Por Con Coughlin

Gatestone

 

La creciente antipatía de la Administración Biden hacia el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, amenaza con descarrilar la ofensiva militar de Israel para destruir a Hamás.

Cada día que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) prolongan su esfuerzo militar para acabar con la amenaza planteada por la presencia del grupo terrorista en Gaza surgen más detalles de la asombrosa infraestructura subterránea que la organización respaldada por Irán ha construido en el territorio que gobierna.

En los tres meses transcurridos desde que Israel lanzó su ofensiva militar contra Hamás tras los mortíferos ataques del 7 de octubre -cuando los terroristas mataron al menos a 1.200 personas y tomaron como rehenes a otras cientas- los comandantes de las FDI se han sorprendido por la magnitud de la red de túneles, compuesta por 350 millas y 5.700 pozos de entrada, que Hamás ha construido en la Franja de Gaza con el objetivo específico de aumentar su capacidad para lanzar ataques terroristas contra Israel. Incluso se le ha descrito como "una ciudad bajo una ciudad" y una "fortaleza bajo una ciudad".

La red de túneles, apodada "el metro de Gaza" por los israelíes, se ha construido con los cientos de millones de dólares que el grupo terrorista ha recibido de Irán y Qatar. La función principal de muchos de los túneles es contrabandear equipo militar a Gaza desde Egipto, que luego pueda usarse para lanzar ataques contra Israel.

Los túneles, algunos de los cuales son lo suficientemente grandes como para dar cabida a automóviles, se utilizan para transportar personas y mercancías, almacenar cohetes y municiones y albergar centros de mando y control de Hamás. Al ubicar su infraestructura terrorista bajo tierra, la milicia yihadista ha hecho inmensamente más difícil para las FDI monitorear sus actividades.

También utiliza infraestructura civil en Gaza, como escuelas y hospitales, para ubicar algunos de sus principales centros de comando y control, uno de los cuales está alojado debajo del hospital palestino Al Shifa.

Las FDI han acusado a los terroristas responsables de planificar y ejecutar los ataques del 7 de octubre de esconderse dentro de estos pasajes debajo de casas y dentro de edificios poblados por civiles gazatíes, convirtiéndolos efectivamente en escudos humanos.

Como explicó el principal portavoz militar de Israel, el contraalmirante Daniel Hagari, al comienzo de la ofensiva de las FDI en octubre:

 

"Hamás ha convertido los hospitales en centros de comando y control y escondites para los terroristas y comandantes... Los terroristas operan dentro y debajo del hospital Al Shifa y otros hospitales en Gaza".

Además, Hamás sigue planteando una amenaza mortal para Israel a pesar de los importantes avances que las FDI han logrado hasta ahora en el desmantelamiento de la infraestructura de la organización yihadista en el norte de Gaza. Implacables, los terroristas de Hamás lanzaron al menos 25 cohetes contra Israel desde el centro de Gaza.

La continua amenaza que la infraestructura terrorista de Hamás representa para la seguridad de Israel ha llevado a Netanyahu a advertir que la operación de las FDI podría durar hasta 2025. Rechazando las afirmaciones de los críticos de que los actuales objetivos militares no son alcanzables, Netanyahu prometió seguir adelante con la ofensiva durante muchos meses. "No nos conformaremos con nada que no sea una victoria absoluta", declaró.

El primer ministro israelí también reiteró su oposición de larga data a la creación de un Estado palestino, que, según él, se convertiría en una plataforma de lanzamiento para atacar a Israel.

Sin embargo, los esfuerzos de Israel por lograr su objetivo de destruir a Hamás corren un grave riesgo debido a la creciente hostilidad de la Administración Biden hacia el Gobierno de Netanyahu.

Biden se ha mostrado ambivalente sobre el intento de Israel de destruir a Hamás desde el inicio de la ofensiva de las FDI en Gaza. Si bien prometieron mantener el apoyo militar a Jerusalén, Biden y sus funcionarios han adoptado una actitud cada vez más crítica, cuestionando tanto sus tácticas militares como los objetivos bélicos de Netanyahu.

