*Dr. Fernando Dominguez

 

La sociedad es un fenómeno primariamente material. Encima de lo material surge todo lo demás y sin lo material, todo lo demás desaparece. Esa simple verdad ha sido sistemáticamente ignorada por las élites socialistas que, llegando al poder, se dedican sistemáticamente a negar esa verdad, no de palabra, de hecho, en sus cotidianas acciones. La excusa: quitar el poder económico a las clases sociales hasta ese momento dominantes y que poseen las palancas de la creación de la riqueza: el capital, la tierra, el subsuelo minero, las instalaciones industriales, la flota mercante, la flota pesquera, y otros.

Como en realidad lo que se pretende es someter a su voluntad y poder absoluto a toda la sociedad, también se priva de la propiedad privada a los medios de comunicación, al sistema educacional, al ejercicio de la defensa legal, a las instituciones profesionales, y a toda otra organización o medio que pueda defender a la sociedad frente a la tiranía a ser implantada, incluyendo a la propia clase obrera y campesina, que ellos proclaman ser autores de la instauración. Para imponer la tiranía pues también se despoja a la sociedad de sus medios de defensa cívica y se anestesia a las clases sociales con la creación de instituciones que "agrupen" a las diferentes capas y estamentos, pero todas sometidas al puño de la tiranía, prohibiendo todo otro tipo de organización social, cívica o profesional.

Este macabro proceso es descrito como la "obra revolucionaria" y ha sido seguido al pie de la letra por toda otra sociedad sometida a la bota comunista, que ellos llaman "socialista" al principio del proceso con el fin de asustar menos a los tontos que se lo creen, pero que no están totalmente subordinados…todavía. Y que como buenos "tontos útiles" les servirán de defensores frente a otros inocentes que no han entendido que caminan hacia el calvario.

En ninguna sociedad "socialista" o programa para instalarla existe plan alguno para desarrollar la economía, para asegurar el mantenimiento del nivel de vida promedio y mejorarlo, para desarrollar esos medios creadores de la riqueza social que ellos nacionalizarán y que irremediablemente serán mal administrados, desaprovechados, abandonados a su suerte y generalmente dejados a morir por falta de mantenimiento y menos por reinversión. Porque en realidad eso no les interesa. Saben perfectamente lo que únicamente les interesa: el poder absoluto y para siempre. Con ese poder absoluto el grupo de "dirigentes" vivirá como príncipes, hasta morir en su cama, sin que nadie les ponga en peligro sus privilegios y el resto, ya se las arreglará como puedan, y la maquinaria propagandista ahogará la verdad: que vivirán peor cada día hasta llegar al límite. Esa es la causa general de desaparición del socialismo: la implosión debida a su propia incapacidad.

En el caso castrista esa crónica del desastre comenzó el propio día que dejó de existir el régimen anterior. Las huestes "revolucionarias" comenzaron inmediatamente el saqueo de lugares propiedad de personajes del régimen anterior, se decretó el presidio y ajusticiamiento de sus oficiales por tribunales "revolucionarios" y se creó el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados para confiscar todas las propiedades, negocios e intereses de entidades que la dirección "revolucionaria" considerase de "turbia" procedencia. El despojo había comenzado. La supresión de libertades, también.

Se hicieron dos reformas agrarias. Una primera para propiedades de extensión agrícola de cierto tamaño, justificada por el principio de "la tierra para quien la trabaja" cuyo verdadero fin era quitarle todo poder económico a la clase social de mayores ingresos en ese sector, incluyendo todo tipo de explotación agrícola, ganadera, cafetalera, cañera, y de cualquier otra clase. Como muchos predios incluían en sus límites otros muchos negocios, ellos fueron también nacionalizados. Fue un primer golpe serio a la creación de riqueza pues pasaron a controlar esas propiedades personas sin ninguna preparación administrativa, comercial o económica, y cuyo único fin era ajeno a la producción, era asegurar someter a aquellos incluidos en esas propiedades.

