Marcelo Duclos

 

Desde una oposición poco clara y difusa en materia de propuestas concretas, el excandidato a presidente y aspirante a una tercera candidatura hace promesas que podrían venir tranquilamente desde el oficialismo.

A diferencia de lo que ocurrió hace varios años, cuando María Corina Machado y Henrique Capriles compitieron por los votos del sector antichavista, en esta oportunidad es la postulante liberal la que marca el pulso de la contienda opositora. Ante las propuestas concretas y superadoras de la coordinadora nacional de Vente Venezuela, Capriles marcha por detrás y se limita a diferenciarse de lo que dice la preferida en las encuestas. Aclarando que está en contra de las privatizaciones, el postulante socialdemócrata dijo que el petróleo es del pueblo, cayendo en una falacia colectivista que tranquilamente se le podría escuchar a Diosdado Cabello o a Nicolás Maduro.

Como si el chavismo se tratara solamente de una mala gestión gubernamental, Capriles le propone a Venezuela tomar la estructura estatal que heredaría de la dictadura, para administrarla mejor. «El petróleo es del pueblo. ¿Que van a venir a quitarle el petróleo a la gente? Acá el problema que hay con el petróleo es que los que gobiernan quebraron la industria petrolera», aseguró en un discurso, haciendo referencia a la propuesta de María Corina Machado de explorar y evaluar un proceso privatizador.

Ya la oposición tiene serios problemas para participar en la elección y no hay ninguna garantía de unos comicios transparentes. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué candidatos serán avalados para competir, por parte de la justicia electoral manejada por el régimen que históricamente ha usado las inhabilitaciones como arma política y es un as que la dictadura siempre guarda bajo la manga. Sin embargo, Capriles cae en el mismo error de Mauricio Macri, que pretendió administrar correctamente un imposible leviatán gubernamental, fracasando y generando el retorno del kirchnerismo en 2019. Sería muy triste que, ante la remota y lejana posibilidad de salir del chavismo, el próximo gobierno de Venezuela fracase estrepitosamente a causa de un fallido programa económico, para volver luego a caer en las garras del oscurantismo total.

La creencia de que una empresa estatal pertenece «al pueblo» de un país ya ha sido refutada en infinidad de veces. Con el petróleo en manos «del pueblo», PDVSA es un desastre, además de un nido de corrupción. En lugar de ser propiedad de la ciudadanía, las compañías que manejan los gobiernos se convierten en estructuras burocráticas, bolsa de trabajo de la militancia partidaria y garantía de ineficiencia total. Al no perseguir ganancias y no importar las pérdidas, los incentivos para que estos proyectos fracasen siempre serán mucho más altos que las posibilidades de éxito. Mucho más, cuando una petrolera se encuentra bajo el control de un régimen dictatorial como el chavismo.

De tener la oportunidad de un cambio, Venezuela no sólo necesita dejar atrás a los personeros del autoritarismo actual. También debe abandonar sus falacias económicas y sus fallidas estructuras gubernamentales que contribuyeron considerablemente al desastre actual. Cabe recordar que cuando la petrolera YPF fue privatizada a principios de los noventa en Argentina, se trataba de la única empresa del rubro en el mundo que daba déficit permanentemente. Durante los años de la gestión privada, Argentina recuperó sus reservas petroleras y hasta tuvo excedente exportador. Los resultados de la reestatización kirchnerista están al alcance de la mano.

Por lo que dicen las encuestas en Venezuela y las preferencias actuales del votante opositor, la plataforma estatista y colectivista que propone Capriles no estaría generando demasiado entusiasmo. Afortunadamente.

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