Por George Chaya
INFOBAE
Una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr, a través del rechazo primero, y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.
A desde mediados del siglo XX -tomando un punto de partida y elaborar una linea temporal evaluando el pasado- podemos ver qué nos dice la historia sobre el gran controversial palestino israelí del presente. Pero también debemos remontarnos a los tiempos en que los imperios europeos-cristianos y otomano-musulmán colapsaron a principios del siglo XX, cuando se produjo la creación de los Estados-nación de Oriente Medio y el norte de África cuando nacieron 37 países de mayoría musulmana y un país de mayoría judía.
Durante todo el tiempo anterior la pregunta era y para muchos continua siendo ¿Quiénes son los pueblos originarios de la región que configuraba el Mandato Británico, los judíos o los árabes? La respuesta va a estar en relación directa a cómo sea interpretada la historia. Los distintos puntos de partida y las posiciones radicalmente distintas invocadas por ambas partes todavía insuflan el terrible conflicto actual.
La creación de los países islámicos ha sido celebrada fuera de cualquier controversia, al tiempo que el Estado judío fue atacado reiteradas oportunidades. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial se conoció lo que fue el Holocausto nazi, donde el 65% de los judíos europeos fueron asesinados, la fundación del Estado moderno de Israel en 1948 configuró una renovada esperanza para los judíos sobrevivientes a esos crímenes y al mismo tiempo estimulo el rechazo y la ira de los árabes. Los dos grupos se definían como legítimos herederos de su tierra y ambos la reclamaban desde el río Jordán al mar Mediterráneo.
La Comisión Peel en 1937 y las Naciones Unidas en 1947 propusieron una partición dividiendo la tierra entre residentes judíos y árabes de Palestina. El informe Peel destacó los derechos de los judíos a la tierra en función de antigua conexión histórica. El liderazgo político judío aceptó, la dirigencia política árabe rechazó esa y otras opciones que se generaron en el tiempo.
Sin embargo, mas allá de la asimetría en la real politik actual, si el punto de partida es fijado entre 1947-48, resulta complejo aseverar qué grupo era indígena ya que ambos habían vivido en la misma tierra durante siglos, lo que dio lugar a que la ONU reconociera los reclamos de cada uno.
Si fuéramos más hacia atrás en el tiempo, el término “palestino” comenzó a ser utilizado en idioma inglés y francés entre 1870 y 1872 para referirse de igual manera a los habitantes judíos como a los árabes de esa extensión de tierra. Entre 1886 y hasta el principios de la Primera Guerra Mundial (1914), en respuesta al antisemitismo en auge y a los graves pogromos en Europa y el norte de África, más de 70.000 judíos de la diáspora regresaron y se establecieron en su tierra ancestral, mientras que entre 1931 y 1939, otros 250.000 judíos llegaron como refugiados de la preocupante amenaza del nacional- socialismo alemán.
No obstante, si nos remontamos a mayor tiempo atrás, por ejemplo, en el año 638 d. C., los árabes llegaron a Palestina y conquistaron a los judíos originarios que vivían allí. Durante los siguientes trece siglos, árabes y judíos vivieron juntos, compartieron el comercio y hasta se casaron entre sí, mientras varios imperios gobernaban su tierra compartida.
Con la conquista de Jerusalén por parte de los cruzados cristianos en 1.099 para recuperarla de los musulmanes, mataron a árabes palestinos y judíos sin distinción entre ellos. Antes que eso ocurriera, unos 3.000 años atrás, los judíos ya habían establecido un reino de Israel en el norte (Samaria) y un reino de Judá al sur que incluía prácticamente el mismo espacio que el Israel actual. Ellos sobrevivieron como estados independientes durante los siguientes 300 años. A partir de entonces, la tierra atrajo a una serie diversa de invasores de la historia antigua: asirios, babilonios, persas, griegos y romanos, seguidos de árabes, turcos seléucidas, egipcios y otros. Así, los judíos se convirtieron en un pueblo de diáspora global en virtud de que esos invasores los expulsaban una y otra vez de su tierra natal en Oriente Medio.
A principios del Siglo II d. C. los invasores romanos vencieron a los judíos rebeldes y cambiaron el nombre de Judea por el de Siria-Palestina. Como sugiere este cambio de nombre, de ese modo, Palestina nunca fue un país, sí fue una provincia alejada del imperio romano. Anteriormente, judíos y musulmanes -y también cristianos- respetaron a Abraham, al patriarca judío. Todos están de acuerdo en que el dios monoteísta que adoran otorgó la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo a Abraham y sus descendientes. Sin embargo, musulmanes y judíos nunca han estado de acuerdo sobre quiénes son sus verdaderos descendientes.
Los judíos fundamentan su ascendencia en Isaac, hijo de Abraham y su esposa Sara, priorizando así la línea matriarcal de la legitimidad. Los musulmanes remontan su ascendencia a Ismael, hijo de Abraham con Agar (la sierva de Sara) priorizando de tal modo la línea patriarcal para reclamar su posición de legitimidad.
Tal controversia sobre la legitimidad genealógica, unida al hecho de que no ha existido en el país ni un estado autónomo judío árabe desde que los romanos derrotaron a los judíos en el año 135 d. C., abonó el terreno a uno de los mayores conflictos de la historia.
El Reino Unido fue la última potencia colonial regional que trabajó conjuntamente con la ONU para formular un plan de partición y dividir la tierra entre los herederos de toda la vida (los judíos) y sus vecinos de toda la vida (los árabes) y fue allí cuando comenzó la etapa moderna de lo que conocemos como conflicto palestino israelí.
No cabe duda que el actual escenario de hostilidades depende de cómo se interpreta la historia en virtud de que musulmanes y judíos no están de acuerdo sobre ella, la que en este caso puntual no es sólo un conjunto de hechos verídicos y cronológicos del pasado. En este controversial, la historia es una selección, un relato a menudo politizado de esos hechos. Lo cual queda en evidencia cuando se eligen diferentes puntos de partida y se narran tales hechos de manera diferente, es allí donde surge y se profundiza el conflicto.
Cuando la política se transforma en un juego de suma cero, sólo un grupo gana y el otro pierde, esto no es solo por el poder militar de una de las partes sino por la narrativa violenta y la malversación de la historia politizada en extremo por medio de la propaganda tergiversada. Esa fórmula es la que ha excluido por años soluciones equitativas y justas. Una solución en la que todos ganen, en lugar de que el ganador se lo lleve todo ofrece el único camino justo a seguir. Las historias conflictivas invocadas por árabes y judíos indican que una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr ya sea a través del rechazo primero y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.
Las guerras modernas de los estados árabes sobre Israel han buscado la destrucción del Estado judío en no menos de seis oportunidades, pero no lo han logrado y difícilmente ese ideal de construcción basado en la guerra a través del método reiterado de la violencia sea la solución para que los palestinos alcancen a conformar el suyo. No hay duda que la legitimidad de las reivindicaciones históricas de ambos grupos sobre la indigeneidad en Palestina presupone abandonar el modelo de suma cero que es la resultante del terrorismo y la guerra.
Hoy parece muy lejos una solución viable de dos Estados, más aun cuando el terrorismo y la violencia bloquea la realidad histórica de ambos grupos que -históricamente- han compartido ese espacio territorial como lo han hecho durante siglos (en relativa paz), la historia nos recuerda que pueden volver a hacerlo y que para que ello ocurra lo que la comunidad internacional debe hacer en ayuda de ambos grupos involucrados es extirpar el terrorismo y la violencia más allá de cualquier retorica reivindicativa que menciona anomalías que se transmiten a sus generaciones por últimos 75 años.