Por Gordon Chang

Gatestone

 

Desde que, tal como informó la BBC, un incendio se cobrara el jueves la vida de 10 personas en un bloque de apartamentos de Urumqi, en el noroeste del país, durante el pasado fin de semana las protestas extraordinarias se extendieron rápidamente por toda China, incluso en grandes ciudades como Pekín y Shanghái.

El pueblo chino clamó contra los controles anticovid instaurados por el régimen, que impidieron a los bomberos llegar a tiempo al lugar de la tragedia. "Se trata de gente que ha traspasado el punto de quiebre", tuiteó Selina Wang, de CNN, el domingo.

También el domingo, Simina Mistreanu, del Telegraph, informó en Twitter de que una multitud de al menos 100 personas comenzó a marchar hacia la Plaza de Tiananmen, en el corazón de la capital china. Sin embargo, la Policía detuvo a los manifestantes después de unas pocas cuadras, en el río Liangma. "El hecho de que tuvieran la intención de protestar en Tiananmen es muy fuerte", escribió.

Mistreanu tiene razón. Los observadores afirman que los disturbios del fin de semana –China amaneció en calma el lunes– son los más importantes desde las manifestaciones masivas que sacudieron la capital y unas 370 ciudades más en la Primavera de Pekín de 1989. Sin embargo, en muchos aspectos, las protestas en curso son más peligrosas para el Partido Comunista.

Como declaró a Gatestone Charles Burton, experto en China del Macdonald-Laurier Institute de Ottawa, incluso el Movimiento Tiananmen de 1989 "no desafió los fundamentos del dominio del Partido sobre China". Entonces los manifestantes sólo querían que se destituyera a los partidarios de la línea dura, como el primer ministro Li Peng, para dar paso a las "reformas democráticas"; es decir, a una "democratización de China gestionada por el Partido", según dijo Burton.

Hoy, sin embargo, son muchos los chinos quieren deshacerse del Partido. Como informó Mistreanu, los manifestantes que vio en Pekín coreaban "¡Queremos libertad, igualdad, democracia, Estado de Derecho!". "¡No queremos dictadura!", clamaban.

Las manifestaciones del pasado fin de semana también se parecen a las protestas de 1949. Ese año, Mao Zedong derrotó a los nacionalistas de Chiang Kai-shek, entonces en el Gobierno. Chiang comandaba ejércitos muy superiores a los comunistas, pero su régimen, no obstante, cayó rápidamente.

¿Por qué? Según me dijo una vez el aclamado historiador Yu Ying-shih, los nacionalistas de Chiang habían "perdido el favor de la gente". Lo mismo le pasa ahora al PCC, como se conoce informalmente al Partido Comunista Chino.

En la era comunista, China ha sido testigo de numerosas manifestaciones, pero la mayoría han sido, según señala Burton, "muy localizadas" y "centradas en la prevaricación, la corrupción y la incompetencia de los funcionarios comunistas de menor nivel". En cambio, la ira se dirige ahora hacia el propio Partido.

En resumen: como se desprende de las manifestaciones espontáneas del fin de semana, el pueblo chino está harto de Xi Jinping y del régimen del PCC. Reconoce el hecho fundamental de que el sistema del Partido no funciona.

Xi consolidó su dominio sobre el Partido Comunista en el XX Congreso Nacional del mes pasado, pero el PCC está perdiendo el control sobre la sociedad china.

El pueblo chino no sólo está indignado por la política dinámica de cero covid implantada por Xi; también está preocupado por una economía que se desmorona y por el colapso del crucial sector inmobiliario. El precio de la vivienda nueva en 70 ciudades cayó en octubre por decimocuarto mes consecutivo. En los últimos meses ha habido un número anormalmente bajo de ventas, porque el mercado está congelado, y se dan grandes diferencias entre lo que piden los vendedores y lo que están dispuestos a pagar los compradores. Estas caídas de precios y ventas son muy preocupantes, ya que alrededor del 70% de la riqueza de los hogares chinos está ligada al sector inmobiliario. Por eso ya antes del fatal incendio del jueves estaban los chinos descontentos.

Las actitudes populares sugieren que China seguirá siendo inestable durante un tiempo. Así las cosas, ¿por qué debería la comunidad internacional preocuparse por la inestabilidad en el gigante asiático?

Porque el régimen de Pekín podría contraatacar. Si pareciera que el Partido Comunista fuera a colapsar de súbito, Xi tendría que dedicar todos sus recursos a lo doméstico, desplegando el Ejército Popular de Liberación. Sin embargo, si la crisis se prolongara en el tiempo, se le presentaría la ocasión de tratar de canalizar la ira popular hacia los países vecinos o hacia EEUU y apuntar al Ejército hacia el exterior.

El mundo tuvo la suerte de que la Unión Soviética se disolviera rápidamente, pero no esperen que China lo haga con la misma rapidez. En un discurso secreto a los cuadros del PCC en diciembre de 2012 –un mes después de asumir el poder como secretario general–, Xi criticó a Mijaíl Gorbachov por permitir el colapso del Estado soviético. Según dijo , el líder soviético no era un "hombre de verdad".

Xi, que sí se considera un "hombre de verdad", ha exacerbado durante sus diez años como secretario general la xenofobia. Fomentar el odio a Estados Unidos para librar al Partido del descontento popular no le resultaría muy costoso.

Xi, que el pasado fin de semana escuchó los cánticos que exigían su dimisión, probablemente sabe que no puede ganarse el corazón de los chinos si no desencadena una guerra. Es por esto que todo el mundo tiene un interés directo en lo que suceda en las calles de China.

https://es.gatestoneinstitute.org/19200/china-manifestantes-partido-comunista