(246 a. C. y 146 a. C.)
Las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, sus causas, consecuencias y eventos de cada una de ellas.
¿QUÉ FUERON LAS GUERRAS PÚNICAS?
Se conoce como las Guerras Púnicas a una serie de tres conflictos bélicos que enfrentaron a la República de Roma y el Imperio de Cartago. Su nombre provino del término que los romanos empleaban para referirse a los cartagineses y sus antecesores fenicios: punici, así que los propios cartagineses se refirieron a este conflicto como las “guerras romanas”.
Estos enfrentamientos ocurrieron entre los años 246 a. C. y 146 a. C., cuando Roma y Cartago eran las dos principales potencias del Mediterráneo. Las Guerras Púnicas son célebres porque fueron definitivos en la instauración de la supremacía romana en el mediterráneo, junto a las posteriores Guerras
Macedónicas y Guerra romano-siria.
ANTECEDENTES DE LAS GUERRAS PÚNICAS
Los antecedentes de esta serie de conflictos deben buscarse en la expansión de la República Romana, que hacia el siglo III a. C. había conquistado ya la Magna Grecia. De esta manera, controlaba una importante región mediterránea.
Por su parte, los fenicios fundaron su ciudad en la costa de Túnez en 264 a. C. Este centro urbano, Cartago, rápidamente se convirtió en un imperio comercial, dueño de la armada más poderosa del momento.
Los romanos, en cambio, poseían el ejército más poderoso de la época, al servicio de sus feroces intereses de conquista. Desde hacía siglos los patricios habían adoptado una cultura imperial, que les permitía lidiar mejor con las tensiones sociales propias de la República, buscando un enemigo externo común.
Así, Roma empezaba a actuar como un imperio incipiente, repartiendo entre su ciudadanía el botín de sus numerosas conquistas.
CAUSAS DE LAS GUERRAS PÚNICAS
El enfrentamiento entre estas dos potencias era simplemente inevitable, si se considera la amenaza que la expansión romana significaba para el dominio comercial cartaginés del mediterráneo.
Sin embargo, el detonantes inicial del conflicto fue la invasión de Mesina. Esta ciudad griega estaba en poder del pueblo italiano prerromano de los oscos, por parte del tirano de Siracusa Hierón II, quien contaba con el apoyo de los cartagineses.
Como los griegos sicilianos negaron su ayuda a los oscos, éstos se volvieron hacia Roma por auxilio, lo cual produjo que, por primera vez, Roma y Cartago se vieran como rivales, aunque en un conflicto local y menor. La derrota de Hierón II frente a los romanos y su negociación con ellos condujo al rompimiento de su alianza con Cartago.
Así, Roma, se apoderó en los años sucesivos de territorios antiguamente cartagineses, desatando así propiamente las Guerras Púnicas.
PRIMERA GUERRA PÚNICA (264-241 A. C.)
Esta fue una guerra eminentemente naval, que supuso un altísimo costo tanto para romanos como cartagineses. Nació del conflicto local entre los oscos y la invasión de Siracusa. La guerra empezó con la derrota de los cartagineses en Agrigento, que les convenció de mejor conservar su ventaja marítima, dado que poseían una armada más numerosa y experimentada.
Sin embargo, sus pequeñas victorias como en las Islas Eolias, llevaron a que Roma dedicó su entera capacidad de producción a favor de una nueva y masiva armada, obteniendo en menos de dos meses alrededor de 100 naves.
Estos nuevos barcos tenían además incorporaciones tecnológicas que les permitían lidiar con las naves más ágiles y veloces de Cartago. Desde ese momento, además de la infantería pesada que era su especialidad, Roma adquirió en técnicas de abordaje de los navíos enemigos.
El resultado fue una aplastante victoria romana, exceptuando las batallas de los Llanos de Bagradas, en África, o las de las Islas Eolias y Drépano. En medio de una racha casi ininterrumpida de derrotas, Cartago firmó en 241 a. C. un tratado de paz, en el que entregaba Sicilia en su totalidad al dominio romano.
Esto dejó a Cartago profundamente debilitada. En 240 a. C. sus tropas mercenarias se rebelaron, desatando las llamadas Guerras de los Mercenarios. Roma aprovechó la oportunidad para intervenir rápidamente y les arrebató también el control de Córcega y Cerdeña en 238 a. C., pasando desde entonces de hablar del Mare nostrum (“Mar nuestro”) para referirse al Mar mediterráneo.
