Por Pedro Roig Esq.

 

En las dos décadas posteriores a 1870, los Estados Unidos parecían haber perdido el impulso expansionista tan de moda en los años que precedieron el estallido de la Guerra Civil. Ocupados en ordenar la casa, los norteamericanos se enfocaron en la reconstrucción de los Estados del Sur, en la extraordinaria red nacional de ferrocarriles, con más de 225,000 líneas férreas en servicio.(1) (Superior a la suma del resto del mundo) y la expansión de su enorme complejo industrial en el marco económico del sistema capitalista.

Es evidente que el capitalismo libera y estimula la capacidad de producción y riqueza del individuo. Para 1890, Estados Unidos era la mayor productora de acero, petróleo y carbón del mundo.(2) De hecho, en los años finales del siglo XIX, este coloso industrial capitalista, dejó sentir el peso de su eficiencia, calidad y precios en el mercado mundial, dominado por el comercio marítimo.

En Estados Unidos, el más oportuno y efectivo apóstol del Desarrollo del Comercio Marítimo fue el Capitán de la Marina, Alfred Thayer Mahan y  Presidente de la Academia Naval, quien presentó sus postulados de expansión comercial en tres obras de enorme importancia  en los círculos navales de los países industrializados: The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783(3), The Influence of Sea Power upon the French Revolution and Empire 1793-1812, (4) and The Interest of America on Sea Power (5). El impacto de estos tres libros fue inmediato.

Su tesis puede resumirse en los siguientes puntos: las naciones con poderío naval han sido a lo largo de la historia, grandes potencias mundiales. Los Estados Unidos con acceso al Atlántico y al Pacífico estaban obligados a cimentar su grandeza en una poderosa armada de guerra que protegiera la muy necesaria marina mercante. En efecto, los eslabones esenciales para desarrollar este poderío marítimo descansaban en una creciente producción naval y en un activo comercio exterior.

Alfred T. Mahan el gran teórico de la supremacía naval norteamericana

Específicamente, Mahan, señalaba la necesidad de que los Estados Unidos construyeran un canal por Centroamérica que sirviera, para reducir la enorme distancia marítima y conectar con estratégica rapidez, el océano Atlántico con el Pacífico. Con este propósito Mahan indicaba que era imperativo adquirir bases navales en el Caribe para asegurar el esencial control y seguridad de dicho canal. Estas premisas hicieron a la colonia española de Cuba un objetivo de alta prioridad en el poderoso núcleo expansionista de Estados Unidos.

GROVER CLEVELAND Y LA DEFENSA DE VENEZUELA.

En 1892 asumió por segunda vez la presidencia de los Estados Unidos el primer candidato demócrata elegido desde el estallido de la Guerra Civil. Grover Cleveland, entró en la Casa Blanca en completa mayoría en ambas cámaras legislativas, ventaja ésta que los demócratas no disfrutaban desde el inicio de la Guerra Civil en 1860.

Desde muy temprano la joven República de Norteamérica indicó a las potencias europeas que la expansión colonial en las Américas sería intolerable.  James Monroe, el quinto presidente de los Estados Unidos, estableció este precepto geopolítico y proclamó la doctrina que lleva su nombre, en la que advertía a las potencias europeas que Washington rechazaba cualquier tipo de agresiones, injerencias o colonización en las Américas.

En 1892 el Presidente Grover Cleveland invocó la Doctrina Monroe en defensa de Venezuela. La crisis se plantea en la frontera con la colonia británica de Guayana donde las diferencias habían tomado peligrosas proporciones bélicas debido al descubrimiento de yacimientos de oro en la región del Esequibo.

Ante la inminencia de una acción militar inglesa contra Venezuela, el presidente norteamericano ordenó a su Secretario de Estado, Richard Olney, que desempolvando la Doctrina Monroe invocará el derecho de los Estados Unidos para prevenir cualquier agresión o injerencia extra continental en América Latina.

Sorprendido por la actitud de Washington, el gobierno de Londres rechazó la propuesta de arbitraje ofrecida por Estados Unidos, subrayando el derecho británico a sus posesiones coloniales en América. El 17 de diciembre de 1895 el presidente Cleveland, en un mensaje especial al Congreso provocó enorme conmoción internacional al tomar partido junto a Venezuela (6). Destacando el hecho de que si Gran Bretaña se negaba al arbitraje, Estados Unidos se vería obligado a hacer uso de las armas (7).

