Por George Chaya
INFOBAE
Las actuales políticas rusas y chinas manifiestan una estrategia militar agresiva a las que se suman presiones económicas y diplomáticas contra los ciudadanos ucranianos y taiwaneses.
Con el comienzo de la invasión rusa sobre Ucrania de principios de éste año y los antecedentes de la intervención militar de Moscú en Crimea en 2014, Estados Unidos efectuó cambios en su programa de capacidad nuclear para alertas rápidas.
El mensaje del presidente Vladimir Putin a Occidente fue directo y peligroso en la consideración de Washington: “Si la soberanía de la Federación Rusa pudiera estar comprometida, toda las opciones militares de defensa están abiertas”, dijo en su momento el presidente ruso sin descartar el uso de armas tácticas para defender Rusia.
La primera reacción del presidente Joe Biden y los altos mandos militares de la OTAN a las declaraciones de Putin fueron claras y firmes, conminaron al líder ruso a dejar de lado el camino irresponsable que pudiera arrastrar a la comunidad internacional a una Tercera Guerra Mundial.
Ante el escenario propuesto por el líder ruso, las evaluaciones de una revisión rápida de la posición nuclear del Departamento de Defensa modificaron protocolos establecidos cuatro años atrás (en junio de 2018). En una primera reacción, fuentes de la seguridad nacional estadounidense se refirieron a la estrategia nuclear de Putin como una posición típica de la ex-URSS durante la Guerra Fría, la que siempre fué de “escalar ante una crísis para luego desescalar”, algo que en el pasado fue una característica soviética: la amenaza de usar armas nucleares siempre funcionó como elemento de disuasión frente a intervenciones militares Occidentales en conflictos donde había intereses estratégicos para Moscú.
Sin embargo, las amenazantes declaraciones de Putin, ésta vez fueron ratificadas firmemente por su canciller Sergei Lavrov, lo que configuró un elemento que dio lugar al apoyo amplio de los aliados a Ucrania y no bloqueó la ayuda de Washington ni de los países de la OTAN para el presidente Volodimir Zelensky, quien contó con las armas necesarias para la defensa de su país que a más de seis meses de la agresión de Moscú, continúa repeliendo a las fuerzas rusas de su territorio, incluso del anexionado en la incursión militar de 2014, no sólo de la invasión en curso.
No obstante, en línea paralela al conflicto de Ucrania se ha ido profundizando otra crisis en el Mar de China entre Beijing y Taipéi (Taiwán) donde el lider chino Xi Jinping, también hizo uso de su retórica discursiva en una estrategia similar a la de Putin: “Presionar para descomprimir” o dicho en otras palabras escalar para intimidar y luego desescalar. El gobierno chino también puso sobre la mesa la opción de utilización de armas nucleares en un eventual conflicto chino-estadounidense por Taiwán. Así, aunque el presidente Biden declaró en dos oportunidades que Washington apoya la soberanía de Taiwán, algunos de sus asesores militares no ratificaron esas declaraciones del presidente con firmeza.
En el caso chino, la presión ha sido útil en el pasado reciente para promover sus intereses comerciales y económicos, también para mantener a Washington y Bruselas a la defensiva; esto se mostró con posterioridad al viaje reciente a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi; cuando China expresó su malestar y amenazó con graves consecuencias, incluso filtro a la prensa trascendidos -casi oficiales- que contemplaban hasta la opción de derribar el avión de Pelosi y con posteridad a la visita ejecutó sobre Taiwán operaciones y ejercicios militares de los más grandes en los últimos 25 años, superando incluso a las realizadas durante la presidencia de Bill Clinton.
Sin embargo, aunque la diplomacia europea suele referir a estas cuestiones como una nueva forma de normalidad en las relaciones internacionales, lo cierto es que no parece ser precisamente normal en consonancia con el marco del derecho internacional. Es concreto que las actuales políticas rusas y chinas manifiestan una estrategia militar agresiva a las que se suman presiones económicas y diplomáticas contra los ciudadanos ucranianos y taiwaneses que expresan una flagrante violación del Artículo 1° de la Carta de las Naciones Unidas, que establece como principio básico de la ONU la prevención y neutralización de cualquier amenaza a la paz, sea ella a través de actos de agresión o de aquellos que generen el quebrantamiento consumado de la paz. En consecuencia, es de claridad manifiesta que la invasión militar rusa sobre Ucrania, como las operaciones y los ejercicios militares de China contra Taiwán, el bloqueo y la eventual invasión de la Isla violan claramente el derecho internacional y exigen la atención de los organismos supranacionales y la comunidad internacional toda.
El escenario actual fue muy bien explicado por el Secretario de Estado Antony Blinken al sostener que: cualquier medida en defensa u omisión de ese tipo de agresiones va más allá de los diálogos diplomáticos e indica que el uso de la fuerza militar o económica vulnera la base de las normas internacionales agraviando no solo la diplomacia de Washington, sino de la comunidad internacional en general. De allí que la decisión estadounidense de insistir en sostener relaciones diplomáticas saludables con Rusia y China abre una expectativa en referencia a que el futuro de Taiwán aún puede resolverse de forma pacífica.
En el caso de Taiwán, lo cierto es que la nueva normalidad es el resultado de la última crisis con China luego de que naves de la Marina estadounidense navegaran el Estrecho por segunda vez en marzo del ´96 con dos de sus portaaviones más importantes. En ese momento China no reaccionó hasta que la flota se alejó de esas aguas, pero advirtió que no aceptaría una nueva situacion que sería considerada como una grave amenaza hacia Beijing, prometiendo incendiar el Mar del estrecho si ello volvía a suceder.
La amenaza china fue exitosa hasta hoy a pesar de la gran diferencia de fuerzas militares con Estados Unidos en aquel momento. No obstante el actual desarrollo armamentístico y tecnológico chino actual no es de extrañar que Xi Jinping ahora haya estado seguro que Washington se replegaría al contar con misiles balísticos anti-buque y una flota de submarinos chinos que son una importante amenaza para la marina estadounidense
Es claro que Rusia y China escalan las crisis para intimidar; al tiempo que Estados Unidos desescala para organizar eventuales respuestas. Sin embargo, aunque los portaaviones estadounidenses no se hicieron presentes en el estrecho por mas de 25 años, dos nuevos portaaviones chinos, que no existían durante la crisis de ´96 hoy navegan la zona mostrando su fortaleza, de allí que Beijing haya declarado a principios de Julio que el estrecho está bajo absoluto control de la soberanía china y que sus aguas no son reconocidas por Beijing como aguas internacionales sino propias y bajo su jurisdicción.
Después de las últimas operaciones chinas respaldadas por declaraciones que afirman su soberanía en esas aguas, Washington respondió a través de su subsecretaría de Defensa que: la República Popular China está presionando fuertemente a Taipéi y a la comunidad internacional. El comunicado ratificó que China está organizando una gran crisis pero Estados Unidos no entrará en ella. Así, Washington no cayó en la provocación, pero Beijing sumó una victoria política en la denominada nueva normalidad.
Al mismo tiempo, el subsecretario de Estado Daniel Kritenbrink, declaró el pasado martes que la presión de Beijing es sumamente desestabilizadora, no obstante, Estados Unidos continuará con el tránsito naval normal a través del Estrecho de Taiwán. Aunque ese tránsito sólo incluirá buques civiles que transportan mercaderías diversas y no navegaría esas aguas con sus portaaviones. Aunque sí habrá desplazamientos de barcos de combate más pequeños, como los que navegan la zona rutinariamente una semana cada mes, pero no se informó de ninguno que lo hara durante septiembre.