Por Pedro V Roig, Esq.

 

Estadista, historiador y líder monárquico de probada honradez entre políticos profundamente corruptos, Canovas ocupó en seis ocasiones el cargo de presidente del Consejo de Ministros de España. Bajo su gobierno se aprobó la Constitución de 1876, y se estableció una monarquía liberal de corte Británico, diseñada en el modelo bipartidista o de alternancia en el poder, En 1880 firmó la abolición de la esclavitud en España y sus colonias. (Cuba fue la excepción, donde se hizo de forma gradual hasta el 7 de octubre de 1886, en que se puso fín a la esclavitud.)

Según la práctica veraniega, en agosto de 1897, Cánovas, el político más poderoso de España, se fue acompañado de numerosos ministros de su gobierno y miembros de la aristocracia española a descansar al balneario medicinal de Santa Agueda (Guipuzco) próxima a la ciudad vasca de San Sebastián, favorita de la Regente María Cristina de Habsburgo, viuda de Alfonso XII.

Los detalles del magnicidio indican que el 8 de agosto de 1897, Cánovas tras ir a Misa con su esposa salió al patio y se sentó a leer un periódico. A los pocos minutos se oyeron los disparos. Impunemente el anarquista italiano Miguel Anguilillo se le acercó y casi a quemarropa asesinó a Cánovas con tres balazos.

Anguilillo, consumado fanático terrorista fue detenido, juzgado y condenado a morir en el garrote doce días más tarde (el 20 de agosto, 1897) en el cercano pueblo de Vergara. Antes de ser ejecutado, el asesino confesó que había disparado contra Cánovas en venganza por la muerte de cinco anarquistas fusilados en la Fortaleza de Montjuich en Barcelona, cuya sentencia había sido firmada por Cánovas.

En investigaciones posteriores se supo que Anguiolillo había recibido ayuda financiera del doctor Ramón Emeterio Betance, nacido en Puerto Rico y que hasta el final de la Guerra de Independencia (1895-1898) fue jefe de la Delegación cubana en Francia. Betance nunca desmintió el papel que desempeñó en la muerte de Cánovas.

 No se ufanaba del hecho, pero no negaba los contactos tenidos con Anguiolillo, ni los 500 francos que le facilitó para que se pudiera trasladar a España. El odio del anarquista italiano estaba dirigido contra la Regente María Cristina y su pequeño hijo, el futuro Alfonso XIII.  Betance, que solía decir a sus visitantes: “en esta silla donde estás, estuvo sentado Anguiolillo”, razonó con el ferroviario de Foggia que la muerte de María Cristina y su hijo sería negativo por tratarse de una mujer y un niño, que además carecían de poder real en la gobernación de España. El nombre de Cánovas, fue apareciendo en las varias reuniones que sostuvieron y Anguiolillo lo hizo suyo, para descargar en el estadista español, su odio contra la sociedad burguesa.

Cánovas del Castillo creyó hasta el último día de su vida que el General Valeriano Weyler estaba en el proceso militar de ganar la guerra en Cuba. En efecto, Cánovas entendía que las reformas políticas debían aplicarse después de derrotada la insurrección y pacificada la isla. Su muerte tuvo consecuencias inmediatas y profundas en la historia de Cuba.La noticia del crimen de Santa Agueda, fue seguida por una crisis del gabinete conservador. Por varios días se debatió, acerca de quién debía ser el sucesor de Cánovas. Finalmente, luego de consultas con líderes políticos,  la Regente María Cristina llamó al liberal  Práxedes Mateo Sagasta, para que formara gobierno. Sagasta era para esta época un firme creyente de una salida política a la guerra, incluyendo la plena autonomía para Cuba,  en un modelo parecido al de Inglaterra  y Canadá. Desde el nombramiento de Sagasta como Jefe del Consejo de Ministros, los rumores de que Weyler sería destituido como Capitán General de Cuba se hicieron comunes en los círculos políticos de España. Para nadie era un secreto la profunda antipatía que Sagasta y Weyler profesaban.

La situación se hizo más difícil para Weyler con la noticia de que las fuerzas mambisa a las órdenes del Mayor General Calixto García, habían capturado la ciudad fortificada de Las Tunas. (31 de agosto de 1897).  Esta fue una significativa derrota que le facilitó a Sagasta la destitucion de Weyler de su mando en Cuba.

El asesinato de Cánovas, defensor a ultranza de Weyler, fue un hecho inesperado que recuerda la teoria de “Las consecuencias imprevistas” de Karl Popper y sus infinitas variables. La destitución y salida de Cuba del general Weyler y la implementación de la Autonomía, que no estaba en los planes inmediatos de Cánovas, fueron hechos que alimentaron violentas y sostenidas manifestaciones de protesta en las calles de La Habana, que incluía oficiales del Ejército Español.Este gravísimo nivel de violencia en la capital de la isla crearon las condiciones de inseguridad para que el cónsul Fitzhugh Lee  pidiera  a Washington la presencia en la bahía de la Habana de un buque de la Armada de Estados Unidos, destinado a proteger a los ciudadanos norteamericanos. El buque de guerra resultó ser el crucero Maine, que llegó a la Habana en enero de 1898. En efecto, las consecuencias imprevistas del asesinato de Canovas, cambiaron el de rumbo de nuestra historia.     

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