Por George Chaya
INFOBAE
Durante la cumbre de Vilna, en Lituania, la alinza decidió extender parcialmente su misión de seguridad a Asia.
Si bien la escasa repercusión de la posición de la OTAN ha pasado desapercibida y tanto analistas como medios de prensa internacionales prestaron poca atención a ello, el verdadero fracaso de la Organización del Atlántico Norte luego de la cumbre de Vilna, Lituania; fue el de extender parcialmente su misión de seguridad a Asia.
En la reunión de días pasados, el tema central fue Ucrania y la guerra de Putin; el grupo de trabajo de la OTAN renunció expresamente a la aceptación de Ucrania como miembro y prefirió enfocarse en acuerdos de seguridad multilaterales entre los países del G-7 y Ucrania. Y el presidente estadounidense Joe Biden junto a sus homólogos europeos no mostraron preocupación por las amenazas nucleares del presidente ruso Vladimir Putin.
Lo importante de esa reunión fue la noticia de la decisión de la OTAN de expandirse hacia el este en dirección de hacia Asia. La Alianza Atlántica optó por extender parcialmente y con reservas las relaciones de seguridad con Corea del Sur, Taiwán, Japón, India y Australia acompañando la posición estadounidense. El motivo principal de esta acción que se decidió poner en practica se relaciona con la preocupación de la seguridad en materia de navegabilidad del Océano Pacifico central y sur, como también con aspectos de ciberseguridad ante los ataques de hackers que han proliferado exponencialmente en y desde esa área, especialmente en Japón y Taiwán, y donde la potencia sospechada de tales acciones es China, a quien se considera socio en las sombras de Corea del Norte y de Rusia.
Básicamente, la voluntad expresada por la Alianza del Atlántico Norte (OTAN) es fortalecer la operatividad conjunta de sus fuerzas militares con Estados Unidos. Sin embargo no se comunicaron estrategias especificas que incluyan a los países del Indo-Pacífico en materia de planificación militar. De hecho, con la mitad de los miembros de la OTAN invirtiendo un estimado del 3% de su PIB en defensa y con una base industrial para la defensa respaldada con partidas de dinero y fondos no siempre suficientes, lo que dio lugar a que la alianza no pueda mantener una presencia fuerte desde lo operativa en Asia. Entonces el interrogante es ¿Por qué la posición de la OTAN de involucrase en Asia en parcial?
Una respuesta cercana a tal interrogante es que de alguna manera, la OTAN está equilibrando -con los estados del Indo-Pacífico- su total apoyo a Ucrania desde el inicio de la invasión rusa a su territorio. Sin embargo, la colaboración y el acercamiento con los estados democráticos en el otro lado del mundo también esta contemplada y prevista junto a Estados Unidos, Inglaterra y Australia. La posición de la OTAN esta en directa relación con la amenaza y los peligros emergentes de China para los intereses y la seguridad de los países europeos.
Hay que recordar que muchos meses antes de la invasión de la Federación Rusa a Ucrania, La República Popular China se encontraba en la agenda de la OTAN como forma de mostrar la solidaridad de la alianza con Washington, Sin embargo, el apoyo silencioso, aunque abierto de China a la invasión de Putin y su objetivo de desplazar el dominio global estadounidense sumadas a las acciones chinas por lastimar el orden internacional liberal han disparado preocupación en Europa.
No obstante el escenario abordado, los aliados europeos de Washington de momento se encuentran en la etapa de establecer una estrategia que incluya planes adecuados para controlar tanto a China como a la zona del Indo-Pacífico. Así, Europa se encuentra focalizada en tomar medidas equilibradas y que no resulten lo suficientemente molestas a Beijing puesto que cuenta por igual con una innegable dependencia tecnológica, económica y política de Estados Unidos pero también de la propia China, especialmente en lo tecnológico y en materia de inversiones de múltiples empresas chinas dentro de Europa.
