Por: Lcdo. Sergio Ramos

 

La cultura, en sus distintas modalidades y formas, es parte de la libertad de expresión. El artista, el pintor, el escultor, el músico, el escritor, al plasmar su obra expresa el sentir de su inspiración, creencia y opinión; y del mismo modo, a base de lo que percibe, el público receptor forma sus criterios que motivan la expresión de sus sentires, gustos y opiniones sobre la obra que ante sí se expone, ejerciendo el derecho a la libertad de expresión.

Y es que a través del arte y la literatura se asientan e intercambian opiniones esparciéndose conocimientos e ideas entre la población. La cultura eleva el espíritu de los pueblos y asienta civilizaciones. Un pueblo sin libre cultura, es un pueblo ciego y condenado a la pobreza espiritual y al oscurantismo.

Se trata de un derecho humano consagrado en los artículos 18, 19 y 27 de la Carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.  

Artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” 

Artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” 

Y más específicamente, en relación al derecho de participación en la vida cultural del país, dispone:

Artículo 27: “1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.” 

“2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.”

Cuando el estado controla la cultura acomodándola a sus intereses político-propagandísticos, restringe y coacciona el derecho de expresión cultural del autor y del público receptor, violando los derechos humanos de los ciudadanos. Eso es lo que desde hace más de seis décadas sucede en Cuba. El estado totalitario ha mantenido un férreo control y censura en el ámbito cultural, usándola para sus fines propagandísticos y políticos, restringiendo la libre expresión cultural de los artistas, pintores, escultores, músicos y escritores, al tiempo que también coarta los derechos de los ciudadanos a la información y disfrute cultural, en un ambiente tolerante, amplio y libre como debe ser todo desenvolvimiento cultural en un país civilizado y libre.

En estos tiempos, el sector cultural de Cuba está levantando sus voces en protesta a causa de la coacción del estado y la represión contra los trabajadores de la cultura. Se trata de un reclamo justo y necesario por el respeto a la libertad de expresión artística y literaria. Un grupo llamado Movimiento San Isidro, compuesto por trabajadores de la cultura, se ha levantado con valor, civismo e hidalguía, por medio de huelgas de hambre, protestas pacíficas y denuncias, en legítimo reclamo por la libertad de expresión cultural, lo que equivale a reclamar el derecho a la libertad de expresión, de recibir información y libre participación en la vida cultural del país, para el pueblo cubano.

La brutalidad del régimen no se ha hecho esperar con agresiones y detenciones arbitrarias, denotando el barbárico carácter anti-cultural y represivo del régimen totalitario. Los trabajadores de la cultura se concentraron frente al llamado Ministerio de Cultura, un organismo así mal llamado, pues sus políticas coercitivas de la cultura, lo coloca como un instrumento de la anti-cultura del estado totalitario. La respuesta, del gobierno dictatorial ha sido hacer caso omiso a las justas demandas de los dedicados trabajadores y los reprime con la brutalidad policiaca.

Más allá del ámbito cultural, son muchos los sectores de la sociedad cubana que sufren el abuso y el despotismo del régimen castrista. Los trabajadores son explotados violándoseles sus derechos laborales, los agricultores son desposeídos del fruto de su trabajo, los ciudadanos empobrecidos por el estado totalitario son silenciados en sus reclamos de alimentación, vivienda y condiciones dignas de vida. Se trata de todo un pueblo oprimido que en lo más profundo de su corazón ansía volver a ser libre.

La realidad es que, en el fondo, las protestas de San Isidro, son también una chispa de libertad que pudiera mover al resto de la oprimida sociedad cubana a adoptar el camino de Gdansk, cuando en la década de los ochenta, unos humildes trabajadores en Polonia se declararon en huelga prendiendo la chispa de la libertad para el pueblo polaco.

Una chispa de Gdansk ha prendido en La Habana. Por eso, en estos momentos, esa tenue chispa de libertad en Cuba, a toda costa, debe mantenerse, avivarse, agrandarse y esparcirse por todos los sectores de la sociedad y en todo el territorio nacional, incrementándose su intensidad para que al final, la libertad de expresión y el respeto pleno a los derechos humanos sean una realidad en toda Cuba, como llama sagrada de la dignidad y la libertad para todos los cubanos.