SEGUNDA GUERRA PÚNICA (218-201 A. C.)
La Segunda Guerra entre Roma y Cartago es quizá la más conocida de las tres. Fue desatada por los cartagineses que atacaron la ciudad hispana de Sagunto, aliada a la República de Roma. Al mando de los cartagineses se encontraba el general Aníbal Barca, considerado como uno de los mejores estrategas militares de la historia.
Este conflicto aparentemente había sido previsto por Roma luego del fin de la Primera Guerra Púnica, dado que procedió a apertrecharse y rearmarse. Además, se había expandido hacia Hispania (nombre de aquel entonces de la Península Ibérica), aliándose con enemigos tradicionales de Cartago.
Aníbal, desoyendo las amenazas de Roma, condujo su ejército hacia el norte de Hispania, y desde allí en un atrevido curso de invasión hacia Italia, cruzando los Alpes con su ejército montado en elefantes.
Así cosechó una serie importante de victorias en suelo itálico, como las batallas de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, aplastando a dos ejércitos consulares enteros. Los cartagineses le propinaron a Roma la derrota más humillante de su historia militar desde el saqueo de los galos en el siglo IV a. C.
Sin embargo, el cruce de las montañas y las batallas posteriores dejaron a Aníbal sin fuerzas para sitiar Roma, aunque con las suficientes para resistir a sus intentos de expulsión. Bajo el mando de Aníbal, el ejército de Cartago estuvo en Italia dieciséis años.
Mientras tanto, sus enemigos romanos batallaban también contra Cartago en Sicilia e Hispania, y al mismo tiempo contra el rey Filipo V de Macedonia, aliado de Aníbal, desatando así la Primera Guerra Macedónica en Grecia.
No obstante, esta situación se resolvió tras la victoria romana en Hispania y el retorno a Sicilia de las legiones romanas, a cargo del célebre comandante romano Publio Cornelio Escipión, “el africano”.
A esto prosiguió la intención de asaltar a la propia Cartago. Para ello Escipión desembarcó en África y se alió al príncipe númida Massinissa, en guerra en el momento contra los aliados de Cartago, el rey numada Sifax.
Aníbal debió entonces devolverse a sus tierras, para ser derrotado en la batalla de Zama en 202 a. C. Esta nueva derrota ante Roma privó a Cartago de sus colonias comerciales y la obligó a firmar un tratado de paz en el que su imperio se veía reducido a poco más que la ciudad de Cartago.
TERCERA GUERRA PÚNICA (149-146 A. C.)
La Tercera y última de las guerras entre Roma y Cartago consistió en poco más que el asedio de la ciudad de Cartago, que culminó previsiblemente con su saqueo y destrucción total.
El conflicto se debió al deseo romano de aplacar por las malas el creciente sentimiento en su contra que surgía en Grecia y en Hispania. Coincidió con el anuncio de Cartago de que, habiendo saldado ya las deudas impuestas por el tratado de paz de la Segunda Guerra Púnica, se consideraban libres de los términos del mismo.
Deseosa de dar el ejemplo, Roma inició en 149 a. C. una serie de reclamos a Cartago, cada uno más exigente que al anterior, esperando incitar a los cartagineses a otro conflicto militar abierto, pero careciendo de casus belli, o sea, de un motivo público para iniciar la guerra.
Roma desató la guerra con la exigencia de que Cartago fuera demolida y trasladada a un punto más lejano de la costa mediterránea en el continente africano. Ante la obvia negativa de los cartagineses, Roma declaró la guerra. Así comenzó un primer sitio que el pueblo cartaginés resistió heroicamente, involucrando en la lucha incluso a las mujeres y niños.
Pero una segunda ofensiva a cargo de Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto político de Escipión “el Africano”, derrotó las defensas cartaginesas tras 3 años de asedio. Cartago fue saqueada, quemada hasta sus cimientos, y sus ciudadanos apresados y vendidos como esclavos.
FIN DE LAS GUERRAS PÚNICAS Y CONSECUENCIAS
El fin de las Guerras Púnicas sobrevino junto con su principal consecuencia, que fue la destrucción total de Cartago y la absorción de su imperio comercial por parte de la República Romana. Tras derrotar también a los macedonios y a los sirios, Roma se instauró desde entonces como el poder supremo del Mar Mediterráneo.
El mito de la ciudad de Cartago, de su valeroso general Aníbal y de su trágica desaparición, sin embargo, perduró en el tiempo y es aún motivo de inspiración de obras de artes y de épicas históricas.