Por Esteban Fernández

 

¿Por qué los cubanos no tenemos relevo en esta lucha? Se los voy a decir hoy a rajatabla en dos cuartillas manifestando una gran verdad que jamás un escritor cubano exiliado se hubiera atrevido a redactar.

¿Saben ustedes por qué -siendo un muchacho- yo pude participar al llegar de Cuba en una serie de gestiones beligerantes contra el castrismo en la JURE? Simple y llanamente porque mis padres no estaban aquí.

Mi padre me hubiera cogido por una oreja y me hubiera llevado a la Universidad más cercana. Hasta mi tío Enriques Fernández Roig cuando se enteró de los riegos que corría se personó allí y exigió mi salida inmediata del peligro.

Averigüé usted ¿Dónde están y que hacen los hijos y nietos de los grandes líderes del destierro anticastrista? El 99.9 son profesionales.

Decimos -entre ellos yo- muy orgullosos: “Mis hijos y nietos son tremendos cubanos”. Pero la cubanía se mide porque “Les encantan los frijoles negros, las croquetas, las papas rellenas, bailan una rumba, se ponen una guayabera y gritan “¡Azúcaaa!” como Celia Cruz. Desde luego, sin tocar ni acercarse a una ametralladora.

Nos encanta decir: “¿Por qué la juventud cubana allá no se tira a las calles y barre del mapa al castrismo?” Esa gran queja la escuchamos a diario, pero si les preguntamos: “¿Mi socio, ya tu nieto de 20 años -fuerte y musculoso- está listo para desembarcar allá y unirse a los protestantes?” hasta se pelean con nosotros.

Los enseñamos a conocer y admirar a José Martí, a Antonio Maceo, a Carlos Manuel de Céspedes, pero SIN CORRER LOS RIESGOS DE INMOLARSE COMO HICIERON ELLOS.

Nuestro deber de padres -por muy patriotas que seamos- es evitarle a toda costa a nuestros descendientes el martirologio.

Yo llevo 61 años tratando de combatir aquello de 20 formas diferentes, pero si me entero que usted está tratando de embullar a mis nietos para participar en ataques comandos contra las costas cubanas me da un “yeyo” y tiene tremenda bronca conmigo.

Que se mueran los Marines en Cuba, que el pueblo sea masacrado en las calles de la patria, pero que mis descendientes terminen carreras de médicos, dentistas, abogados y veterinarios.

Eso de Mariana Grajales de exigirles a sus hijos que se vayan a la manigua redentora no se ha dado jamás en este destierro desde 1959 hasta la actualidad.

Hemos batido el cobre tratando -y seguimos tratando- de dar al traste con la tiranía, pero después de nosotros “NO HAY MAS PUEBLO”, somos como los dinosaurios en camino de extinción, y si no hay “dinosauiritos” es culpa nuestra.