Por George Chaya

INFOBAE

 

La mayor preocupación tanto en Seúl como en Washignton se centra en información de inteligencia que indica una alta probabilidad de que el líder norcoreano este emplazando armamento nuclear táctico en la zona desmilitarizada que dividió a las Coreas desde la Guerra de Corea.

Al ordenar la séptima prueba nuclear subterránea, el líder norcoreano, Kim Jong-un, continúa con su conocida inclinación de mantener en vilo a los que considera sus enemigos. En virtud de ello las potencia occidentales y su vecina Corea del Sur se muestran preocupados por la escasa información que disponen sobre los próximos pasos de Kim. En respuesta, la acción inmediata que instrumento Corea de Sur ante la amenaza fue desplegar todo su sistema contra-ofensivo que se encuentra en alerta máxima desde el pasado lunes. Sin embargo, la mayor preocupación tanto en Seúl como en Washignton se centra en información de inteligencia que indica una alta probabilidad de que el líder norcoreano este emplazando armamento nuclear táctico en la zona desmilitarizada que dividió a Corea del Norte de Corea del Sur desde la Guerra de Corea.

Si esa es la situación que se propone Kim, dos bases estadounidenses quedarían a merced de sus armas tácticas y se convertirían en objetivos vulnerables como es el caso de Camp Humphreys, la sede de las fuerzas estadounidenses desplegadas en Corea de Sur y lo propio ocurriría con la Base Aérea de Osan, sede de la 7° División de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Ambas bases se encuentran distanciadas a menos de 60 kilómetros una de la otra y a no más de 120 kilómetros de la zona desmilitarizada. Lo mismo ocurriría con el Comando de Naciones Unidas (ONU) estacionado cerca de la zona desmilitarizada, situado a escasos kilómetros del área no militar que divide las dos coreas. Las tres bases quedarían dentro del rango de alcance de los misiles norcoreanos y se convertirían en blancos de fácil acceso.

No obstante, más allá de especulaciones sobre lo que Kim está planeando hacer con sus armas nucleares, es muy difícil creer que realmente dispararía un misil con o sin ojiva nuclear. Sabe lo que una acción de tal naturaleza ocasionaría. De hecho, declaraciones escuetas pero muy firmes de parte del ministerio de defensa de Corea del Sur han ratificado que un hecho de ese calibre desencadenaría irremediablemente una segunda y destructiva guerra de Corea.

Aun así, funcionarios de defensa del Sur no descartan la posibilidad de que Kim Jong-un planifique hacer estallar una pequeña ojiva nuclear en la próxima prueba subterránea cercana a la frontera desmilitarizada entre el Norte y el Sur de ambos países; aunque descartan una prueba con una bomba de hidrógeno como la que hizo estallar en la zona montañosa del Norte en septiembre de 2017 y cuyos efectos fueron devastadores para la propia Corea del Norte, ya que alteró su geografía borrando una montaña completa, hecho por el cual en su tiempo se habló de cientos de víctimas civiles propias; aunque en virtud de la cerrazón informativa del Norte no pudo ser corroborado por las agencias de seguridad ni la prensa occidentales.

Lo cierto es que la modalidad y lo que el lider comunista del Norte considera un gran éxito de su programa nuclear ha sido mostrar al mundo que pudo detonar pequeñas armas nucleares -tácticas- que pueden se ensambladas en el sistema misilistico que dispone. Esa ha sido la forma exitosa que el régimen de Kim Jong-Un encontró para presionar a los estadounidenses y generó fundados temores al Comando de Naciones Unidas (ONU) y a los surcoreanos e impresionó favorablemente a su pueblo, al tiempo que logró obtener créditos blandos por miles de millones de dólares para paliar la hambruna de su gente. Esa ha sido una modalidad extorsiva del régimen utilizada por su abuelo, su padre y que Kim continúa empleando con cierto éxito.

Según agencias de inteligencia occidentales durante el mes pasado se celebró una reunión de tres días entre Kim y la Comisión Militar del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, la misma avanzo sobre armas nucleares tácticas y culminó con un comunicado interno del régimen a todas sus fuerzas armadas, el mismo manifiesta una retórica sumamente desalentadora para Occidente y Corea del Sur. Por ello, el Ministerio de Defensa de Corea del Sur con el Comando de Naciones Unidas (ONU), decidieron colocar en alerta máxima las funciones operativas de las unidades de primera línea de reacción con un importante plan defensivo de acción militar.

