Por George Chaya

INFOBAE

 

El análisis estratégico de los asesores del presidente norteamericano se muestra contrario a medios disuasivos relacionados a la diplomacia y el diálogo como alternativa práctica.

La administración Biden continúa con su lógica de enfoque erróneo para resolver la guerra en Ucrania y ello ocurre en la medida que cede ante la capacidad nuclear de Putin.

El análisis estratégico de los asesores del presidente Biden se muestra contrario a medios disuasivos relacionados a la diplomacia y el diálogo como alternativa práctica inclinándose abiertamente por el envio de sistemas de armas a los ucranianos para que sean ellos los que lleven adelante una guerra que podría haber sido detenida antes que el invierno se presente (como lo señaló el ex-presidente Donald Trump) a través de un acercamiento que ofreció a llevar adelante el propio Trump, pero que fue ignorado por la administración demócrata.

Sin embargo, en el actual estado de cosas, Washington no está haciendo más que proveer inteligencia, armamento, entrenamiento y logística en la creencia que ello será suficiente para lograr sus objetivos. Así, lo que Estados Unidos y la OTAN están mostrando es un actuar condicionados por la amenaza nuclear de Putin. No obstante, la realidad indica que el presidente ruso no será apaciguado por esta estrategia de extender la guerra y Rusia no se detendrá hasta ganar o ser sometida de manera completa. En consecuencia si la segunda opción no ocurre, no podrá ser “des-nazificada” -por utilizar un el vocabulario del Kremlin- como sí lo fue Alemania después de ser derrotada y ocupada tuvo que aceptar la imposición exterior sobre sus instituciones políticas por varias décadas.

Así las cosas, tal como ha señalado el pasado miércoles Rishi Sunak, el nuevo Primer Ministro britanico y dado que Occidente difícilmente se involucrare en una guerra directa con Putin, cualquier perspectiva de un nuevo orden mundial en el que Rusia se convierta en un estado no agresivo y amistoso parece ser responsabilidad de Zelensky y sus fuerzas armadas, quienes pueden o no vencer militarmente, pero incluso si ganara, los ucranianos no tienen ningún interés en conquistar y des-nazificar Rusia: ellos solo quieren recuperar la integridad del territorio de su país y tendrán por delante el duro trabajo de reconstruirlo. Aunque muchos ucranianos responsables (políticos y militares) creen que no estarán a salvo de otras guerras futuras si Rusia no es des-nazificada. De allí que el argumento de la OTAN y de Biden parece razonable a primera vista, pero es absolutamente irreal.

La Agencia Bloomberg publicó días pasados un informe sobre los beneficios y lo negativo de que la OTAN despliegue tropas sobre el terreno. Sin embargo, pareciera que los asesores de defensa de la administración Biden y expertos de la OTAN ignoran el curso de los acontecimientos internos en Rusia y todos ellos colocan el foco solamente en lo que Washington, la Unión Europea (UE) y la OTAN podrían hacer frente al Kremlin en el escenario ucraniano.

Estas posiciones no son más que ideas reduccionistas típicas de la ingenuidad académica de no pocos asesores en Washington que están alineados con la teoría de las ideas “neo-realistas” de John Mearsheimer, un académico de la Universidad de Chicago.

Tal como lo señaló semanas atrás el ex-presidente Trump, la estrategia occidental no deja duda que Europa y la administración Biden consideran a Rusia como una potencia fuerte, estable y difícil de vulnerar por la influencia externa. De ese modo construyeron la idea de que Rusia es inexpugnable y que resistiría todos los intentos occidentales para vencerla estratégicamente, pero continúan en el error de rechazar la opción del acercamiento al diálogo con Putin.

Es cierto que hasta aquí el desempeño pobre e inesperado de las fuerzas armadas rusas a pesar de las expectativas occidentales de que era el segundo ejército más poderoso del mundo cuando invadió Ucrania hizo repensar ese concepto a los partidarios de la creencia de la Rusia inexpugnable. Pero el penoso estado y desempeño del ejército de la Federación Rusa no fué producto de la influencia occidental sino de la corrupción interna y la propia ineficiencia de Rusia. No obstante, excluir el dialogo y el acercamiento diplomático con Putin continúa siendo un error. El lider ruso no retrocederá, ya no tiene opción para hacerlo, la situación no le ofrece esa posibilidad y si por cualquier razón decidiera un cambio, lo haría huyendo hacia adelante, su acercamiento a Irán y la compra a Teherán de 2.000 nuevos drones Shaded-136 (un arma kamikaze que detona al impactar el blanco y transporta 1900 kilos de explosivos) así lo demuestra.

