Eugenio Trujillo Villegas
Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción
En mi anterior artículo comenté la situación trágica de Francia, devastada después de más de una semana de disturbios provocados por minorías musulmanas que han ido llegando del Magreb en los últimos 50 años.
La realidad es que los musulmanes no se instalan en Europa para vivir en paz. Al contrario, llegan para destruirla y conquistarla, pues para Mahoma y sus fanáticos radicalizados, el mundo cristiano es el peor de sus enemigos. Según su doctrina perversa, quien asesine a un cristiano accede en forma inmediata al paraíso.
Esta crisis de Francia y de Europa impone una pregunta: ¿Cuál es la realidad del mundo musulmán? Occidente necesita escuchar esta respuesta, con la certeza de que el futuro del mundo dependerá de ello.
El problema más grave es la muerte paulatina del cristianismo en Europa. Una Civilización que floreció en medio de las ruinas del paganismo y de las invasiones bárbaras que redujeron a escombros el antiguo imperio Romano.
Pero ahora Europa reniega de sus orígenes cristianos, abandona sus creencias, su doctrina y su sistema de vida, para sumergirse en las profundidades de un paganismo moderno marcado por el aborto, el amor libre, la ideología de género, las drogas y la desaparición de la familia.
Las iglesias se venden para instalar almacenes, restaurantes y discotecas. Los grandes monasterios se han convertido en hoteles y las universidades católicas ahora proclaman todo tipo de herejías y de perversiones intelectuales.
Profunda crisis religiosa en Europa
Al tiempo que Europa quiere morir, las minorías musulmanas la quieren destruir. En todas las naciones se han abierto las puertas a una inmigración descontrolada, y además surge una legislación proclive a las exigencias de las leyes islámicas. En Alemania se han establecido 500 juzgados de la sharia, para que regulen los litigios civiles de los musulmanes. A ellos se les permite el matrimonio entre menores de edad, la poligamia y el repudio a la esposa, que están prohibidos para los demás alemanes.
En Francia se han construido 2.500 mezquitas, en Alemania 2.000 y en Inglaterra 1.700. El presidente de Turquía, Tayip Erdogan, uno de los líderes más radicales del islam, proclama que toda mujer musulmana en Europa debe tener al menos 5 hijos, para que dentro de algunas décadas la población musulmana sea mayoría. Y proclama con radicalidad: “No hay un islam no moderado o inmoderado. El islam es el islam y ya está. Hay musulmanes extremistas y musulmanes no extremistas, pero sólo hay un islam”.
Aunque es imposible negar la radicalidad religiosa y los objetivos políticos de los que llegan a Europa, la actitud de la Iglesia católica frente a ellos es conciliadora y ecumenista. El papa Francisco promueve la unión con el islam y ha invitado a sus líderes religiosos a ceremonias conjuntas en la Basílica de San Pedro, en Roma, para que desde allí sea leído y proclamado el Corán.
Entretanto, no hay mezquita en el mundo donde se permita leer un solo párrafo del Evangelio. Para el islam no hay ecumenismo posible, pues para ellos la cultura y la religión cristiana deben desaparecer y los cristianos deben ser perseguidos hasta la muerte. Y no se limitan a decirlo, ni a proferir amenazas vacías, sino que lo ejecutan radicalmente.
El petróleo será la espada del mundo
Muy pocas personas en Occidente previeron esta catástrofe histórica. Uno de ellos, Jean Jaques Servan-Schreiber, comentaba las afirmaciones de Gamal Abdel Nasser, el dictador de Egipto, que fue en su tiempo el principal de los líderes musulmanes: “Unir 400 millones de musulmanes, he aquí el papel gigantesco que espera un actor calificado… Y el petróleo será la espada del mundo”. (El desafío mundial, Jean Jacques Servan-Schreiber, Fayard, 1980, p. 168).
Sin la menor duda que fue el profesor Plinio Correa de Oliveira (1908-1995) quien previó con mayor claridad la actual situación de Europa. Desde las páginas del Legionario, en 1930, comenzó una larga serie de denuncias sobre esta realidad, que mantuvo hasta el final de su vida. Afirmaba en 1947: “El mundo musulmán posee recursos naturales indispensables para el abastecimiento de Europa. Él tendrá en sus manos los medios necesarios para perturbar o paralizar en cualquier momento el ritmo de toda la economía de Europa. Y, con ésto, tendrá también los medios para armarse hasta los dientes” (Legionario. Agosto 10 de 1944).
Sin embargo, el peligro mayor no es la guerra económica del islam, sino el fundamentalismo religioso. Allí es donde está la fuerza avasalladora que pretende demoler a Occidente, que hasta ahora duerme irresponsablemente. Ninguno de sus vigías da las voces de alarma que ya se deberían estar escuchando. Al respecto, de nuevo es Plinio Correa de Oliveira quien se anticipa a los hechos por más de medio siglo: “…el peligro musulmán es inmenso. Occidente parece cerrar los ojos para el mismo… En los días de hoy, con hombres, armas y dinero, todo se hace. Dinero y hombres, el mundo musulmán los posee cuantos quiera. Adquirir armas no será difícil… y con esto, ¡quedará una potencia inmensa en todo! Oriente, activa, aguerrida, consciente de sus tradiciones, enemiga de Occidente, tan armada cuanto él, que dentro de algún tiempo podrá ser absolutamente tan influyente cuanto el mundo amarillo, y colocada en una situación geográfica y económica incomparablemente mejor”. (Legionario. Mayo 12 de 1943).
Pues bien, después de 80 años de esas previsiones, el mundo musulmán pretende derrumbar las puertas de Occidente, para decirnos que han venido para quedarse, que quieren destruir la Civilización Cristiana para reemplazarla por la de Mahoma, y que todo aquel que se oponga será pasado a cuchillo, ejecutado como enemigo del Corán y juzgado por las leyes de la sharia.
¡Ha llegado la hora de despertarse! Una vez más, como en Lepanto, la Cristiandad está al borde del abismo y solo vencerá el peligro si se defiende con honor y con entereza, lo cual hasta ahora no se vislumbra en el horizonte. Pero Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos regresará de nuevo para salvar la cristiandad, pero antes que eso ocurra, tendrán que aparecer los hombres para defenderla.