Sin embargo, la postura europea ha expresado su firme voluntad de no debilitar la presencia militar de Estados Unidos, esa presencia ha sostenido la seguridad europea desde la Segunda Guerra Mundial y posteriormente en toda la era de la Guerra Fría. En consecuencia, los aliados de Washington sostienen que China sea ha convertido en un rival abierto y controversial de Occidente. Las primeras manifestaciones de medidas para poner limites a China que se aprecian es que varios países han sacado a la compañía Huawei de sus redes 5G. Además, han reducido sus niveles de comercialización con China, por ejemplo: la Unión Europea (UE) se encuentra evaluando programas de controles de exportación que neutralizaran la capacidad de China de disponer tecnología vital para su propia seguridad, como es el caso de los semiconductores para computación de ultima generación, los que en su mayoría ahora son comprados a Taiwán.
No obstante, es un secreto a voces que los miembros de la Alianza mantienen reserva y preocupación por la inclinación de la administración Biden que ha estado estimulando a varias compañías europeas para que trasladen su producción a Estados Unidos y así califiquen para recibir importantes sumas de dinero en subsidios que se les ofrece. La prohibición estadounidense de semiconductores para China y las restricciones a las inversiones en tecnologías específicas presentan un obstáculo de mucho peso para la competencia industrial europea (y asiática), particularmente para países como Alemania y Francia
Mas allá de los datos concretos que indican que Estados Unidos tiene un relación comercial con China mayor a cualquier otro país de Occidente, los aliados europeos se sienten expuestos en virtud de la dependencia de sus economías en materia comercial. La UE es la mayor exportadora global de bienes y servicios y también es el mayor mercado para las exportaciones de distintos países, su actividad representa el 15% del comercio mundial de importación y exportación. Además, Europa depende más de Beijing que de Washington en materia de suministros para sus equipos electrónicos. La ruptura de inversiones entre Occidente y China sería un grave problema ya que generaría una baja de entre un 2 y un 4 % del PBI europeo, según refirió el Fondo Monetario Internacional más del doble que el de Estados Unidos.
Del mismo modo, estrechar las relaciones con Beijing en causa común con Washington sin duda tendría graves efectos comerciales para Europa y todo empeoraría si China desata una guerra en Taiwán puesto que colocaría en apuros a los aliados que no podrían permanecer ajenos al apoyo militar hacia Washington que indefectiblemente debería apoyar a Taipéi. Así las cosas, si desgraciadamente China lanzara una invasión militar sobre la Isla de Taiwán habrá problemas graves, por ejemplo, el presidente francés Emanuel Macron ya se ha expresado al respecto de una total desvinculación de su país en el conflicto, Francia no se convertirá en un aliado estadounidenses en esa hipótesis de conflicto y mas grave aun, según un relevamiento del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, el 60 % de los europeos esta de acuerdo con el presidente Macron y se han inclinado por una posición de neutralidad ante esa posibilidad. En consecuencia, las implicancias de un conflicto militar en Taiwán permite observar que la posición de Washington no seria la mas cómoda.
Sin embargo, el debate sobre China en Europa está lejos de resolverse. Las reservas de Francia y Alemania sobre expresar una línea más dura con China se ven contrarrestadas por la opinión en Europa del Este, así como por las opiniones de la Comisión Europea. Pero es difícil ver cómo una aventura militar fuera del área de la OTAN en los asuntos de seguridad asiáticos mejorará los intereses de seguridad de Bruselas o de Washington.
En concreto, el apoyo unificado de la OTAN a Ucrania pudiera no repetirse de la misma forma ante una crisis que derive en un conflicto militar en la zona del Indo-Pacífico. La división del mundo actual entre el Occidente democrático y una coalición autocrática de China, Rusia y Corea del Norte acelerará un escenario -sin aspectos positivos- hacia una guerra fría renovada que daría por tierra con el diálogo que Washington intenta reflotar con Beijing e impediría la voluntad expresada por China de ayudar a convencer a Rusia para sentarse a la mesa de negociaciones de paz por cesar su guerra en Ucrania.