Dr Fernando Dominguez

 

Los días que pasan evidencian la sórdida, compleja y extensa conspiración contra nuestro sistema de vida norteamericano que fue establecido por los padres fundadores hace más de 200 años.

La República, con su fuerte vínculo con los verdaderos ciudadanos, se resiste al golpe de estado conspirativo, que por más de 60 años viene sufriendo y cuyo fin es destruir los basamentos de esa República: la Libertad, los derechos de libre expresión y de libre empresa, incluidos, la espiritualidad, la familia y el amor a la nación, la igualdad de todos ante la Ley, el amor a sus símbolos y su sagrada defensa.

El penúltimo acto de esa conspiración es la censura a las opiniones, establecida por la Prensa, los Medios y las Redes Sociales, para ocultar el fraude, para disfrazar el intento burdo de apropiarse del poder del gobierno y destruirlo desde allí, como han hecho en Venezuela, en Argentina, en Bolivia y en Nicaragua, siguiendo la receta del Foro de Sao Paulo y los designios del Nuevo Orden Mundial, con el fin de destruir la última trinchera de defensa del mundo: los Estados Unidos de América bajo la Presidencia de un líder legítimo, proamericano y anti-globalista. No pocos agentes infiltrados de esos semipaíses han formado parte activa de la conspiración, fomentando desórdenes, propagandizando falsedades y aterrorizando en las calles.

El desenvolvimiento de los hechos ha ido mostrando la magnitud de esa conspiración, a la que se han unido traidores al país de todas la tendencias, pero inspirados en su conjunto por sus intereses personales, o sometidos por el chantaje, la intimidación o la simple complicidad. A ella se han plegado oficiales electos, jueces venales, supuestos defensores de la Ley tornados en defensores del delito y que han contado con la complicidad de servicios secretos extranjeros, espías y agentes de otras naciones.

Millones de norteamericanos se han agrupado para defender al Presidente Trump, y lo que es más importante y sagrado: su República amenazada, sus libertades cortadas y su prosperidad presente y futura, comprometida en aras de la corrupción, los negocios escondidos, la traición a la nación y la demagogia y las mentiras más rampantes.

Estamos confiados en las reservas morales del patriotismo verdadero. El patriotismo leal a los padres fundadores y su obra, a los intereses del pueblo y no los de sus falsos líderes, comprometidos con ideologías que vergonzantemente tratan de ocultar y que disfrazan con bellas palabras que esconden bochornosas intenciones.

Estamos en los días decisivos de este combate entre la Libertad y la opresión, entre la Constitución y sus detractores, entre el pantano y los que pretenden sanarlo para el bien común.

Dios nos alumbre el camino para salvar nuestra República, la nación líder del mundo en Libertad, prosperidad y justicia.