Por el lado de Pyongyang, todo lo que se conocio a través de un comunicado en idioma inglés fue un breve informe señalando que el líder Kim Jong-un aprobó una orden militar para fortalecer aún más la disuasión de guerra del país. La declaración puede ser una bravuconada sensacionalista con la intención de ocasionar un impacto crítico y sensible al Sur y a Washignton. Pero con Kim nunca se sabe y no hay información militar ampliada que brinde un escenario previsible o que cambie la orden de movilización y alerta máxima de combate por parte de las fuerzas militares del Sur. De allí que más del 80% de las de tropas y capacidades militares del Sur se encuentren en máxima alerta como nunca registrada en los últimos 12 años.

Sin embargo, por más que Kim odie los ejercicios militares conjuntos que las fuerzas surcoreanas y estadounidenses realizan por primera vez a gran escala desde la Cumbres de 2018 entre el ex-presidente Donald Trump y Moon Jae-in, quien ejerció la presidencia de Corea del Sur durante 5 años, Kim no tiene un fundamento o razón real para recalentar la zona desmilitarizada, con la excepción de que su estrategia sea la de presionar en la busqueda de préstamos que ha sabido obtener a través de esas prácticas. Con esos fines extorsivos, las fuerzas de Corea del Norte se encuentran estacionadas cerca de la zona desmilitarizada y están atrincheradas allí con una importante fuerza militar que incluye cientos de piezas de artillería y misiles de medio y largo alcance con la capacidad de destruir Seúl e incluso la ciudad marítima de Incheon.

No obstante, todos saben que ésta ha sido una estrategia recidiva de Kim para mantener nerviosos a sus enemigos del Sur y al mismo tiempo impresionar a su propio pueblo confiando en que sus dos socios, China y Rusia, no se opondrán y hasta lo apoyaran en los foros internacionales incluso si lleva adelante otra peligrosa prueba nuclear.

Esta situación y la profundización de la retórica del Norte tiene también la intención de calmar la preocupación de su pueblo por un rebrote de COVID-19 que se estaría produciendo durante los últimos dos meses habida cuenta que nunca hubo un plan de vacunación a la población ni medidas de salud para combatir la pandemia en Corea del Norte, quien nunca reconoció el exacto número de víctimas mortales durante 2020 y 2021.

Algunos expertos sostienen que al fortalecer sus fuerzas militares y con la nueva amenaza sobre el Sur, Kim apela a su retórica de siempre para poner desestabilizar a los políticos en la Casa Blanca y Seúl, algunos de los cuales están convencidos que es urgente y necesario alcanzar un acuerdo con el líder del Norte para cerrar un compromiso que evite fricciones que en el futuro den lugar a una guerra que afectaría gravemente al Sur, aunque éste escenario sería un suicidio para el régimen coreano del Norte que no tendría ninguna posibilidad de resistir y ganar una guerra sin perecer en el intento a pesar de las armas nucleares que Kim se jacta de disponer.

Por el lado de Corea del Sur, los generales de las cúpulas militares del presidente conservador, Yoon Suk-yeol, se han comprometido a hacer frente a la amenaza de Corea del Norte hasta las últimas consecuencias manifestando que no están dispuestos a tolerar más amenazas y desafíos de Kim y su retórica sobre juegos de guerra señalando que no dan crédito a ningún diálogo con él. Al mismo tiempo, los militares estadounidenses de línea dura coinciden con sus pares de Corea del Sur en la creencia de que Kim Jong-Un es consciente del castigo que le espera a él y a su régimen si dispara un solo misil o detona una ojiva con cualquier propósito que no sea una prueba y que ello afecte a su vecino del Sur.

Sin embargo, más allá de las conocidas bravuconadas del líder del Norte, Washington cree que el escenario en la Península de Corea está recalentándose y muchos temen una escalada de mayor magnitud que el mundo no desea ni necesita.

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