Por Alonso Moleiro

 

Después de años al margen de la estrategia de la oposición, la política del ala más radical de la derecha encabeza los primeros sondeos de las primarias.

María Corina Machado llevaba un tiempo al margen de la estrategia de la oposición venezolana. La política del ala más radical de la derecha se había convertido en una de las voces más críticas contra los movimientos de las fuerzas democráticas en los últimos años. Esa posición a la contra podría beneficiarle ahora. La crisis en la que se encuentra la oposición, aún más desnortada tras el fin del llamado gobierno interino en diciembre, ha colocado a Machado en cabeza de las encuestas para las primarias que se celebrarán en octubre. Una cita clave de la que saldrá el candidato que se enfrentará a Nicolás Maduro en las presidenciales de 2024.

La fundadora del partido Vente Venezuela ha sido en estos años la cabeza más visible del sector más intransigente del antichavismo. Se ha negado a entablar negociaciones políticas con la plana dirigente bolivariana; no ha querido formalizar alianzas con sectores específicos de la oposición argumentando reservas éticas; y ha mantenido un irreductible discurso en defensa de la propiedad privada. Suele llamar “delincuentes” a los miembros de la clase política oficialista y parece convencida de que será imposible concretar un regreso a la legalidad democrática sin que en algún momento haya que recurrir a la fuerza.

El chavismo, como es de suponer, la detesta con especial encono (le ha levantado varios expedientes legales y le impuso la prohibición de salir del país), si bien Nicolás Maduro ha decidido ignorarla en los últimos años. Para el militante chavista de base, Machado es la embajadora de los intereses estadounidenses y las clases altas. También colecciona antagonismos en los sectores más blandos de la oposición, en su mayoría proclives a negociar algunas demandas con Maduro a cambio de ciertas mejoras y estabilidad. Sin embargo, un discurso coherente en el tiempo se ha ganado ahora la simpatía de muchas personas.

María Corina Machado (Caracas, 1967) es ingeniero industrial y tiene una especialización en Finanzas en el Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, la escuela de negocios más importante del país. La mayor de cuatro hermanas, está divorciada y tiene tres hijos, que viven en el exterior. Mantiene una relación sentimental con el abogado Gerardo Fernández. Pertenece a una familia de mucho abolengo local. Su padre, Henrique Machado Zuloaga, que acaba de fallecer, fue un importante empresario del sector metalúrgico, y su familia fue fundadora de la antigua Electricidad de Caracas, una de las grandes corporaciones de capital nacional del siglo XX. Las empresas de la familia Machado, particularmente las siderúrgicas Sivensa y Sidetur, han sido expropiadas y destruidas por la administración chavista. Su madre, Corina Parisca, conocida y apreciada en la sociedad civil, es psicóloga.

Machado ha sido una de las políticas venezolanas que ha cultivado con mayor método un discurso abiertamente anticomunista. Eso le ha permitido captar muchos seguidores de la diáspora venezolana. En las redes sociales, sus posturas son defendidas por las expresiones asilvestradas de la derecha nacional, los llamados “Magazolanos”. En 2012 fundó un partido, Vente Venezuela, e intentó darle fundamentos programáticos: economía de mercado, Estado mínimo, garantías sociales, privatización, protagonismo empresarial, con un discurso nacionalista que está muy arraigado en las clases altas de tradición en el país.

Caracterizada en ocasiones como la expresión de “la ultraderecha venezolana”, el discurso de Machado no tiene sesgo religioso, ni fomenta prejuicios, ni estigmatiza minorías o levanta argumentos conservadores en el terreno social. Aunque sea verdad que algunos de sus seguidores sí lo hacen. “No le gusta mucho que le lleven la contraria”, afirma una fuente que la trató de cerca. “Tiene mucho magnetismo y encantos personales en la conversación. Es muy disciplinada, exigente, pero respetuosa. Está rodeada de un grupo de activistas que la admira mucho. Dirigentes jóvenes que han consumido íntegros sus postulados.”

En los últimos tiempos ha ido desprendiéndose de su elegante vestir para andar casi permanentemente en vaqueros y tenis, con una camiseta con el logotipo de su partido, visitando pueblos y barriadas populares. Tiene una sonrisa muy amplia, habitual en sus conversaciones privadas. Detrás de sus modales educados hay un epicentro férreo, una especie de licuado de acero: una persona con un carácter muy fuerte, rígida en sus interpretaciones, con una visión predestinada de sí misma, que privilegia el valor personal como un atributo. Una persona a la que le cuesta mucho ceder en sus posiciones y negociar.

Machado tiene unas relaciones deterioradas con la mayoría de los dirigentes importantes de la oposición venezolana actual. Sus críticos la acusan de enredar los acuerdos unitarios haciendo planteamientos imposibles de ejecutar y de minar la confianza popular en el voto en provecho propio. En 2010, fue electa diputada con una alta votación.

En 2004, fundó Súmate, una instancia que significó su ingreso a la vida pública y que se convirtió en una conocida ONG vinculada a la oposición, famosa por su posición contralora en los primeros años de Hugo Chávez. Durante mucho tiempo, ha tenido cerca a Germán Carrera Damas, historiador y prominente intelectual, como uno de sus mentores. Atiende también los consejos de Carlos Blanco, economista y político opositor, exministro en los años 90.

“Tuvo claro desde muy temprano cuál es la verdadera cara del régimen chavista, como se evidenció después, en la crisis de 2017, eso hay que reconocérselo”, afirma un conocido analista financiero que ahora simpatiza con sus postulados. “Tendíamos a verla como una persona que saboteaba la unidad de la oposición. Y no, ella sabía en qué andaban algunos políticos opositores, las componendas con el chavismo, la corrupción. No lo aprobaba. Ahí tiene todo un punto a favor”.

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