el conflicto bélico se hace inevitable.

En esa región, cuando hay disuasión, quienes odian a EE. UU. simplemente no hubiesen atacado a esos soldados como si de tiro al blanco se tratase. O desde otro punto de vista, la respuesta norteamericana de muchos ataques a distintos blancos no hubiese sido necesaria, ya que ahora es quizás tarde, en el sentido que lo único que queda es confiar que hutíes, milicias iraquíes o Teherán mismo, entiendan separadamente que no vale la pena atacar a Estados Unidos.

Sea lo que sea es tarde para la disuasión, ya que, aunque sea creíble que ni EE. UU. ni Irán quieren la guerra, no necesariamente la pueden evitar, ya que al no actuar oportunamente se acerca en vez de alejarse el escenario bélico. La disuasión evita ese escenario al igual que lo aleja lo que abundó en la guerra fría, toda vez que entonces hubo gran comprensión mutua de la existencia de líneas rojas a no ser traspasadas por el adversario, líneas siempre respetadas.

La verdad es que no desde ahora, sino desde hace tiempo, Washington se ha equivocado en su rol de potencia. Le ocurrió al presidente Obama cuando dijo que si Siria usaba armas químicas iba a intervenir, y nada pasó ante la violación de su propia línea roja, con lo que lo único que se logró fue que Putin llenara el vacío, enviando su ejército expedicionario para apoyar a Bashar el Assad. En el caso de China, ellos y nosotros desconocemos cuales son las líneas rojas cuya violación sería inaceptable para EE. UU, mientras que China ha repetido una y otra vez, que para ellos lo es la independencia de Taiwán.

Por ello, las dudas de EE. UU. para actuar militarmente no lo ayudan en una zona del mundo como el medio oriente, donde, por, sobre todo, se respeta la voluntad y eficacia en el uso de la fuerza, lo que convence al mundo árabe que, con un enemigo como Irán, en Israel ha encontrado ese aliado, ayudando a que se olvide el pasado. Quizás, es porqué conocen suficientemente al terrorismo de Hamas como para entender -a diferencia de Europa y parcialmente, del propio EE. UU. - la necesidad de que sea destruido militarmente o porque creen que Israel está mejor dispuesto a actuar sobre Irán, no solo porque desde 1979 Teherán habla de su destrucción, sino que muy recientemente el ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica Ali-Akbar Salehi confirmo que la confrontación “continuará mientras Israel exista, aun si se estableciera un Estado palestino”.

Israel ha sido exitoso en sus frecuentes enfrentamientos en suelo sirio con Irán como también con las operaciones encubiertas, sean en Teherán o en otros lugares distantes, aunque hasta el momento, occidente no ha estado disponible con el apoyo político necesario para el día después de un eventual ataque a la bomba atómica misma el día que exista, aunque sobre todo Europa parece no entender que ellos podrían ser los siguientes, en caso de que Israel fracase.

Sin embargo, para los países árabes Israel parece tener la voluntad y los recursos para actuar ahora. En otras palabras, si la voluntad flaquea en Washington, no ocurre lo mismo en Tel-Aviv, ya que la lucha es un problema existencial, de supervivencia, por lo que la voluntad existe. Por ahora, ello incluye una posible guerra con Hezbolá en el Líbano, en caso de que esa milicia ataque, ya que la intención iraní es visible para todos, desde el momento que impulsa a los hutíes a enviar misiles desde Yemen, nada menos que a 2000 kilómetros de su blanco.

Irán ha sido muy exitoso en organizar y utilizar esa realidad del siglo XXI del creciente rol de los agentes no estatales, que aprovechan para la guerra el control territorial que logran. Es el caso de Hamas y Gaza, de Hezbolá y el Líbano, y de los hutíes en el Yemen, donde el control de la capital y los puertos fue aprovechado, primero para atacar con éxito a Arabia Saudita, y ahora, para interrumpir el comercio y la navegación a nivel internacional. Hasta el momento EE. UU. no ha podido evitarlo, entorpecido por su propia confusión, ya que Trump los consideraba terroristas y Biden ha oscilado entre el sí y el no.

¿Por qué se demoró tanto Estados Unidos? ¿Por qué avisarle a Irán, su adversario? ¿Por qué no aprender la misma lección de Israel el 7 de octubre? Que se les odia no por lo que hacen o dejan de hacer, sino por lo que son. En el caso de EE. UU. es eso lo que ocurre, los ayatolas han decretado desde hace mucho tiempo la Yihad contra ellos, simplemente por lo que representan. Y si se demoró tanto EE. UU. no fue porque necesitaran disponer de esa cantidad de aviones para bombardeos múltiples, ya que seguramente las alternativas estuvieron en el despacho presidencial apenas los solicitó, al tratarse de fuerzas armadas profesionales y que por lo demás, cuentan con muchos más recursos inmediatos que nadie.

No. Si se demoraron fue porque en campaña electoral se tuvo que sopesar su impacto en una elección que se ve cada vez más cuesta arriba, entre otras razones, por el impacto en votos de lo que está pasando en el medio oriente. Sin ir más lejos, en uno de los estados que van a definir el resultado, como es Michigan, existe una fuerte población musulmana que hoy no estaría acudiendo a votar por Biden, más bien con disposición a perjudicarlo, absteniéndose.

