El Editor de “The Sun” de Nueva York, Charles Dana, escribió en su periódico el siguiente obituario, el 23 de mayo de 1895:

 

“Supimos con intenso dolor la muerte de José Martí, el conocido activista de la revolución cubana. Lo conocimos bien durante mucho tiempo y lo estimábamos profundamente. Durante un período prolongado que empezara hace más de veinte años, él fue contribuyente de “The Sun”, escribiendo sobre temas y asuntos relacionados con las bellas artes. En ese campo su conocimiento era sólido y extenso y sus ideas y conclusiones, originales y brillantes.

 

Él era hombre de genio, imaginación, coraje y esperanza, uno de esos descendientes de la raza hispana, cuyo nacimiento e instintos americanos parecen haberse agregado a la divisa que es herencia de todos los españoles modernos. Su corazón era caluroso y afectivo, sus opiniones ardientes y ambiciosas y murió tal como un hombre de su talla hubiera querido morir, luchando por la libertad y la democracia. No quedan muchos héroes como él en este mundo y su tumba guerrera testifica que, aún en una época categórica y materialista, quedan espíritus capaces de darlo todo por sus principios, sin pensar en recompensa. Honor a la memoria de Martí y paz a su alma viril y generosa”.

 

Así resumió sus impresiones Charles Dana, ante la muerte en combate de quien había sido su colaborador, amigo y confidente durante mucho tiempo y de cuyo deceso se cumplirán 117 años el próximo 19 de mayo. Dana pertenecía a ese periodismo virtuoso que en su época ganó respeto y admiración para el llamado “cuarto poder” en los Estados Unidos.

 

Después vino el periodismo “populista” y en especial, la prensa llamada “amarilla”. Era la época de tránsito entre el siglo XIX y el XX. El siglo XX se caracterizó universalmente por el periodismo tendencioso, el que durante casi toda la primera mitad de ese siglo sería casi exclusivamente impreso.   Eran los años en que Benito Mussolini editaba el periódico “Avanti”, órgano oficial del Partido Socialista para todo el norte de la península italiana. Después vendrían tiempos aún peores para la ética periodística.

 

El ejemplo más reciente y dramático a mi alcance de lo que ha devenido el periodismo tradicional en los Estados Unidos, ocurrió precisamente en el estado donde resido, el 27 de enero. California ha sido víctima de los políticos que llamamos populistas, subterfugio usado para mimetizar a los demagogos. Estos han contado con el respaldo total de la prensa elitista desde los tiempos en que Otis Chandler obtuviera el control de “Los Ángeles Times”, periódico que editorialmente se identifica casi siempre con las consignas de la izquierda.

 

En esta época de contínua revolución en las comunicaciones, la prensa impresa está en picada y su predicamento se refleja en la peremne reducción de anuncios, lectores, subscripciones y páginas. Quien lo dude que compare las ediciones dominicales del “New York Times”, su homólogo de Los Ángeles, el “Chicago Tribune”, el “Boston Globe”, el “Washington Post”, el “Miami Herald”, etc., con las de hace quince o veinte años. Tómeles el peso. Pesan la quinta parte de las de entonces. 

 

Aunque en el caso de esta prensa elitista, esa retirada no es solamente producto del cambio público al escoger medios informativos más rápidos y eficientes, sino también en la percepción mayoritaria de que la información obtenida a través de ella no es fidedigna. El ejemplo a que me refiero es una entrevista concedida por Tom Brokaw de la cadena televisada NBC, al Gobernador de California Edmund (Jerry) Brown. En ella el “super liberal” Brokaw trató de apuntalar a Brown utilizando la sempiterna y gastada retórica que lo caracteriza.

 

Que California está en contínua decadencia desde los años 80 del pasado siglo es una proposición que no necesita investigarse mucho. La contínua emigración de negocios y en especial, de negocios pequeños, que generan la mayoría de los empleos, no admite discusión. En lo que se conoce cómo “business friendly” (amistad a los negocios), índice de respectivos impuestos y regulaciones a la inversión, el gobierno de California ocupa el penúltimo lugar entre 50. Esta posición se compara negativamente a la de Texas, que recibe la parte del león del éxodo económico californiano. Texas ocupa uno de los primeros lugares en ese pilar totémico de amistad a los negocios.

 

El índice de desempleo oficial en California es el 11%, 2.5 más alto que el promedio nacional. ¿Quién puede sorprenderse de la reducción en el cruce de inmigración ilegal por la frontera sur? La industria del agro y en especial, la producción de grano, algodón y otros productos del antaño famoso Valle de San Joaquín se ha reducido enormemente. El otrora verde Central Valley es hoy casi un páramo amarillo gracias a la falta de agua, desviada por la “protección ambiental”, en aras de la supervivencia de una especie en peligro: un pececito de dos pulgadas de largo.

 

Nada de eso fue cubierto en la entrevista, ni que las políticas demócratas (con el hipócrita austriaco incluído) favoreciendo regulaciones, gabelas y “licencias” continúan sin respiro. Brokaw sólo ensalzó el proyecto de Brown de subir las gabelas estatales de venta en el estado de la Unión donde ya son las más altas. En un eco de la agenda de Obama, Brown sugiere que el estado también cobre un porcentaje mayor en impuestos a los contribuyentes más ricos, quienes desde hace tiempo pagan la mayor parte. De una prensa honesta podía esperarse alguna pregunta sobre si esos aumentos pudieran redundar en más inversión, más contribuyentes, más trabajo y más recaudaciones. 

 

Pero repito, sólo de una prensa honesta.