Por Herman Beals

Nueva York

 

Preocupado por las alarmantes noticias procedentes de Santiago, un viejo amigo periodista, quien vive en París desde hace muchos años donde tuvo una distinguida carrera en la agencia de noticia France Press, me pregunta ¿qué está pasando en Chilito? como él y yo le decimos a la tierra lejana.

 La alarma de Raúl se debe a que Chile está azotado por el tráfico de drogas y sumido en la delincuencia callejera y política, en triste contraste con el pasado cuando el país sudamericano era conocido como la Suiza de Sudamérica. Con la mirada complaciente y temerosa de las autoridades, los extremistas de izquierda están empeñados desde hace años en destruir las instituciones mediante el daño de obras como el metro de Santiago que hasta entonces era reconocido como uno de los mejores sistemas, no sólo de América Latina sino del mundo.

Los agitadores han incendiado iglesias, quemado otros edificios y cometido inumerables actos de terrorismo, especialmente en el sur del país, donde los indígenas mapuches son manipulados por los izquierdistas y protagonizan actos de violencia seducidos por quiméricas promesas de una vida mejor.

Los robos y asaltos en Santiago en las carreteras y otros lugares, son comunes. Las bandas de delincuentes emplean a adolescentes para cometer muchos de los delitos porque disposiciones judiciales protegen a los menores de edad y no pueden ser encarcelados.

Los menores son usados frecuentemente en los llamados "portonazos" que plagan a los dueños de automóviles especialmente en los sectores de la parte alta de la capital donde generalmente vive la gente de más dinero y, por lo tanto, los vehículos son de lujo y más caros. El nombre "portonazo" se deriva del hecho que los delincuentes juveniles aprovechan el momento en que los dueños abren el portón de sus jardines para atacarlos y apoderarse de sus vehículos.

Los automóviles robados son desarmados y sus partes vendidas como repuestos. Algunos de ellos son llevados por el desierto, en el norte del país, para ser vendidos en Bolivia. Todo esto es terrible, pero la violencia que rodea el tráfico de drogas ha causado una tragedia aún más grande en Chile. Un reciente artículo del abogado y profesor universitario chileno Juan García Vera relata como el narcotráfico ha impuesto su funesta presencia en el país sudamericano.

"Chile, que en un pasado reciente era característico por sus altos niveles de seguridad ciudadana, hoy está sumergido en una creciente ola de violencia asociada al narcotráfico, similar a la que azota a países como Colombia y México"apunta García Vera, "Todo ello, agrega, ante la mirada complaciente y perpleja de las instituciones del estado y de los políticos izquierdistas".

Las actividades de los narcotraficantes relatadas en el artículo son espeluznantes, como los “narco funerales”', al estilo de Beirut, "con un gran despliegue de vehículos, fuegos artificiales y disparos al aire a granel”.

La distinción de ser la Suiza de América del Sur, que Chile compartía con Uruguay, parece haber desaparecido para siempre.  

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