Por Emilio Campmany

Libertad Digital

 

Putin está seguro de que al final, ante las armas nucleares, Occidente dará un paso atrás y le permitirá someter finalmente a Kiev. ¿Se equivoca?

Es muy conocido el vicio de los generales vencedores de una guerra de tratar de ganar la siguiente con las mismas tácticas. Los generales franceses intentaron en 1940 parar a los alemanes con lo mismo con que los detuvieron en 1914 y fracasaron. Menos sabido es que los dictadores de naciones derrotadas siempre intentan ganar la siguiente guerra evitando los errores de quienes les precedieron. Napoleón III creyó que el error más grave de su tío fue enfrentarse a Gran Bretaña. Por eso combatió codo con codo con los británicos en Crimea. Eso no le evitó acabar igual de derrotado que el primer Bonaparte. Hitler se propuso evitar la guerra en dos frentes que el temerario Estado Mayor alemán se dispuso a librar en 1914. Por eso firmó con Stalin el pacto Molotov-Ribbentrop, para poder concentrarse en derrotar a Francia y a Gran Bretaña y luego invadir Rusia con las espaldas cubiertas. No tuvo paciencia y lo hizo en 1941 sin esperar a que Gran Bretaña hincara la rodilla, pero la consideró incapaz de abrir un segundo frente debido a su condición insular. Como a Napoleón III, tampoco le salió bien y acabó tanto o más derrotado que Hindenburg y Ludendorff.

El análisis que se está haciendo del pensamiento estratégico de Putin trata de descubrir en él las tradiciones del pensamiento militar ruso: ganar seguridad a base de conquistar territorio, fiarlo todo a la artillería de largo alcance, valoración de la eficacia del bombardeo indiscriminado, rigidez en la cadena de mando y un montón de cosas más. Creen que Putin aplica el viejo pensamiento estratégico soviético como si se tratara de un general vencedor en la anterior guerra. Y se olvidan de que Rusia no ganó la Guerra Fría, la perdió y, por lo tanto, lo natural es que, si quiere vencer ahora, trate de corregir los que él crea que fueron los errores de sus antecesores del politburó.

No sabemos qué pensará, pero sí que no se comportará como los comunistas. Éstos nunca se atrevieron a emplear su ejército contra nadie que no estuviera ya sometido a ellos por temor a provocar una escalada. Tan sólo se decidieron a hacerlo en Afganistán en 1979 y la derrota que allí sufrieron ayudó a precipitar la caída del régimen. Putin es consciente de eso. ¿Por qué entonces se ha metido en el avispero ucraniano, del que podría salir tan escaldado como la URSS del país centroasiático? Sólo puede ser gracias a la convicción de que, en último extremo, Occidente se arrugará y permitirá que Ucrania sea derrotada. Está convencido de que al final Occidente se cansará y abandonará a la valiente nación eslava. Pero, si no lo hiciera, y la ayuda occidental le diera a Kiev la oportunidad de derrotar a Moscú, Putin está dispuesto a hacer lo que los soviéticos no se atrevieron nunca a hacer: amenazar con recurrir a las armas nucleares. Está seguro de que al final, ante ellas, Occidente dará un paso atrás y le permitirá a Putin someter finalmente a Kiev. ¿Se equivoca?

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