Por George Chaya
INFOBAE
La agenda de la política exterior del presidente Joe Biden ha fijado como fecha el lunes 29 de este mes para reanudar las reuniones y conversaciones con el régimen iraní sobre su programa nuclear en Viena.
Según declaraciones Robert Malley, el hombre elegido por el presidente Biden para conducir la delegación estadounidense que llevara adelante el trabajo: las partes están preparadas para un dialogo amplio que permita alcanzar el compromiso necesario para superar los obstáculos y retornar -de mutuo acuerdo- al marco original del instrumento jurídico acordado en su momento por el ex-presidente Barack Obama. De las declaraciones de Malley, publicadas por la prensa árabe, se desprende que la posición de Washington está dispuesta a una diplomacia amplia y sin restricciones que favorezca la resolución del controversial para implementar un regreso al Tratado original.
Para los Estados Unidos, el retorno al cumplimiento del acuerdo firmado con los iraníes durante la administración Obama significaría levantar las sanciones primarias y las dos rondas posteriores aplicadas por el Congreso y el ex-presidente Donald Trump y aceptar desbloquear los primeros 25 mil millones de dólares de activos iraníes congelados en varias entidades bancarias internacionales. Para Irán, el significado del cumplimiento sería detener los altos niveles de enriquecimiento de uranio. Sin embargo, pareciera que Washignton no está considerando los últimos informes de la Agencia de Energía Atómica. Esos informes señalan que la República Islámica de Irán está enriqueciendo uranio a niveles superiores a cualquier país, excepto aquellos ya disponen de armas nucleares.
El último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica es una declaración muy reveladora y genera una duda central: Si Irán no busca armas nucleares, entonces por qué insiste en enriquecer uranio en niveles superiores a lo permitido. La AIEA cree que los iraníes lo hacen para fortalecer su posición en la negociaciones y como elemento de presión en las conversaciones en curso. Mientras tanto, los países del Golfo aliados de Washington llaman a esta conducta iraní por lo que realmente parece ser: Chantaje. Al tiempo que los europeos mantienen el silencio que los caracteriza.
Como muestra de buena voluntad, la cancillería iraní pidió oficialmente al presidente Biden -por medio de una carta enviada a Washington el día 08 de éste mes- que se descongelen los primeros 10 mil millones de dólares solo para sentarse en la mesa de negociaciones. Otros 15 mil millones son solicitados por Teherán a las 72 horas de las primeras reuniones y la petición final iraní incluye el pago total de entre 90 y 95 mil millones de dólares el día de la firma del nuevo acuerdo, lo que debe acompañar al levantamiento total e irrestricto de las sanciones vigentes y al desbloqueo de todas las cuentas bancarias personales de los funcionarios del régimen que se encuentran congeladas. En concreto, esa es la posición iraní y no hay concesiones, con la sola excepción, que hasta el momento no han pedido por el levantamiento y desbloqueo de visados de una docena de funcionarios del régimen que actualmente se encuentran imposibilitados de ingresar en territorio de los Estados Unidos.
La pregunta que muchos analistas políticos, periodistas y ciudadanos estadounidenses se efectúan es “donde iría ese dinero reembolsado a Teherán”. Los países del Golfo los ayudan en la respuesta, tanto sauditas como emiratíes y kuwaitíes han informado a Malley que si Irán recibe el beneficio de recuperar sus fondos congelados, incumplirá cualquier acuerdo firmado y destinará el dinero a su proyecto nuclear y sus políticas desestabilizadoras en el Oriente Medio y el Golfo.
Sin embargo, la mayor crítica a un regreso al acuerdo firmado en su momento por el ex-presidente Obama, es que a cambio de levantar las sanciones y descongelar los activos iraníes, aquel acuerdo brindaba a Irán un plazo de 25 años, pero no para prohibir su programa nuclear, sino para levantar todas las restricciones sobre el régimen. Aunque tampoco eliminaba su programa misilistico y levantaba gradualmente la prohibición de comprar armas convencionales a la República Islámica, al tiempo que ponía fin a las inspecciones nucleares internacionales en las instalaciones iraníes. En consecuencia, no debe extrañar a los analistas occidentales, la prensa o a la opinión pública en general que Irán quiera retornar a ese acuerdo original sin cambios ni modificaciones.
Sin embargo, nadie dentro del equipo de negociadores estadounidenses ha mencionado la posibilidad de alcanzar un acuerdo mejorado y superador del modelo Obama. Tampoco el presidente Biden, el enviado Malley o alguno de los diplomáticos que integran los equipos de trabajo se ha referido a los aspectos de control definitivo del desarrollo nuclear iraní ni a restricciones de su programa de misiles y aviones no tripulados. Estos son elementos objetivos que los desventurados negociadores de la era Obama no pudieron o no quisieron llevar a la mesa de conversaciones y hoy son amenazas concretas que plantea Irán a la estabilidad regional y la paz mundial.
Así, en marco actual, un compromiso diplomático con el régimen iraní sólo legitimaría aún más su dominio despótico sobre su propio pueblo, que ha sufrido graves violaciones a sus derechos humanos. En este aspecto se debe considerar los varios levantamientos populares del pueblo iraní que han estado impulsados por la reacción de la ciudadanía contra un gobierno que los mantiene como rehenes de su teocracia, pero que en ningún caso han contado con apoyo de Occidente. Por lo tanto es muy difícil pensar que bajo las condiciones pétreas impuestas por Irán la administración Biden puedan lograr el éxito al reanudar negociaciones en la búsqueda de un acuerdo superador a lo hecho por el ex-presidente Obama.
Si no hay cambios sustanciales al modelo original del acuerdo firmado en su tiempo por la administración Obama, las conversaciones que reiniciaran en Viena el 29 de este mes sólo servirán para dar entidad y una “cuestionable” legitimidad a los gobernantes iraníes. Y en tal caso, la diplomacia de Washington sólo estaría promoviendo los objetivos de la política exterior de Teherán, cuyo engaño excederá a los Estados Unidos para alcanzar a las propias Naciones Unidas y a la Unión Europea.