Por José T. Raga

 

La verdad es que el título de hoy, llevado de una benevolencia excesiva, encubre como tolerancia lo que siempre he criticado. Nadie me autorizaría a que definiese algo – en este caso la hipocresía – por lo que no es, aliviando así la crudeza de lo que sí que es.

La hipocresía no sólo no es una virtud, sino que es un vicio. Es una cualidad perversa, desagradable y negativa, que poseen determinados sujetos, cuyas acciones, en gran medida, están asociadas con el mal.

El hipócrita es un vendedor de lo que carece; finge ante la sociedad estar en posesión de principios o sentimientos, contrarios a los que realmente posee, siendo consciente de que su manifestación – contraria a lo que sabe, cree o piensa – es resultado de su condición de fingidor. El hipócrita, no siente que miente, cuando, en realidad, lo hace de forma habitual sin reparo alguno. En este sentido, si situamos la hipocresía en algún político, debemos precisar que es una cualidad dirigida al mal, al engaño, a la confusión.

¿Que son situaciones esporádicas, excepcionales? Tampoco diría yo esto. Analicen las comunicaciones del gobierno español – desde el presidente al último ministro – plagadas de hechos falsos; consideren las promesas incumplidas; enjuicien la elusión de responsabilidades, imputándoselas a quienes no corresponden…

España no está en contracción económica, sino que somos víctimas de una pandemia y, cuando nos recuperábamos – otra falsedad – tenemos que sufrir las consecuencias de un conflicto en Ucrania – no debemos llamarle guerra, porque se ofende la extrema izquierda gobernante –.

La inflación – es decir, el crecimiento generalizado de los precios – en España, es transitoria y mantendrá niveles razonables – yendo ya por el diez por ciento anual –. También nuestra deuda pública crece y crece sin freno. La gestión de Fondos Europeos, un caos; parte sin repartir, y los destinatarios cerrando por impago de sus clientes.

En esta atmósfera, el presidente Sánchez, con inocencia extrema o ignorancia irresponsable, nos dice en una comparecencia: me piden que reduzca el gasto, y digo yo, qué gasto, el de sanidad, el de educación… Cualquiera podría contestar: empiece por desmontar lo montado, la ampliación de ministerios, y después entraremos en detalles.

Pero no conozco reglamento alguno que defina la indignidad de un gobernante, conminándole a abandonar el poder. En muchos países, la simple denuncia pública de cualquier insuficiencia o incapacidad, suele provocar la dimisión del afectado; al menos para salvar su honor.

Necesitamos, para los gobernantes de la Nación, al modo a como existe para las Fuerzas Armadas (R. D. 96/2009 de 6 de febrero, reproducción casi literal de las RR.OO. de Carlos III) que, en su artículo 14 dice:

"El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien… – enumerando una serie de acciones poco edificantes y contrarias al bien –, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas".

Y, sobre la desidia e ineptitud para la carrera política ¿nada hay que decir? –

https://www.libertaddigital.com/opinion/jose-t-raga/la-hipocresia-no-es-una-virtud-6889366/