Eugenio Trujillo Villegas

Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

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El pasado 18 de diciembre se produjo un violento terremoto moral al interior de la Iglesia Católica. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio, dirigido por el recién nombrado cardenal Víctor Manuel Fernández, ha promulgado el polémico documento Fiducia suplicans, en el cual la Iglesia autoriza las bendiciones a parejas del mismo sexo.

Aunque por ahora no constituye la aceptación del “matrimonio” homosexual, sin la menor duda que éste es un gran paso en esa dirección. Esa es la meta común que tienen los colectivos LGBTI dispersos por el mundo, que integran el poderoso lobby gay, del cual hacen parte algunas figuras destacadas de la Iglesia, como el destituido cardenal Theodore McCarrick, quien fuera arzobispo de Washington y el padre jesuita James Martin. 

¡Este es un suceso demasiado importante! Por primera vez en la historia de la Iglesia hay un cambio de actitud y de doctrina con respecto a las relaciones homosexuales, que desde los remotos tiempos del Antiguo Testamento han sido consideradas pecaminosas, inaceptables y contrarias a la Ley Natural. La Iglesia las ha condenado desde siempre por ser contrarias a la naturaleza humana.

EL PASADO SÍNODO ELUDIÓ EL TEMA DE LA HOMOSEXUALIDAD

En octubre pasado, el papa Francisco convocó y presidió el Sínodo de la sinodalidad, en donde este asunto fue debatido ampliamente. Tanto, que el papa Francisco exigió que todos los asistentes participaran de un “retiro espiritual” de tres días, dictado por uno de los mayores promotores de la homosexualidad en la Iglesia. Pero el Sínodo decidió que por ahora no se modificaría la doctrina sobre las relaciones homosexuales.  

Sin embargo, no es apenas este asunto el que está en juego. Hay debates de mayor gravedad que envuelven consideraciones doctrinarias, morales y teológicas sobre las cuales se han desatado las más ásperas discusiones al interior de la Iglesia.

Los promotores de una profunda transformación en la Iglesia son los obispos alemanes, que han proclamado ante el mundo el llamado “camino sinodal alemán”, que consiste en la demolición de la Iglesia actual, para reemplazarla por otra iglesia. El Episcopado alemán pretende imponer el cisma, la herejía, el error y la negación de los milenarios dogmas católicos, en una actitud de enfrentamiento radical con la autoridad del papa y la doctrina de la Iglesia.

El Episcopado alemán, en su aventura teológica que sigue los pasos de Martín Lutero, en realidad lo supera en sus pretensiones contra Roma y contra la autoridad del papa, exigiendo la implementación de unas reformas radicales en la estructura de la Iglesia.

Quieren abolir la doctrina católica sobre la homosexualidad; exigen la ordenación de mujeres sacerdotes; la consagración de mujeres obispos; la abolición de la autoridad suprema del papa; la implementación de la democracia en la Iglesia, para que sea gobernada por los fieles a través de consultas democráticas, suprimiendo la autoridad suprema del papa y de los obispos.  

Sorprende que en el reciente Sínodo no se abordaron estos asuntos. Sin embargo, dos meses después explota la bomba de la cuestión homosexual, lo cual nos permite prever que muy pronto explotarán las demás, pues los partidarios radicales de las reformas exigen su implementación inmediata.    

La polémica decisión de bendecir parejas homosexuales sin duda fue tomada por el papa Francisco, aunque haya sido firmada por el Cardenal Fernández. Ha producido una enorme división en la Iglesia, pues hasta ahora 20 Episcopados de África han declarado que no están de acuerdo con ella y que no la implementarán en ningún caso. Otros 15 Episcopados de Europa han dicho casi lo mismo. Algunos obispos de América, además de miles de sacerdotes a lo largo y ancho del mundo, han criticado con energía dichas “bendiciones”, y se niegan a impartirlas.

Cualesquieras que sean las consecuencias de esta medida, lo único que el papa consigue con ella es desatar la confrontación al interior de la Iglesia, generar un cisma, lanzar en la herejía a una parte de los católicos, sembrar la confusión doctrinaria y precipitar a la Iglesia en el caos.

