Por George Chaya

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Con los primeros rumores y preparativos de viaje a Asia de la presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, varias especulaciones sobre la irritación por parte de Beijing fueron tomando cuerpo.

Con los primeros rumores y preparativos de viaje a Asia de la presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, varias especulaciones sobre la irritación por parte de China fueron tomando cuerpo. El malestar de Beijing se profundizó con la visita de Pelosi a Taiwán durante ese periplo. Consumado el viaje, hoy puede decirse que el mismo escaló la crisis en las relaciones chino-estadounidenses sobre del Estrecho de Taiwán.

Para los funcionarios de ambos países y también en la percepción de analistas de aquella región, el foco del controversial se centra en los movimientos por venir, algo que aún no está del todo claro de cara a la dinámica de la crisis. Washington expresó su postura en la que se observa que las relaciones transitan un periodo no deseado de reacciones y contra-reacciones en virtud de las conductas de Beijing, las que manifiestan a una severa advertencia sobre Taiwán. El apoyo expresado por la administración del presidente Joe Biden es considerado una conducta agresiva por parte de China, funcionarios de Beijing declararon que no permitirán una mayor influencia estadounidense sobre Taiwán.

El peligro de que la crisis escale para convertirse en un conflicto armado ha crecido según señala la posición de China que exige a Estados Unidos cesar inmediatamente su influencia e injerencia sobre Taiwán. Ante ello, Washington deberá ejercer su conocido Soft power o poder blando que genere en el gobierno chino la idea que de ocurrir una invasión a la isla, inevitablemente se enfrentaría con todo el poder de los Estados Unidos.

La posición de la administración Biden tiene clara la idea que Taiwán no puede responder y rechazar por sí mismo una invasión militar a gran escala de Beijing; lo cual deja la única posibilidad de que Estados Unidos debería intervenir militarmente para detener una acción de tal naturaleza por parte del líder chino Xi Jinping si finalmente decide lanzar una ofensiva militar sobre Taiwán.

Ante tal escenario, el canciller taiwanés, Joseph Wu, declaró a la cadena Deustche Welle con posterioridad al viaje de Pelosi que en dirección a la crisis con China, la defensa de Taiwán es responsabilidad de Taipéi pero también de sus socios: tenemos la voluntad y cierta capacidad militar. Sin embargo, vamos a necesitar que nuestros aliados nos proporcionen logística y tecnología militar. Aunque la defensa es nuestra propia responsabilidad por lo que no pediremos a nuestros socios que sacrifiquen la vida de sus militares para defendernos.

Con sus declaraciones, el ministro Wu se adelantó a la situación del presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, quien lleva casi 6 meses meses enviando mensajes a la comunidad internacional diciendo que Ucrania no evitará sacrificios en defensa de su país siempre que Occidente y especialmente la OTAN y los Estados Unidos le provea armas con las que puedan mantenerse en combate para enfrentar la invasión rusa en la defensa de la integridad de Ucrania como estado libre. En la misma línea, las declaraciones de Wu muestran la determinación de Taiwán por defender la isla a través de su propia fuerza militar en lugar pedir la intervención directa de fuerzas militares externas.

No obstante, una encuesta de principios de enero del año en curso -antes de la invasión de Rusia a Ucrania- un 70% de la población de Taiwán pensaba que la administración Biden enviaría efectivos militares en su defensa. Consumada la invasión de Moscú en suelo ucraniano, sólo un 25% piensa eso, a pesar que un 90% por ciento de taiwaneses cree que un ataque chino creció rotundamente y la mayoría de los ciudadanos de Taiwán sostienen que sus fuerzas militares todavía no se prepararon correctamente para repeler un ataque masivo de Beijing. No obstante, un gran porcentaje de ciudadanos de Taiwán piensa que la visita de Pelosi fue positiva para fortalecer los niveles de confianza en la relación con Estados Unidos. Sin embargo, las declaraciones del canciller Wu están en lo correcto, no es realista presuponer que Washington iría en rescate de Taiwán colocando tropas estadounidenses en la isla.