Estupefacto por la amenazante declaración norteamericana, Inglaterra, la primera potencia naval del mundo, decidió que no habría guerra y con su tradicional sentido práctico, aceptó la mediación de Washington en el conflicto con Venezuela y de inmediato inició una acelerada política de acercamiento comercial y diplomático con el coloso norteamericano.

En conclusión, debemos señalar dos importantes factores que dominaron la diplomacia británica posteriormente. Primero: Despejada la crisis venezolana, Londres pudo apuntar el área geográfica del Mar Caribe, dentro de la zona de influencia político-comercial de los Estados Unidos Segundo: Inglaterra comenzó a desmantelar su política pro-española en relación a conflictos relacionados con la insurrección en Cuba.

Los líderes políticos en Madrid debieron analizar objetivamente la decisión de la primera potencia naval del mundo y seguir el modelo inglés, buscando para España una fórmula de acercamiento comercial a los Estados Unidos.

Cuba está a 90 millas del multimillonario mercado de consumo norteamericano. El gobierno de Madrid tenía como alternativa darle a Cuba todas las libertades políticas dentro de la soberanía española y promover el desarrollo de la industria azucarera para satisfacer las insaciables necesidades de Norteamérica.

CLEVELAND Y LA “NO INTERVENCIÓN”

Es un hecho histórico que entre 1893 a 1897 el presidente de los Estados Unidos, Grover Cleveland se opone públicamente a cualquier forma de intervención militar en Cuba. Este hombre bajito, corpulento, brusco y perfectamente rasurado, en una época de espesas barbas, era conocido como un administrador honesto y empecinado. Su habilidad para decir “no” a los grupos de presión en Washington fue una de las características sobresalientes de su carácter y personalidad política.

Promotor incondicional del principio de respeto a la ley y el orden, la insurrección cubana a la autoridad de España no era del agrado del Presidente norteamericano. Convencido de que ambos bandos eran culpables de excesos de violencia, Cleveland no favorecía la intervención armada en la guerra de Cuba.

El 12 de junio de 1895, a pocos meses de comenzar la insurrección en Cuba, (24 de febrero), el presidente Cleveland lanzó la primera proclama de neutralidad, en la que hacía notar el hecho de que Estados Unidos estaba en paz con España, por lo que prohibía, terminantemente, a los ciudadanos norteamericanos o extranjeros utilizar el territorio de la Unión para el tráfico ilícito de armas o suministro de equipos bélicos a las fuerzas insurrectas en la isla, ordenando a las autoridades federales, la persecución de los que violaran  de esta disposición ejecutiva(8).

El celo de Cleveland en aplicar la neutralidad queda de manifiesto en el hecho de que durante los tres años que duró la Guerra se estima que partieran para Cuba unas setenta expediciones de las cuales, cinco de ellas fueron capturadas por la marina española y veinte por las autoridades federales de los Estados Unidos y todas durante la administración de Cleveland (9).

A lo largo de su mandato presidencial, el ejecutivo norteamericano rechazó categóricamente la intervención militar en Cuba y solamente contempló la posibilidad de comprar la isla, si España accedía a la negociación. En una reunión con varios congresistas partidarios de la Guerra, fijó su posición, “No habrá guerra con España mientras yo sea presidente” (10).

PRESIDENCIA DE WILLIAM McKINLEY

William McKinley fue Presidente de los Estados Unidos, desde el 4 de marzo de1897 hasta su asesinato por un fanático anarquista el 14 de septiembre de 1901.Su presidencia marca el comienzo de los Estados Unidos en el proceso de transformarse en potencia mundial.

En los primeros meses, la administración de McKinley fue cautelosa en su política hacia Cuba. Pero a medida que esta se fue perfilando se pudo comprobar que su gobierno estaba determinado a ejercer fuertes presiones para que España abandonara la isla, ya fuese por medio de una transacción financiera o por la fuerza de las armas.

CAMBIO DE RUMBO EN WASHINGTON

El 17 de mayo el presidente pidió y fue autorizado por el Congreso a emplear $50,000 para socorrer a los ciudadanos norteamericanos que estaban en Cuba. El 8 de junio, el subsecretario de Estado William Day le hizo saber a Dupuy de Lome el profundo desagrado con que el gobierno de los Estados Unidos veía la reconcentración de los campesinos cubanos ordenada por Weyler. Pocos días después Sherman confirmó la posición de Washington en una enérgica nota a Dupuy de Lome en la que protestó por la dirección inhumana y bárbara de la guerra (11).