Concluidos esos dos pasos de confiscación de las propiedades en la vida rural, iniciaron "planes especiales de desarrollo" con la excusa de organizar cosas como el "Cordón de La Habana" para producir café y otro tipo de productos agrícola para abastecer la ciudad, "cordones lecheros" con empresas de ordeño mecánico y otras bellas ideas para aprovechar la tierra, etc. La verdadera finalidad: terminar de "raspar" la olla de la pequeña propiedad campesina "incorporando" esas miles de pequeñas propiedades a esas granjas estatales, "indemnizando" a los antiguos propietarios con un ingreso mensual, pero a cambio de lo cual debían trabajar 8 horas diarias en la granja estatal correspondiente. Esa tomadura de pelo que se trataba de convertir en obreros agrícolas privados de propiedad a los antiguos propietarios fue objeto de un torrente de cantaletas y odas a la Revolución, dándole la gracias por despojarlos de su propiedad. Típico de la propaganda comunista: llamar amor a la crueldad y paz a la guerra.

Mientras eso sucedía a lo largo del país en un proceso que duró algunos años para culminar el despojo, pues le tocó el turno al resto de la economía. La Banca, nacional y extranjera, las empresas de transporte, las instalaciones aero-portuarias, la industria petrolera y minera, las minas y plantas procesadoras de níquel, manganeso y cuanto otro material del suelo y el sub suelo, los fertilizantes, la industria ligera, es decir, toda propiedad de producción de bienes y servicios fue cayendo, ineluctablemente a lo largo del primer decenio de la destrucción revolucionaria. Por el camino se aprovechó para despojar de toda propiedad a las entidades de procedencia extranjera, particularmente la norteamericana, desde fecha tan temprana como 1960, todas sin compensación alguna y a punta de pistola. Típico de los bondadosos y humanistas "revolucionarios" poco menos que elevados a la categoría de "santos" por su propia maquinaria propagandística y la comprada y pagada internacional, unida a los siempre "tontos útiles" que no se dan cuenta de nada hasta que sus propias cabezas ruedan en la guillotina revolucionaria.

En el paroxismo de la admiración maoísta que padeció el Mao cubano, creó la llamada "ofensiva revolucionaria" en marzo de 1968, en que se les nacionalizó las máquina de coser a las costureras, los "chinchales" a los zapateros, y los más pequeños servicios, como burda copia al Salto Delante de Mao 10 años antes. En ambos casos resultó en la destrucción total de ambas sociedades: la china y la cubana. Ambos sabían lo que hacían: destruir. Les interesó mucho más destruir porque esa destrucción incluía, lamentablemente, también la destrucción de toda esperanza de restauración de la sociedad anterior.

Ese "salto adelante" incluyó, en ambos casos la destrucción de la historia propia, de la cultura, de la educación transformada en adoctrinamiento, de la formación de profesionales con basamento científico, de la posibilidad misma de hacer una sociedad viable. La historia china fue diferente. A la muerte de Mao sucedieron disputas por el poder que dieron como resultado el acceso al poder omnímodo del Partido Comunista Chino a personas que cayeron en cuenta que uno de las dos grandes obstáculos al progreso del socialismo era la ausencia de la propiedad privada y la reinstauraron como piedra angular del crecimiento económico. El segundo problema está sin resolver: la ausencia de Libertad y Democracia, la existencia misma del poder omnímodo y una vez resuelto, el primero, pues el segundo se torna imposible de superar. La existencia de esa contradicción creciente entre la propiedad privada y la tiranía política es actualmente el centro de la dictadura china.

En el caso de Cuba todos los obstáculos al desarrollo socio-económico están presentes: la economía en ruinas y el sistema socio-económico que la maneja son totalmente inexistentes e inapropiados, la ausencia de Libertad y Democracia, el más absoluto voluntarismo y divorcio de las necesidades del país con los intereses de la gerontocracia heredera del poder omnímodo, corrompidamente asociada con una generación nueva de líderes creados, seleccionados y puestos a dedo para compartir la corrupción y asegurarle a los miembros de la gerontocracia la muerte serena y en sus camas. El desastre es tal, que empieza a barruntarse un implosión…ya que ha tornado la vida normal en una quimera, sin comida, sin salud pública, sin viviendas, sin servicios sociales, y con una represión cada día más descarnada. No hay mayor fábrica de disidentes que la propia tiranía. ¿Cuánto podrá resistir la población sin protestar masivamente y generar la implosión?