Mas allá de lo militar, la realidad es que Rusia, tanto como estado o como régimen se ha mostrado ampliamente débil en su economía a pesar de ser considerado uno de los actores internacionales al que se creyó poderoso. Contrario a ello, demostró estar en caída libre. Su ejército y su marina de guerra mostraron ser un mito en materia de su invencibilidad. Su sociedad civil está cada día más insatisfecha y crítica ante el deterioro de la economía y las condiciones de vida. El altísimo número bajas y la indiferencia del régimen ante los informes de inteligencia ucranianos y occidentales que reportan unos 60.000 soldados rusos muertos y unos 75.000 heridos, más las deserciones al servicio y la información publicada por la agencia AP en septiembre pasado sobre un número cercano al millón de hombres en edad militar que han escapado y otros cientos que se auto-lesionaron para evitar ser movilizados a Ucrania, sumado a los generales y oficiales de inteligencia del Kremlin que compiten por liberarse de la culpa por los malos resultados de la guerra no dejan un buena posición a la Rusia de Putin.

También hay molestia y fastidio con el curso actual de la guerra las élites políticas y económicas rusas y no hay duda que evalúan opciones al liderazgo de Putin. Hoy, el eje central del Estado y el gobierno del presidente es visto por muchos sectores mucho más débil y su legitimidad ha ingresado en controversia dando lugar a discusiones secretas al interior de la política rusa.

Todos estos aspectos exhiben un régimen o Estado ruso poco saludable, escasamente próspero y mucho menos fuerte de lo que se creía militarmente. De forma tal que el momento de poner fin a la guerra de forma no humillante y devolver la estabilidad a Europa y al mundo, como también para que Ucrania recupere sus territorios y se enfoque en su reconstrucción debe estar rápidamente sobre la mesa en Occidente. La dirigencia Occidental debe trabajar en ello de manera amplia y evitar que armas tácticas emerjan en una guerra que ya es estéril.

Occidente debería tomar beneficios de los problemas que transita el régimen de Putin considerando también los reales desacuerdos internos de las varias naciones no rusas que conforman la Federación de Rusia que están molestas por los hechos derivados de la guerra en Ucrania. Los chechenos, los circasianos y los daguestaníes han protestado activamente contra la guerra y acusan a las autoridades rusas de genocidio y están pidiendo su independencia. El hombre fuerte checheno Ramzan Kadyrov dispone de un ejército privado pero más allá de su alianza estrecha con Putin, nadie duda en Chechenia que será de los primeros en abandonar el barco si la autoridad de Putin se deteriorara hasta el punto de la impotencia. Ello abre la posibilidad de que emerjan movimientos nacionalistas no rusos que reclamen y pronuncien su independencia unilateralmente, lo cual no es descabellado que ocurra, más aún cuando la economía rusa, el gobierno y el desempeño de sus fuerzas armadas continúan deteriorándose.

En un escenario como el actual no es erróneo proyectar que -como en 1991- las élites no rusas exijan su independencia como medio de supervivencia y para despegarse de una Rusia que pareciera entrar en un proceso de desmoronamiento lento pero gradual, cuya debilidad interna y decadencia sistémica significa que Rusia puede experimentar una derrota -aunque no militar- sí estratégica y eso parece estar esperando Occidente. Esa parece ser la idea de la administración Biden que cree que todo lo que se necesita es que el éxito militar de Ucrania continúe y se amplíe basado en el apoyo de todo Occidente para generar la decadencia interna de Rusia, lo cual puede o no suceder.

En favor de Biden hay que decir que es cierto que Putin está destruyendo la Rusia que creó. Sin embargo, nada asegura que la estrategia de la administración estadounidense resulte exitosa y una Rusia diferente y mejor sea posible si Putin se va y su Rusia se derrumba ya que ello no neutraliza el peligro de que antes de que eso ocurra, Putin haga uso de armas tácticas que generarían daños humanitarios catastróficos e irreparables no solo para Ucrania sino para otros países europeos. Aun así y pese a ese riesgo siguen siendo varios los líderes occidentales que han escogido esperar y ver cómo el fascismo de Vladimir Putin implosiona y se derrumba sin hacer más que eso.