Por: Carlos Sánchez Berzaín

Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy

Intdemocratic.org

 

Los gobiernos y líderes democráticos consideran a las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua como si fueran sujetos o procesos diferentes, otorgándoles tratamientos diversos e incluso admitiendo las narrativas con las que oprimen a sus pueblos. La realidad señala a las democracias la responsabilidad de reconocer y tratar a las dictaduras del socialismo del siglo 21 como la expansión de la dictadura de Cuba, con su misma metodología y propósitos, y como una sola entidad.

Los regímenes no democráticos de la región son una organización transnacional que se denomina como socialismo del siglo 21 o castrochavismo, que resulta del proceso de salvataje de la dictadura de Cuba que agonizaba en su “periodo especial” que realizó Hugo Chávez a partir de 1999 cuando tomó el poder en Venezuela. La reactivación de la dictadura cubana se produjo por el petróleo y el dinero de Venezuela, que con el financiamiento del aparato subversivo denominado “Foro de Sao Paulo” organizado con Lula da Silva, produjeron derrocamientos, crímenes, asesinaron reputaciones y liderazgos políticos y de partidos, aprovechando la retirada de Estados Unidos luego de sufrir los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Si la dictadura de Cuba no hubiera existido al empezar este siglo, Venezuela no sería hoy una dictadura con su operador local Nicolás Maduro requerido por la justicia internacional por narcotráfico con 15 millones de dólares de recompensa por su captura; Bolivia no hubiera sufrido el golpe de estado de 2003 para luego ser convertida mediante masacres en una dictadura con rotulo de estado plurinacional bajo control de los productores de coca y de cocaína; Ecuador no hubiera pasado por los más de 10 años de régimen dictatorial de Rafael Correa, cuyas consecuencias aún pesan sobre el pueblo ecuatoriano; en Nicaragua no se hubiera reinstalado el sandinismo para romper la democracia y ser hoy la dictadura más descarada y ostentosa en la violación de derechos humanos.

El ataque sostenido y las derrotas que la democracia ha sufrido y sufre en las Américas en el siglo 21 provienen de la reactivación de las operaciones criminales de la dictadura de Cuba con los recursos de Venezuela, con el control total de ese país luego de la muerte de Hugo Chávez, la corrupción internacional basada en fondos federales de Brasil con Lula da Silva, y a la abierta participación en el narcotráfico que ha convertido a Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua en narcoestados. Recursos ilimitados y organización internacional con mando único que ataca interna e internacionalmente.

Como base de la Unión Soviética (URSS), la dictadura de Cuba desarrolló desde su instalación en 1959 repetidos mecanismos criminales de agresión contra los países y los pueblos de las Américas: invasiones, guerrillas, organización de grupos criminales, guerrilleros rurales y urbanos, secuestros, terrorismo, narcotráfico, guerra cultural, conspiraciones, sediciones, golpes de estado y más. Todo esto simplemente se ha repetido y actualizado en el siglo 21, agregando notoriamente el mecanismo de manipulaciones electorales para aprovechar las condiciones y ventajas de la democracia.

Internamente, el sistema para detentar indefinidamente el poder en Cuba, Venezuela Bolivia y Nicaragua es exactamente el mismo -el que la dictadura de Cuba ejerce desde hace 65 años- el terrorismo de Estado, que ofrece como prueba los más de 1.300 presos políticos en Cuba, cerca de 300 en Venezuela, 324 en Bolivia y más de 100 en Nicaragua, con el mismo mecanismo de acusaciones falsas, manipulación de fiscales y jueces, tortura, extorsiones a familias y defensores y la “puerta giratoria” para mantener constante un número de víctimas. Las persecuciones, el exilio, los asesinatos físicos y de reputación, la inexistencia de libertad de prensa, la formación de “oposiciones funcionales”, la corrupción, las purgas, la defensa del narcotráfico, la protección de narcotraficantes y más, todo con discurso “antimperialista”, es prueba adicional.

Internacionalmente las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua y los gobiernos para dictatoriales de México con López Obrador, Colombia con Petro, Brasil con Lula y Chile con Boric operan al unísono sosteniendo a la dictadura de Cuba, ignorando deliberadamente cuando no protegiendo o justificando los crímenes de las dictaduras, apoyando a Rusia en la invasión a Ucrania, señalando a Israel y tratando de integrar un bloque mundial antidemocrático. Cuba ha repetido su condición de plataforma militar y amenaza geoestratégica a Venezuela, Bolivia y Nicaragua para la presencia agresiva de las dictaduras de Rusia, China e Irán en las Américas y la entrega de recursos naturales estratégicos. El castrochavismo es una amenaza a la paz y seguridad y su condición de entidad criminal trasnacional no puede seguir siendo ignorada.

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