Por Eugenio Trujillo Villegas

 Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

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Acaba de comenzar un nuevo “proceso de paz” con el ELN. Se repite una vez más la interminable claudicación de nuestros gobernantes, rumbo a la entrega del País a la subversión por medio de negociaciones secretas, que van en contravía de lo que queremos los colombianos.

Este sistema nefasto y degradante fue inaugurado por Belisario Betancur en 1982, y desde entonces ha sido la principal bandera de todos los presidentes de Colombia, sin excepción alguna.

Es un baile de muerte y destrucción que se viene ejecutando desde hace cuatro décadas, en un escenario y con unos protagonistas que van cambiando continuamente. El M-19, las FARC, el ELN, Pablo Escobar, los carteles de la droga y cuanto grupo subversivo ha aparecido en esta atribulada Nación.

La receta es idéntica y el resultado final también. Resumiendo lo que estamos cansados de saber, digamos apenas que en cada negociación los terroristas son excarcelados, indultados y se les concede una enormidad de privilegios a cambio de una “paz” que nunca llega.

Pero jamás entregan las armas, ni abandonan la lucha armada, ni renuncian a sus infames herramientas de lucha política que incluyen el terrorismo, el asesinato, el secuestro, la destrucción del sector empresarial y las emboscadas a la Policía y al Ejército.

UN PROCESO DE GUERRA PSICOLÓGICA REVOLUCIONARIA

De repente, con cualquier pretexto, los terroristas dan por terminadas las negociaciones para continuar la guerra, en medio de la indolencia de la mayoría de los colombianos. Ninguno de los negociadores del Gobierno pareciera entender que este es un sistema de Guerra Psicológica Revolucionaria, que todo es un show programado, y que el diálogo y la negociación son la estrategia marxista para conquistar el poder. Y así fue como lo consiguieron en Colombia.

Es muy estúpido concluir que los negociadores del Gobierno no se han dado cuenta de la estrategia. La verdad es que lo hacen a propósito, pues este es un plan preconcebido, con un libreto que se ejecuta en articulación con los dirigentes del Nuevo Orden Mundial y que siempre obtiene el aplauso incondicional de todas las organizaciones internacionales. Así ha sido desde 1982 hasta hoy.

Todavía no han llegado las bendiciones del Papa Francisco, de la ONU, de la OEA, de la Unión Europea y de las centenas de organizaciones de Derechos Humanos que hay por el mundo. Son infaltables en esta agenda anticristiana y antipatriótica, pero no tardarán en llegar. Como tampoco faltará el apoyo incondicional de la Conferencia Episcopal, y especialmente de algunos obispos que han mantenido un vínculo estrecho con el ELN, pues lo consideran el brazo armado de la Teología de la Liberación.

Recordemos que este grupo terrorista fue fundado y dirigido por curas apóstatas, entre ellos Camilo Torres, Domingo Laín y Manuel Pérez, y entre sus amigos más entrañables están el arzobispo de Cali, Mons. Darío de Jesús Monsalve, y el cura jesuita Francisco de Roux.

¿Algún grupo terrorista se ha pacificado en estos 40 años de falsos procesos de paz? La respuesta cabe en una sola palabra: Ninguno. ¿Colombia ha conseguido la paz? La respuesta también es contundente: No. Entonces, ¿qué es lo que se ha conseguido? Simplemente, claudicar ante una minoría terrorista que todos los días nos dice claramente que su único objetivo es la toma del poder a cualquier precio.

EL RESULTADO DE LAS NEGOCIACIONES SERÁ EL MISMO DE SIEMPRE

Pues bien, esas son las negociaciones con el ELN que acaban de comenzar en Caracas. Los negociadores del Gobierno son exactamente los mismos políticos que han promovido la capitulación ante las FARC; los negociadores del ELN son exactamente los mismos terroristas que han desangrado a Colombia por décadas; y el resultado de las negociaciones conducirá exactamente las mismas concesiones obtenidas por las FARC en el Acuerdo de 2016.

Y como el esquema de capitulación es repetitivo, en el proceso de paz con las FARC el presidente Santos nombró al general Jorge Mora para convencer a las Fuerzas Armadas de aceptar la ignominia que vino después. Y ahora el presidente Petro nombra a José Félix Lafaurie para que haga el mismo papel con los ganaderos y con el sector empresarial. Ahora no se necesita otro general Mora, porque las Fuerzas Armadas ya fueron decapitadas.

Lo que se está preparando es la guillotina para el sector empresarial, que todavía puede salvarse de esta tragedia, si sus dirigentes asumen la tarea de defender a Colombia con dignidad y con fortaleza. Porque capitulando ante la tragedia que vivimos, ni se salvan ellos, ni se salva Colombia.

¡Alguna lección deberíamos aprender después de 40 años de capitulaciones! ¡Pero, al parecer, Colombia no aprende ninguna! Por ejemplo, que el presidente de la Corte Suprema de Justicia que firmó el indulto de la plana mayor del M-19 en 1985, fue uno de los trece magistrados asesinados por estos mismos terroristas cuando se tomaron el Palacio de Justicia semanas después.

Y que casi todos los cabecillas de las FARC con los que se firmó el siniestro “Acuerdo” de 2016, que fue rechazado en el Plebiscito, terminó empuñando las armas de nuevo. Aunque los más peligrosos no fueron los que regresaron a lo profundo de las selvas, y que ya están muertos, sino los que se quedaron en el Congreso y en el Gobierno.Esa es la verdadera “paz” que quieren los terroristas. Ellos quieren tener el derecho de matarnos, aun si nos arrodillamos y les concedemos todo lo que exigen.