El 4 de agosto, el gobierno de Cánovas del Castillo respondió con una dura nota de protesta a Washington, indicando que las medidas adoptadas por Weyler, estaban enmarcadas en la práctica de los países civilizados para dominar rebeliones coloniales y que las empleadas en Cuba por el Ejército Español eran más humanas que las utilizadas por los generales de la Unión, para derrotar a los confederados. Era obvio que en el verano de 1897, los políticos y militares españoles pudieron apreciar la percepción y creciente hostilidad de Washington a la reconcentración de los campesinos en Cuba.

LA PRENSA AMARILLA

Desde el principio de la insurrección, los exiliados cubanos en los Estados Unidos establecieron vínculos de propaganda con la prensa norteamericana, especializada en noticias sensacionalistas. Para los periódicos neoyorkinos “The World” de Joseph Pulitzer y “The Journal” de Randolph Hearst, que se encontraban enfrascados en una monumental batalla de circulación, la Guerra en Cuba con su carga de desolación y muerte, representaba una fuente inagotable de noticias de fácil acceso, innegable interés humano y marcado potencial de distorsión, material del que se alimenta la llamada “prensa amarilla”, escandalosa y sensacionalista.

La orden más severa y polémica dictada por los españoles en Cuba fue el decreto de reconcentración de los campesinos, promulgado el 21 de octubre de 1596. Curiosamente los periódicos se percataron, con lentitud, de esta drástica orden. The World fue el primero en ver las posibles consecuencias de la medida y en un trabajo editorial publicado casi un mes después de promulgado el decreto lo condenó con dureza. Decía: “Una provincia completa será despoblada por el hambre y las enfermedades, si el mandato es obedecido…”

The Journal reaccionó al día siguiente, quizás inspirado por su rival atacando editorialmente la política de Weyler en la isla: “La población rural tiene la alternativa de ser asesinada por los soldados españoles, o de morirse de hambre en los pueblos…. Esto es un asesinato en gran escala, no una guerra.”(12)

Conocidos historiadores han establecido con documentos convincentes, el impacto socio-político y la magnitud de la campaña anti-española desatada en Norte América por la prensa sensacionalista. En efecto, quisiéramos destacar un incidente que pone de relieve la pobre objetividad periodística que caracterizó esta época.

En febrero de 1896, Weyler prohibió a los periodistas acompañar a las columnas españolas en operaciones militares. Reaccionando a esa orden, Frederick Remington reportero estelar de “The Journal” se vio obligado por esta medida a permanecer en la ciudad de La Habana. Frustrado en su misión de reportar las incidencias de la lucha armada, Remington informó a Hearst: “Todo está tranquilo… no habrá guerra… deseo marcharme… ” a lo que Hearst con inusitado cinismo respondió: “Provea usted las fotos que yo fabrico la guerra “. El impacto sensacionalista de la prensa amarilla en la población norteamericana contribuyó al creciente sentimiento anti español que fortaleció el entusiasmo de la nación por la guerra.

Intelectuales prominentes sirvieron en Cuba como corresponsales de guerra: Stephen Crane, poeta, escritor y periodista, autor de la emblemática novela “The Red Badge of Courage” (1895) sobre la guerra civil norteamericana. Como corresponsal en Cuba, escribió en (The Journal) con un alto sentido de los valores que dignifican la conducta humana en medio de la violencia. Crane murió muy joven.

Frederick Remington, protagonista del cruce de mensajes con William Hearst, fue un genial escultor, pintor y escritor, mundialmente famoso por sus magistrales imágenes del “Salvaje Oeste”. Los originales de sus pinturas y esculturas valen hoy una fortuna. Remington estuvo presente en el ataque de tropas americanas incluyendo a Theodore Roosevelt en la batalla de “La Loma de San Juan”.

Richard Harding Davis, elegante y apuesto novelista y corresponsal de guerra, pertenecía a la aristocracia social de Filadelfia. Autor de “Soldados de Fortuna” y “La Muerte de Rodríguez”, que despertó simpatías por los cubanos. Harding estuvo presente en el combate de las Guásimas donde estableció una estrecha amistad con Roosevelt, futuro presidente de los Estados Unidos.

El impacto de la sistemática dosis de propaganda en la población norteamericana se hizo evidente en el creciente sentimiento a favor de la guerra que se apoderó de la nación. La devastación de las zafras azucareras de 1896 y 1897 que  evidenció la impotencia de Wayler para dominar la insurrección y acontecimientos inesperados como el asesinato de Cánovas del Castillo y la voladura del crucero Maine, en la Bahía de la Habana, precipitaron la Guerra Hispano-Cubano- Americana.   

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