Eugenio Trujillo Villegas

          Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

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          Cuenta una antigua leyenda de la mitología griega que en tiempos remotos hubo un rey llamado Midas, sobre quien se había posado una extraña maldición. Todo lo que tocaba con sus manos se convertía en oro, prodigio que ha obnubilado la mente de muchos hombres desde el inicio de los tiempos.

          ¡Qué hombre ambicioso no quisiera tener el poder misterioso del rey Midas! Sin embargo, no todos saben que la leyenda tiene un final trágico. Como todo lo que tocaba el rey Midas se convertía en oro, entonces lo que pretendía comer para alimentarse también se convertía en oro, por lo que el rey Midas murió de hambre.

          Gran lección para los hombres materialistas de nuestro tiempo, que creen que la vida solo vale si tenemos oro, mucho oro, conseguido de la forma que sea. ¡Esa es la cultura que respiran las nuevas generaciones!

          La leyenda se torna actual después de miles de años, pero a la inversa. Así como el rey Midas convertía en oro lo que sus manos tocaban, ahora apareció en Colombia un remedo de reyezuelo que carga sobre sus hombros la misma maldición, pero invertida. ¡Todo lo que toca se convierte en estiércol!

Una demencia colectiva que cumple 40 años

          El reyezuelo le impone a la nación un experimento marxista, que más se parece a una novela de realismo mágico. Sus áulicos lo denominan el reino imaginario de la paz total. Lo cual, evidentemente, es pura ficción literaria, porque la paz dejó de existir en esta nación desde hace algunas décadas.

          Pero, antes de desaparecer, hubo una acción misteriosa, incomprensible y más allá de lo natural, que consiguió esfumar la razón de la mente de los colombianos. Los gobiernos de los últimos 40 años decidieron que la única forma de conseguir la paz era capitulando ante las bandas criminales, a lo cual siguió que los principales caudillos del crimen y del terror fueron nombrados en puestos importantes del gobierno.  

          También se les concedió que redactaran nuevas leyes y que interpretaran a su manera las antiguas, que fueron impuestas con el falso y vil argumento de que solo así habría paz. Y se hizo todo lo que ellos exigían, porque de lo contrario seguirían haciendo la guerra.

          Entonces, aplicando esta demencia convertida en política de gobierno, Colombia se llenó de bandas criminales armadas y cada una de ellas se apoderó de un territorio. Todas proclaman su amor indeclinable por la paz, mientras asesinan, secuestran y extorsionan, demoliendo el Estado de Derecho. A los policías y a los soldados encargados de defender la Nación, el gobierno les amarró las manos y los pies para que no pudieran hacerlo.  

        ¡Es precisamente en este escenario delirante donde aparece el nuevo rey Midas, que todo lo convierte en estiércol!

          Primero, fue escogido como candidato presidencial entre muchos aspirantes, aunque todos conocían su pasado criminal y su desastrosa gestión pública, enlodada por sonados casos de corrupción, transgresión de las leyes y actividades criminales. Después, llegó a la presidencia gracias a un escandaloso fraude electoral que los organismos competentes se niegan a investigar. Y una vez en el poder, sus manos fueron tocando numerosas instituciones que funcionan bien, aunque tengan defectos, para transformarlas en el sentido inverso de lo que hacía el rey Midas.

          Colombia está siendo arrasada de la misma forma que las plagas exterminadoras asolaron al antiguo Egipto. Lo primero que hicieron sus manos fue destruir la Policía y el Ejército, retirando a 80 generales en el primer acto del gobierno. Después, sus manos se posaron sobre las empresas del sector del petróleo, gas y carbón, para destruirlas. Se aumentaron los impuestos a niveles confiscatorios, porque el Estado necesita gastar sin medida para comprar adeptos.

        Comenzó la demolición de la empresa privada, porque en el nuevo régimen solo existirá el Estado, para que todo el mundo dependa de sus dádivas, que ahora se llaman subsidios.

          Los cargos más importantes del Estado fueron entregados a incompetentes marxistas ideologizados, que solo saben adular al reyezuelo que los nombró, pero no tienen la menor idea de sus funciones. Y todos los días se crea un propósito nacional para demoler alguna institución.

Todo lo que se anuncia es destrucción 

          Un día se proponen invadir haciendas productivas para destruir esfuerzos empresariales de decenas de años. Otro, se promueve el bloqueo de las carreteras con miles de indígenas manipulados y financiados por el gobierno. Otro más, el gobierno se toma por asalto dos empresas que prestan un servicio de salud eficiente a 17 millones de personas, pues el objetivo es que la salud sea un servicio socialista estatal. Y celebran con júbilo que los grupos terroristas anuncian la creación de más frentes de guerra, pues según ellos, cuantos más fusiles disparen contra personas indefensas, más cerca estaremos de alcanzar la paz.

          También anuncian que el gobierno se tomará por asalto la Federación Nacional de Cafeteros para apoderarse del millonario Fondo Nacional del Café, que le da estabilidad económica a 500.000 familias productoras de café.  Abandonó las autopistas en construcción en regiones como Antioquia, porque allá no quieren al presidente. Y se niega a girar el valor de las matrículas gratuitas a las universidades privadas, con lo cual las están llevando a la quiebra, que es lo mismo que hace con la salud privada.  O sea, el gobierno anuncia educación universitaria gratuita, las universidades privadas reciben los alumnos, pero el gobierno no les paga.  

        ¡Con una determinación feroz, Colombia va siendo conducida hacia el infierno! Hasta que por fin se anuncia lo que era evidente desde el principio, aunque juraron no hacerlo. El gobierno convocará una Asamblea Constituyente para imponer la dictadura vitalicia, precisamente ejercida por el mismo personaje que todo lo que toca se convierte en estiércol. El mismo que destruye todo lo que encuentra a su paso y que proclama ante el mundo que será otro Mao Tse Tung tropical, con pretensiones ridículas de imponer una nueva revolución cultural marxista y exportarla a las estrellas del universo

          ¡Esa es la meta que proclaman! ¡Y no la ocultan!

          Mientras tanto, Colombia duerme, salvo pocas excepciones. Las luces del entendimiento continúan apagadas, mientras nos precipitamos en las tinieblas del comunismo. Los dirigentes religiosos, políticos y empresariales no denuncian el peligro, pues la mayoría de ellos prefiere guardar silencio.

          Debemos implorar que la Providencia despierte y salve a Colombia. El Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen de Chiquinquirá, nuestros patronos y protectores de la nación en las horas aciagas, son los únicos que podrán salvar la Patria de la hecatombe. A veces, cuando la acción humana no es suficiente, la Providencia decide salvar las naciones, para lo cual lo único necesario es tener fe en Ella y que al menos unos pocos luchen con heroísmo para defenderlas.