Luis Moya Albiol

 

Las investigaciones con neuroimagen y otras técnicas neurocientíficas permiten comprender cada vez mejor el funcionamiento del cerebro violento. Este conocimiento podría aplicarse en el sistema judicial en un futuro próximo.

Ted Bundy (1946-1989), un joven estadounidense de apariencia normal, fue acusado de 46 homicidios, de los que se comprobaron 36, todos ellos a mujeres y en el corto espacio temporal de cuatro años (entre 1974 y 1978). En realidad, se desconoce el número total de víctimas. Bundy era un estudiante brillante y aplicado. Estaba bien considerado por los profesores. Pero con su gran atractivo, manipulaba y acorralaba a las víctimas hasta que las mutilaba y asesinaba de la forma más despiadada y atroz.Mantuvo su inocencia durante años, aunque empezó a confesar los crímenes con el fin de engatusar al FBI y a la policía y, de este modo, demorar su ejecución. Todo ello de forma fría y mintiendo de manera compulsiva.

Otro caso de violencia extrema es el de Juan Carlos Aguilar, quien mantuvo orgías de dominación y sangre en su gimnasio de Bilbao. Conocido con el sobrenombre de «el falso monje shaolín», mató a dos mujeres en 2013 en el local donde enseñaba artes marciales. En su declaración, relató: «Las asesiné de manera súbita, imprevista e inesperada» tras sufrir un ataque de ira descontrolado. Aseguró a los ertzainas que se sentía en un estado de permanente borrachera debido al tumor que padecía. Y, en efecto, se le había detectado un quiste aracnoideo en el lóbulo temporal izquierdo.

En ambos casos, la violencia resulta desmesurada. Pero mientras que en el de Bunty se observa un patrón estable de conducta que guarda relación con su personalidad psicopática, en el del falso monje shaolín, la alteración cerebral explicaría, al menos en parte, los cambios en su comportamiento y el asesinato como una reacción emocional imposible de controlar. Tanto las causas como la forma de manifestar a violencia son diferentes en uno y otro caso, pero lo que la ciencia está vislumbrando gracias a los avances de las técnicas de formación de neuroimágenes es que, en ambos, existen alteraciones en el funcionamiento del cerebro.

https://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/prevenir-la-psicosis-858/neurocriminologa-el-futuro-de-las-ciencias-criminolgicas-20998