Por: Lcdo. Sergio Ramos

San Juan, Puerto Rico, 23 de julio de 2023 

 

Cada vez más observamos cómo están aumentando la frecuencia los vuelos desde Estados Unidos hacia Cuba trasladando cubanos deportados por el simple hecho de intentar llegar o haber entrado irregularmente a dicho país en busca de asilo político y libertad. Algunas de estas deportaciones han sido tan dramáticas como el padre que fue deportado dejando atrás solo a su hijo de 10 años, o al padre que no pudo ver a su hija recién nacida. O la angustia de la madre al ver el retorno forzado de su único hijo al su país de origen donde impera la opresión bajo un régimen tiránico.

Hay que distinguir entre deportar a un ser humano a un país, quizás pobre, pero con libertades y respeto a los derechos humanos y deportar a un país donde impera una cruenta tiranía totalitaria. Este último es el caso de las dictaduras existentes en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Deportar hacia dictaduras a seres humanos que arriban a un país en busca de asilo y libertad, para que vuelvan a estar sometidos a la esclavitud y la opresión es un acto de crueldad y de cooperación con las fuerzas represivas del país recipiente del deportado y, por tanto, una violación de los derechos humanos del deportado que fue devuelto a un régimen de opresión. 

Si bien es cierto que la entrada ilegal a un país es un acto que conlleva la deportación, existe en el derecho internacional suscrito por la gran mayoría de las naciones, incluyendo los Estados Unidos, el derecho de asilo al perseguido que huye en busca de libertad. Así lo establece claramente el artículo 14 de la Carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que expresamente dice: “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier, en cualquier país”

En el caso particular de los Estados Unidos, su propia Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, reconoce y garantiza la libertad a los seres humanos en el país: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad;”

La actual administración que rige los destinos de los Estados Unidos tiene pleno conocimiento de la crítica situación respecto a la falta de respeto a los derechos humanos de los ciudadanos que existe en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Luego tales deportaciones son hechas con conocimiento del impacto violatorio que tendrá en las libertades y los derechos humanos de los deportados a esos países.

Los informes sobre los Derechos Humanos que publica periódicamente el Departamento de Estado de los Estados Unidos (Country Reports on Human Rights), consistentemente han estado señalado las múltiples violaciones de derechos humanos que son cometidas por los regímenes tiránicos de Cuba, Nicaragua, y Venezuela, por cuanto, cada deportado es un acto a sabiendas de que se devuelve un ser humano a la opresión.

De hecho, las noticias han reportado el abuso, maltrato y discrimen que están sufriendo muchos de los que ya han sido deportados a dichos países latinoamericanos por parte de los agentes represores de esas dictaduras.

Por lo que la acción de deportar un ser humano hacia un país donde las libertades y derechos humanos son conculcadas a sus ciudadanos como norma cotidiana constituye un acto similar a los que desempeñaban los “rancheadores” en el tiempo de la esclavitud. Los “rancheadores” eran aquellas personas que durante la esclavitud en los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, perseguían a los esclavos cimarrones (los esclavos fugitivos) para devolvérselos a sus amos. En otras, palabras, deportar a un ser humano a una tiranía es convertirse en colaborador de los represores del pueblo.

Es triste que un país de libertades, advenga por inconciencia y negligencia de sus más altos funcionarios en “rancheadores” de las más atroces tiranías del continente devolviendo seres humanos a la esclavitud y la opresión, en vez de darles asilo y respaldo a los que escapan de las dictaduras para que puedan vivir en un país con libertad.

“Errar es de humanos…rectificar es de sabios” según decía el poeta británico Alexander Pope. El gobierno de los Estados Unidos debe rectificar su política migratoria respecto a los cubanos, nicaragüenses y venezolanos que huyen de las crueles tiranías castro-comunistas y parar las deportaciones y propiciar un remedio migratorio que les otorgue refugio y asilo con la garantía de vivir con libertad en este país.

Del mismo modo, los exiliados cubanos, nicaragüenses y venezolanos en los Estados Unidos, muchos de los cuales ya han adquirido la ciudadanía americana y por tanto el derecho al voto, deben unir sus fuerzas para protestar y exigir de la legislatura y el ejecutivo en Washington que detengan tales deportaciones de sus compatriotas hacia países con opresivos gobiernos dictatoriales y penalizar con el voto en contra a los gobernantes que fomentan y ejecutan tales actos de inhumanidad.