Porfirio Barba Jacob

Colombia

 

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,

como las leves briznas al viento y al azar…

Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonría…

La vida es clara, undívaga y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,

como en Abril el campo, que tiembla de pasión:

bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,

el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,

como la entraña oscura de oscuro pedernal:

la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,

en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…

-¡niñez en el crepúsculo! ¡laguna de zafir!-

que un verso, un trino, un monte, un pájaro

que cruza,

¡y hasta las propias penas!, nos hacen sonreír…

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,

que nos depara en vano su carne la mujer:

tras de ceñir un talle y acariciar un seno,

la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días que somos tan lúgubres, tan lúgubres,

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día… un día… un día…

en que levamos anclas para jamás volver;

un día en que discurren vientos ineluctables…

¡Un día en que ya nadie nos puede retener!