Kevin Ponniah

BBC News

 

Cuando el arqueólogo Zhao Kangmin contestó el teléfono un día de abril de 1974, todo lo que le dijeron es que un grupo de agricultores había encontrado algunas reliquias cuando excavaban un pozo. Desesperados por encontrar agua en medio de una sequía, los campesinos habían excavado un metro cuando se toparon con tierra roja y dura. Debajo, habían encontrado cabezas de cerámica de tamaño real y varias puntas de flecha de bronce.

Podría ser un importante hallazgo, dijo el jefe de Zhao, así que debería ir y verlo tan pronto como fuera posible. Zhao, un agricultor local convertido en curador de museo en la provincia central china de Shaanxi —que murió en 2018 a los 81 años— tenía una corazonada sobre qué podría ser.

La era Qin

Zhao sabía que en el pasado se habían enterrado figuras en el área cercana a la ciudad de Xian, no lejos de la tumba del primer emperador de China, Qin Shi Huang. Una década antes, él mismo había descubierto a tres ballesteros arrodillados. Pero nunca había tenido la certeza de que databan de la época del emperador, quien unificó la nación de China por primera vez bajo la corta dinastía Qin (221-206 a.C). Pero lo que este experto estaba a punto de encontrar sobrepasaba cualquier cosa que hubiera imaginado.

Los campesinos habían tropezado con uno de los mayores hallazgos arqueológicos del siglo XX: un ejército de unos 8.000 soldados de terracota, diseñado a escala industrial 2.200 años antes para defender al emperador en el más allá. Era un ejército fantasma completo, con caballos y carros, escondido bajo tierra y nunca visto por los vivos.

Zhao se dirigió al lugar del hallazgo con un colega. "Estábamos tan emocionados que íbamos en las bicicletas tan rápido que parecía que volábamos", escribiría después, en un ensayo en 2014. En una ocasión le contó al historiador británico John Man que al llegar vio “siete u ocho piezas, pedazos de piernas, brazos y dos cabezas, cerca del pozo".

Dijo que inmediatamente se dio cuenta de que probablemente eran los restos de las estatuas de la era Qin. Les dijeron a los campesinos que detuvieran sus trabajos. Ellos se habían encontrado con las piezas semanas antes y, de hecho, ya habían vendido algunas de las puntas de flecha de bronce para chatarra.

Las reliquias fueron recogidas y llevadas al museo en camiones. Zhao comenzó a armar laboriosamente los fragmentos. Algunos, dijo más tarde, tenían el tamaño de una uña. Después de tres días de trabajo, dos imponentes guerreros de terracota estaban frente a él, cada uno de 1,78 metros de altura.

EL TEMOR

Aunque Zhao estaba animado por este increíble descubrimiento, también estaba nervioso. En 1974, China estaba en las etapas finales de la Revolución Cultural del presidente Mao, bajo la cual los temidos guardias rojos buscaban destruir viejas tradiciones y formas de pensar para "purificar" a la sociedad.

Zhao, como contó Man en su libro "The Terracotta Army" (El ejército de terracota), había sido sometido a una sesión de "autocrítica" a fines de la década de 1960, como una persona "involucrada con cosas viejas".

Así que ahora, aunque los peores excesos de ese período habían terminado, a Zhao le preocupaba qué podría pasar con las estatuas. Y decidió "mantenerlo en secreto", restaurar las piezas, "y luego esperar la oportunidad de reportarlo".

Pero sus planes se vieron alterados por un joven periodista de la agencia estatal Xinhua, quien de visita en la zona se encontró con las estatuas.

"Él preguntó: 'Esto parece un gran descubrimiento. ¿Por qué no lo estás reportando". Ignorando sus súplicas, el periodista publicó el descubrimiento, y la información llegó hasta el liderazgo del partido Comunista. Sin embargo, los temores de Zhao de que las reliquias pudieran ser destrozadas por razones políticas, resultaron infundados. Las autoridades en Pekín decidieron excavar el lugar y en los siguientes meses fueron descubiertos más de 500 guerreros.