Otras recientes declaraciones fueron dadas por el almirante Lee, ex jefe militar del estado mayor taiwanés quien explicó a NBC que su país puede defenderse solo y que para ello necesitaría sistemas de armas de intercepción de los misiles que dispone China, pero también otro armamento y tecnología que ayude a neutralizar ataques aéreos: Taiwán puede hacer un buen papel militar en su defensa en la medida que disponga de armas que puedan ser colocadas estratégicamente en nuestra extensión territorial, con ello, la defensa y las perdidas del agresor estarían aseguradas, incluso si China intenta cruzar el estrecho e invadir con miles de soldados, en cuyo caso, serán objetivos detectables con mayor facilidad. Lee agregó que como socio y proveedor de ayuda de armamento a Taiwán, Washington puede brindar la experiencia de su asistencia militar a Ucrania, la que demostró ser muy útil hasta el momento para resistir y -en varios casos- contener los ataques de Moscú. Para los asesores militares estadounidenses, la estrategia que propone Lee responde a una correcta y realista planificación militar.

No obstante, en los tiempos actuales la base de disuasión no se apoya solamente en el poder militar. El Secretario de Defensa, Lloyd Austin, pidió que también deben sumarse otros elementos de poder que incluyan un programa general disuasivo frente a un agresor poderoso como China. En esta dirección, Austin sugirió a Taiwán pensar un plan integral que considere el uso y aprovechamiento de la mayor fortaleza económica de la isla, lo que equivale a su ubicación estratégica en la ruta de productos tecnológicos de fabricación propia, la que por otra parte, asegura que Estados Unidos deba protegerlo, como sucedió en el pasado cuando Washington tuvo que intervenir en Irak en la era de Saddam Hussein para asegurarse la provisión de energía cuando el dictador decidió invadir Kuwait en 1992.

Actualmente, la producción y el liderazgo alcanzado por Taiwán en materia de desarrollo tecnológico en el mercado de chips de última generación lo destaca en ese mercado, por lo que Estados Unidos, como gran consumidor de sus productos debe estar alerta ante una invasión China que podría controlar las fábricas de chips y semiconductores taiwaneses por la alta importancia de esos elementos para la estructura de seguridad y defensa de Washington. En esa dirección, Mark Liu, un destacado ingeniero del mercado internacional de producción de chips, declaró al diario The Liberty Times de Taipéi, que una invasión china haría que las fábricas queden fuera de servicio, lo cual impediría la cadena normal de suministros configurando un problema serio e inmediato para Estados Unidos. China considera esos puntos como vitales para generar problemas al sistema tecnológico estadounidense de cara al futuro y utiliza ese factor como amenaza hacia Washington.

Considerando la respuesta demostrada a viejas crisis entre China y Taiwán, en el presente no será facial intimidar a Beijing como sucedió en el año 1996. Los actuales avances militares de sus sistemas de misiles le brindan cierta ventaja relativa respecto a los navíos y portaaviones estadounidenses en torno de Taiwán. China convirtió sus debilidades en tecnología militar del pasado en ventajas favorables del presente, por lo que Taipéi tendrá que utilizar la experiencia de crisis anteriores con Beijing para superar exitosamente los peligros de sostener su statu quo sin que se altere el actual.

Así, sin desoír la estrategia del Almirante Lee, su liderazgo político debería seguir también las palabras del ingeniero Liu y sostener e invertir en sus propias capacidades, las que le permitirán autonomía e independencia en materia de tecnología y no esperar que, ante una altamente probable agresión militar de Beijing, será salvado solamente por una intervención estadounidense sobre el terreno. Lo mismo si los taiwaneses se inclinan por la opción del almirante Lee estarán bien posicionados para disuadir y resistir a China en la presente crisis y en las que pudieran surgir en el futuro, contrario sensu, si todos sus planes se centran en ayuda militar exterior dentro de su territorio, sea de Estados Unidos o sus socios europeos, su futuro en la crisis actual será complejo, peligroso y de difícil resolución.

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