En su intervención en el Foro Económico Mundial de Davos, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, repitió la opinión de Washington de que una solución de dos Estados era la mejor resolución al conflicto, argumentando que sin un "camino hacia un Estado palestino" Israel no "obtendría una seguridad real".

La creciente brecha entre Biden y Netanyahu fue evidente durante el último intercambio entre los dos líderes, el primero en cuatro semanas. En la llamada de entre 30 y 40 minutos del viernes, Netanyahu volvió a expresar su oposición a la creación de un Estado palestino mientras que Biden se centró en reafirmar su compromiso para ayudar a los palestinos a avanzar hacia la condición de Estado.

"Cuando hablamos de Gaza después del conflicto... tenemos que hablar también de las aspiraciones del pueblo palestino y de cómo deben ser esas aspiraciones para ellos", dijo el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, después de la llamada.

Las crecientes tensiones entre Washington y Jerusalén han incluso llevado a miembros del Congreso a pedir que Estados Unidos reevalúe su apoyo a Israel, con Pramila Jayapal -la representante de Estados Unidos que encabeza el cuestionable Caucus Progresista del Congreso- reclamando que la postura del primer ministro israelí "debería ser suficiente para que replanteemos de cero nuestra relación de apoyo incondicional con su Gobierno".

Además, hay indicios creíbles de que la hostilidad del Gobierno estadounidense hacia el israelí lo ha llevado a trabajar con altas figuras del aparato de seguridad de Israel -que se sabe tiene una relación difícil con el primer ministro- para cambiar la cúpula del país.

La relación entre Netanyahu y sus jefes de seguridad ha estado en mínimos desde los ataques del 7 de octubre, con los jefes de inteligencia israelíes recibiendo la culpa de los fracasos catastróficos que permitieron a Hamás llevar a cabo su ataque. Hasta donde sabemos, nadie en Estados Unidos culpó jamás al presidente George W. Bush por los ataques del 11 de septiembre de 2001. No parece haber evidencia, además, de que el primer ministro de Israel hubiera tenido conocimiento de los documentos que describían una invasión desde Gaza.

No sólo sería una grave violación de la soberanía israelí que la Administración Biden intente trabajar con los jefes de seguridad israelíes para derrocar al Gobierno de Netanyahu, sino que también iría en contra de los deseos de la abrumadora mayoría de los israelíes, que, después de los atroces acontecimientos del 7 de octubre, comprensiblemente tienen poco interés en un Estado palestino independiente.

Una encuesta reciente muestra que el 81% de los habitantes de Israel dice que no hay perspectivas de paz con los palestinos, postura que sostienen incluso los israelíes árabes y el 70% de los votantes de izquierda. Alrededor del 88% de los israelíes asegura que no confía en el liderazgo palestino. Y con razón: los dirigentes palestinos siempre han estado tan profunda y abiertamente comprometidos con la destrucción de Israel como lo está Hamás. (Ver aquí, aquí, aquí, aquí y aquí).

En lugar de intentar derrocar al Gobierno de Netanyahu, sería mejor que la Administración Biden entendiera que derrotar a Hamás interesa tanto a Estados Unidos como a Israel. La organización terrorista y sus partidarios iraníes no sólo están consagrados a la destrucción de Israel. También están comprometidos con atacar a Estados Unidos y sus aliados en el Medio Oriente, como lo han demostrado los recientes ataques de los rebeldes hutíes en Yemen y las milicias respaldadas por Irán en Irak y Siria. Por lo tanto, destruir a Hamás como entidad terrorista enviará un mensaje claro e inequívoco a Irán y sus aliados de que Washington está preparado para defender sus intereses en Medio Oriente y su aliado más cercano, Israel.

https://es.gatestoneinstitute.org/20354/biden-netanyahu-destruir-hamas