Hoy, sin duda podría haber una escalada, argumento extra de lo negativo que resulta para la paz, que no se actúe a tiempo con la necesaria disuasión. Y ello es una realidad, por mucho que Yemen haya pasado desde la década del 60, por periodos de distintas guerras civiles, y en esta última etapa con muchos muertos, hambrunas, violaciones de derechos humanos, con notorio silencio de la prensa internacional, organizaciones de derechos humanos, Naciones Unidas, Corte Penal Internacional, etc, y una larga lista de instituciones y personas que han demostrado gran preocupación por Gaza como también parecen haberse olvidado de la masacre que el 7 de octubre Hamas llevó a cabo en Israel.

Por su parte, los hutíes han dado la bienvenida a la confrontación bélica con Washington, seguramente sienten que pase lo que pase, para algunos es una marca de orgullo y un acercamiento al martirio. Pero ¿cómo responde EE. UU. si ellos cumplen con la amenaza de cortar la red de cables de fibra óptica que pasan por el mar Rojo, si sus aeropuertos vuelven a ser atacados?

Ese cable transcurre por el Estrecho de Bab-al-Mandeb, vinculando a Europa, África, Medio Oriente, y es de suponer que grandes empresas transnacionales tienen un plan B, pero, de todas maneras, el golpe al comercio internacional y a la propia globalización sería gigantesco.

¿Aún en estas condiciones EE. UU. no haría responsable a Irán?, toda vez que por mucho que la amenaza venga del Yemen, es imposible que los hutíes puedan maniobrar en esas profundidades, sin el submarino que les proporcione Teherán. ¿Qué va a pasar el día que Irán tenga la bomba, si es que no la tiene ya?

En el medio oriente, la realidad que hoy enfrenta EE. UU. es que, aunque Israel no estuviese en Gaza, el resto de los ataques y desafíos igual existirían, y quizás serían aún más en cantidad, partiendo por la multiplicidad de focos que atacan a EE. UU. más que a Israel, sobre todo, en situaciones como la de Siria, donde de manera diferente Israel acostumbra a responder de inmediato.

En lo militar a EE. UU. se le dificultaría hoy enfrentar nuevos escenarios bélicos, que se sumen a una situación que se ha complicado en Ucrania, ya que la guerra estancada y de desgaste en que se ha convertido la invasión rusa, muestra que como potencia no se había preparado bien para una guerra larga, además, que después de la guerra fría creyó innecesario mantener la producción industrial de municiones, un mal calculo, que contrariamente a los supuestos previos, hoy está perjudicando igualmente o aún más a la OTAN que a Rusia.

Todo apunta a la dificultad que sea cómodo para EE. UU. confrontar una guerra regional en el medio oriente y aun menos, a China por Taiwán. Mas allá de lo político, existe una verdad incómoda en lo militar, lo que confirma el perjuicio que le causa al propio Estados Unidos presionar a Israel en Gaza, por razones que no son militares, sino que tienen que ver con una elección que se ha complicado.

Son además guerras muy distintas en magnitud y complicaciones a las dos contrainsurgentes que han marcado a Washington en lo militar en este siglo XXI.

El desafío es grande, por un lado, recobrar la disuasión y el respeto que se le debiera tener a la superpotencia, por todos, sean la dictadura venezolana, los ayatolas iranies o los jerarcas chinos, cualesquiera. Por el otro, en lo estrictamente militar debe recuperar la noción de accountability de los mandos militares, ya sea por acción u omisión en el retiro de Afganistán o en el actual escenario del medio oriente. Y si no ha sido por ellos, saberlo para responsabilizar a quienes corresponde; por lo demás, sería lo ideal para EE. UU. que no hubiese gran culpa de ellos, por lo que viene a futuro.

En el tema de que más allá de los desacuerdos en el Congreso, el apoyo militar a Ucrania no estaría funcionando bien en estos días, por lo que importa mucho saber el porqué, sobre todo que hoy la autocrítica es doblemente necesaria, porque China es un rival mucho más poderoso. Tampoco ayuda que el Pentágono haya fracasado en las metas de reclutamiento de todas sus armas, que, aunque viene de hace tiempo, esta vez al parecer fue por haber adherido a estrategias woke, como también es un problema para la toma de decisiones, la pérdida en los niveles de calidad de la que otrora fue una prensa muy crítica e independiente.

Lo más difícil que debe abordar EE. UU. es como tener una política exterior bipartidista y de consenso, cuando está polarizado, dividido y en guerra cultural. Estados Unidos necesita acuerdos de Estado para lo militar, lo estratégico y en política exterior, a ser seguidos por diferentes gobiernos, uno detrás de otro.

Ese es el principal desafío que tiene hoy, ya que la política exterior y la militar debieran ser un continuo que no sea radicalmente modificado por el gobierno siguiente. De partida, quizás EE. UU. debiera impulsar una nueva arquitectura de organizaciones internacionales, empezando por la propia ONU, que hoy le es hostil, como un camino unitario para recuperar una política exterior bipartidista.

Si lo llega a lograr, habrá avanzado una enormidad en recuperar el respeto y disuasión perdidos, y el rol de superpotencia hoy cuestionado, tanto desde Beijing como desde Teherán.

Con urgencia disuasión, disuasión, ya que sigue siendo insuperable el consejo del romano del siglo IV Flavio Vegecia Renato que “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, si vis pacem, para bellum.

https://www.intdemocratic.org/es/cuan-bien-se-ha-preparado-estados-unidos-para-la-guerra.html