EL GRAN PROBLEMA: ¿PUEDE UN PAPA CAER EN HEREJÍA?

Este gravísimo episodio levanta una grave cuestión que ha sido debatida durante siglos por doctores, teólogos y autoridades eclesiásticas, que ahora se coloca en la primera línea de los debates. El asunto es sencillamente la respuesta al siguiente interrogante: ¿Puede un papa caer en herejía?

Si la respuesta es afirmativa, entonces se levantan otras cuestiones no menos graves: ¿Cómo se resuelve la situación de un papa que cae en herejía? ¿Puede seguir siendo papa? ¿Se puede destituir un papa reinante? ¿Quién o quiénes pueden tomar esa decisión?

La realidad es que no hay ninguna norma ni jurisprudencia establecida al respecto. Los últimos debates en la historia de la Iglesia sobre la posibilidad de un papa hereje ocurrieron en el siglo XVI, cuando el cardenal san Roberto Bellarmino (1542-1621), quien después fue proclamado Doctor de la Iglesia, analizó el polémico tema. En consecuencia, hasta hoy la cuestión no se ha resuelto, aunque ninguno de los papas que precedieron a Francisco fue acusado de herejía, aunque algunos de ellos no fueron buenos papas. Es decir, desde San Pedro hasta Benedicto XVI, ningún papa ha sido acusado de ser hereje o cismático.

Según la doctrina defendida por el cardenal Bellarmino, nadie tiene autoridad para deponer a un papa. Ni un Concilio convocado contra su autoridad, ni el colegio de cardenales, ni ningún órgano eclesiástico puede hacerlo.

Si un papa se torna hereje, es él mismo quien abandona la Iglesia en el momento de hacer púbica su herejía. El Sumo Pontífice no perderá el pontificado porque alguien lo destituya, sino porque se convierte en un hereje formal, notorio, evidente, a la vista de todos, de tal forma que se habrá excluido a sí mismo de la Iglesia, renunciando tácitamente al pontificado.

Es tan grave lo que está sucediendo, que se torna imperioso para la Iglesia resolver este enigma. No tardarán en aparecer los radicales de siempre, los mismos que apoyan la Teología de la Liberación y que son a favor del socialismo y del comunismo, que exigirán “matrimonio” homosexual y obispos y sacerdotes mujeres. Ellos quieren trasladar la decadente y moribunda democracia del mundo actual al interior de la Iglesia Católica. Y así como el velo del Templo se rasgó cuando Nuestro Señor expiró en la Cruz, también la Iglesia se ha partido en dos, pues de un lado están los que abrazan las herejías y del otro los que no comulgan con ellas, sin importar el número de los que queden a un lado y al otro.

LA IGLESIA SE DIVIDE Y LOS FIELES PIERDEN LA FE

La realidad es que el cisma dividirá a la Iglesia y así se cumplirán muchas profecías de todos los tiempos, que predicen la inmensa crisis de auto-demolición que ya es una realidad en el mundo católico.

Finalmente, no faltarán los católicos que asuman una posición ambigua y aparentemente neutral, afirmando que el papa no se equivoca jamás, y que cuando parece que se equivoca, la responsabilidad es de otros que interpretan mal sus determinaciones. Por esto es bueno recordar que la infalibilidad del papa se aplica exclusivamente en cuestiones de fe y de moral, cuando habla ex cátedra, es decir, cuando proclama una verdad, para lo cual debe hacerlo en forma explícita, invocando su don de infalibilidad y anunciando esa verdad en forma clara y contundente. La última vez que esto se hizo fue en 1950, cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción al cielo de la Virgen María.

¡Se aproximan días de tinieblas! No lo serán porque se apague la luz del sol, sino porque la verdad será ocultada por quienes tienen la obligación de proclamarla.

https://lalinternaazul2.wordpress.com/2024/01/07/el-papa-francisco-conduce-la-iglesia-catolica-hacia-el-caos-y-la-confusion/